La Razón (Madrid)

Morante, oreja y bronca en la primera decepción de San Isidro

Un muy desigual encierro de Juan Pedro Domecq parte por la mitad la segunda corrida de San Isidro. Morante en su línea, autor de lo mejor y lo peor

- POR RODRIGO CARRASCO MADRID

VISTALEGRE (Madrid).Segunda de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq, desiguales de juego y presentaci­ón. El 1º, con chispa; el 2º, con fondo; el 3º, enrazado; el 4º, humillaba; el 5º, bis, parado; el 6º, imposible.

Enrique Ponce, de carmesí y oro, estocada trasera, tres descabello­s (silencio); media y tendida (silencio)

Morante de la Puebla, caña y oro, entera (oreja); pinchazo, media (bronca). Pablo Aguado, de lila y oro, pinchazo, entera de efecto tardío, aviso (silencio); dos pinchazos y descabello (silencio).

Volvió la esencia de San Isidro, una terna difícil de mejorar, maestría, mito y futuro en el mismo cartel y con ello el sinsabor de las tardes en las que nada pasa salvo el tiempo. El encierro fue mitad y mitad. Los tres primeros de Juan Pedro tuvieron movilidad y fondo, mientras que los dos últimos no tuvieron condición alguna. Así la tarde se dividió en su ecuador, con momentos importante­s de Morante y Aguado en sus primeros pero ni pudieron meter mano a sus segundos. Así se confirma que no hay nada escrito y que la tónica de las tardes de toros puede cambiar en cualquier momento, aquí no hay marcador, marcador, ni vale de nada lo acumulado, no hay renta que salvar ni estadístic­a que defender. Cada toro es un mundo y eso es lo que lo hace impredecib­le. Puedes besar el suelo y el cielo en la misma tarde y por supuesto, con la muerte mientras rondando por allí. En la vuelta al ruedo de Morante tras cortar una oreja al segundo, el ambiente apuntaba a tarde triunfal. Quién diría que esos mismos que le aplaudían le silbarían minutos después, quienes incluso pidieron un segundo trofeo que habría sido desproporc­ionado.

Tarde de contrastes. Mientras frenético salió el primer Juan Pedro más calmado ha sido el comienzo de temporada de Ponce. Frías fueron sus presencias en el festival de Las Ventas y después en Leganés, donde fue el menos inspirado de la terna. Hay veces que ni la montera cae de cara. Además, a pesar del cartel que se anunciaba la plaza no contó con mucha mayor asistencia que el día anterior. Aunque en este San Isidro exprés no hay tiempo para carteles de «relleno», se esperaba que las fechas marcadas en rojo, como la de ayer, recordasen al clima isidril, pero no fue así.

Sin excesos, sin separar nunca demasiado el codo del abdomen, guiando cada derechazo desde la cintura, solo girando el tronco. El toro respondió a los toques deEnrique Ponce aunque sin gran entrega. Pocos toreros cambian de mano con tanta suavidad como el valenciano, como si sus extremidad­es superiores fuesen una. El toro se agotó pronto y las posibilida­des de triunfo se esfumaban pero las sensacione­s habían sido las más gratas de Ponce en lo que va de año.Tras estocada trasera al tercer descabello dobló el primer ejemplar.

El tiempo para Morante corre distinto, la tarde coge otro ritmo, cada tercio es un rito, una ceremonia, imponiendo como ley el citar, parar y mandar. Por el derecho iba como la seda, largo y ceñido a la muleta. Por el izquierdo Morante le sacó naturales uno a uno. Se le esperaba y estuvo. Tras una buena estocada se le concedió la oreja. El público, rendido, le hizo entender que la Puerta Grande podía estar cerca.

El vuelo del capote de Aguado consiguió fijar al tercero, el de mayores posibilida­des de todo el festejo. Se le escapó a Aguado, que tendrá otra oportunida­d en Madrid el día 19, ante su modelo antagónico, el peruano Roca Rey, que reaparece hoy en España, dos años después, en la Feria de Córdoba. Precisamen­te, allí se mide hoy con Aguado en un festejo mixto completado por Diego Ventura, la antesala de su mano a mano en Vistalegre. Paraece que ambos se van a hartar de verse las caras esta temporada, es el encuentro que más apetece ver. El sevillano es un torerazo, se siente en la intensidad de cada muletazo, pura entrega. Le costó coger las distancias, en realidad el toro tenía la fijeza suficiente para citarle de largo. Este error le obligaba a recolocars­e constanTra­s

temente a la salida de cada encuentro. Al final de la faena el animal cabeceaba y Aguado no terminó de encontrars­e cómodo con él, aunque el animal tenía otras condicione­s para haber sacado un resultado mayor. Se alargó sin sentido.

En el arte de dejar los toros ante el caballo Ponce tiene escuela, con una sutil media los acomoda donde quiere. Dos buenos puyazos asestó Manuel Quinta, hijo del que fuese miembro de la cuadrilla del de Chiva durante tantos años. Le bajó la mano a un toro que humillaba y tenía recorrido. Pero al de Chiva le comieron las dudas y después de varios trasteos insulsos no sucedió nada. A pesar de ello, la tarde de Ponce tuvo destellos suficiente­s como para irse con algo más que dos gélidos silencios. Exigencia de las grandes figuras. Al menos el valenciano pudo sentir el calor de Madrid, afición con la que ha vivido distintas etapas, pero que en los últimos años parece que han recobrado la senda del entendimie­nto. Salió «Juguetón», el primer sobrero de la feria. Imposible era el «bis», parado, sin colaborar lo más mínimo, sin buscar la muleta en ningún momento. Y Morante, como viene siendo habitual en su tauromaqui­a y modus operandi no se complicó. Tras devolverse ya un toro vio oportuno coger directamen­te la espada, algo a lo que el sevillano ya acostumbra pero que Madrid nunca ha permitido, fruto de muchos de los desencuent­ros entre la afición madrileña y el de La Puebla. Aunque Morante quería evitarlo, la cosa se acabó alargando igual hasta crear una escena hasta pintoresca en la que varios capotes sobrevolar­on al animal hasta que éste terminó por rendirse.

Se lució con los palos Iván García, conocida figura del otro escalafón. El toro respondió a los cites del banderille­ro en todo momento haciendo hilo. Pero esa movilidad que mostró el último de la tarde desapareci­ó ante la muleta, donde Aguado no tuvo más remedio que irse a por la espada tras intentarlo por bajo, encontrand­o más comprensió­n que su paisano en el turno anterior. Descabelló al primer intento. Esta tarde una terna del gusto de Madrid, que ya estuvo en el festival del reciente 2 de mayo en Las Ventas.

Esta tarde, en el tercer festejo de San Isidro se lidian toros de Alcurrucén para El Juli, José María Manzanares y Paco Ureña

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RUBÉN MONDELO Morante de La Puebla da un derechazo al segundo de los de Juan Pedro

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