La Razón (Madrid)

Utoya, la matanza evitable

Noruega conmemora diez años del peor atentado de su historia, que fue emulado después por otros terrorista­s

- Carmela Negrete - Berlín

Noruega recuerda hoy el peor atentado de su historia, una matanza en la que murieron 77 personas a manos de un radical de extrema derecha. Varios explosivos colocados en una furgonetab­omba volaron por los aires un edificio gubernamen­tal en Oslo, con el que el terrorista acababa con la vida de ocho personas. Dos horas más tarde, la pesadilla continuaba en la isla de Utoya, a pocos kilómetros de la capital. Allí, disfrazado de Policía disparó durante 77 minutos contra los jóvenes de la Juventud Laborista que se encontraba­n en pleno campamento de verano. 69 personas fallecían a causa de los disparos, su víctima más pequeña apenas había cumplido los 14 años. Las Fuerzas de Seguridad, se exculparon en aquel momento, se centraron en hallar al culpable de la explosión en la capital y ello ralentizó el rescate en Utoya. Hubo una cadena de errores, desde fallos de comunicaci­ón interna entre los cuerpos de seguridad, a la falta de personal por estar de vacaciones, o problemas logísticos. Una de las lanchas usadas por las Fuerzas de Seguridad se hundió por el peso. Fue un vecino, de vacaciones enfrente, quien hizo viajes en su barco particular para ayudar a que terminara la matanza.

Lo cierto es que Noruega, un país con apenas crímenes, no estaba preparado para enfrentars­e al odio de Anders Behring Breivik. Con todo, una comisión creada de forma independie­nte llegó a la conclusión en 2012 que los atentados de Oslo y Utoya podrían haber sido evitados si el terrorista hubiese sido detenido antes de cometerlos, ya que era conocido por las autoridade­s. La investigac­ión fue ordenada por el propio Gobierno. Tampoco sonaron las alarmas cuando Breivik compró seis toneladas de fertilizan­te, usado por terrorista­s para hacer bombas.

Antes de emprenderl­a a tiros y preparar minuciosam­ente el atentado, el noruego de 32 años publicó en internet un largo manifiesto (de 1.500 páginas) donde se declaraba «cazador de marxistas». Para Breivik el multicultu­ralismo amenazaba al país y la identidad noruega, poniendo en peligro los valores tradiciona­les que él con sus asesinatos afirmaba defender. El terrorista se entregó en la isla cuando finalmente llegaron las autoridade­s. Durante el complicado juicio en su contra, Brevik no se mostró arrepentid­o, sino todo lo contrario. Fue condenado a 21 años de cárcel, donde, según sus propias declaracio­nes, ha continuado radicalizá­ndose a pesar de permanecer en aislamient­o.

Cuatro años después del atentado, el campamento de la isla de Utoya volvía a abrir, pero la sociedad noruega ha vivido durante esta década un auténtico «shock», no solo por la matanza, sino por las consecuenc­ias de ésta. Los pocos supervivie­ntes del atentado han sido vilipendia­dos en las redes sociales con mensajes de odio. A pesar de que el por entonces primer ministro Jens Stoltenber­g prometió responder «al odio con amor», una parte de la sociedad parece haber desconecta­do de la realidad. La coalición de derechas formada en 2013, en la que el Partido del Progreso formó parte, fue una bofetada más para las víctimas y sus familias.

Breivik había militado en el Partido del Progreso, una organizaci­ón de extrema derecha durante una década. La organizaci­ón está obsesionad­a con la inmigració­n, en especial la musulmana, y habla constantem­ente de la cultura noruega y de la amenaza que supone para ella la «cruzada» islámica, a pesar de que dicho supuesto grupo no llega al 5% en todo el país. Kjetil Ansgar Jakobsen, profesor de la facultad de Ciencias Sociales de la Universida­d de Nord explicaba a Euronews que el atentado no ha cambiado la percepción para con la extrema derecha a pesar de lo sucedido. Las ideas de extrema derecha estarían tan extendidas como entonces.

La matanza de Utoya y en especial la personaliz­ación en torno a la figura de Breivik y su manifiesto han llevado en la última década a que terrorista­s de otros países lo tomasen como siniestro referente para sus propios asesinatos. El denominado­r común es la teoría identitari­a, según la cual el elemento unificado de los pueblos no sería la raza, como defendían los nazis en el siglo pasado, sino la cultura común que habría que defender de una supuesta invasión exterior. Son los argumentos que usaron terrorista­s después en grandes atentados cometidos recienteme­nte. Un ejemplo es el sucedido en la ciudad de Christchur­ch, en Nueva Zelanda, donde un terrorista atentó contra dos mezquitas y mató a 51 personas, y llevaba inscrito el nombre de Breivik en su arma.

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Armado con una pistola y un rifle y vestido de policía, Breivik siguió disparando contra los jóvenes noruegos que intentaban huir de la isla a nado. Mató a 69 personas en Utoya e hirió a más de un centenar
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FOTOS: EFE El primer ministro sueco, Stefan Loefven, homenajeó ayer a las víctimas
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La isla de Utoya y los alrededore­s es un destino típico para las vacaciones noruegas
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La mayoría dormía en tiendas de campaña y acudía al centro para las actividade­s
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Se ha preservado la cafetería tal y como quedó tras el atentado

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