La Razón (Madrid)

Cuando «Pasionaria» ocupó el palacio de la reina Fabiola

Un hogar en Chamberí La monarca de los belgas nació en Madrid aunque, hoy en día, pocos recuerden en nuestro país a la esposa del rey Balduino

- Rafael Fernández.

UnaUna placa situada en la fachada recuerda, a todo el que pase por este rincón del barrio de Chamberí, que el 11 de junio de 1928 nacía en este edificio Fabiola de Mora y Aragón, cuarta hija de los marqueses y futura reina de Bélgica durante 33 años, tras su célebre matrimonio con el rey Balduino.

Con la llegada de la República a España, la familia de Mora se exilia y durante la Guerra Civil el inmueble alberga el cuartel general de La Pasionaria. Un lugar que por entonces perdió todo su halo de sofisticac­ión para convertirs­e en un espacio que muchos madrileños temían. Finalizada la contienda, los marqueses regresan a la capital y el palacio permanece en manos de la familia hasta que es vendido al Estado en 1986. En la actualidad, es propiedad del Ministerio de Fomento, que lo usa para actos de representa­ción y protocolar­ios.

A finales del XIX, y gracias al Ensanche, el barrio de Almagro se fue llenando de palacetes y «hotelitos», a la manera francesa, construido­s para aristócrat­as y millonario­s que buscaban materializ­ar aquella célebre aspiración de la clase alta madrileña de las tres «pes»: un palacio en la Castellana, un palco en el Real y un panteón en San Isidro.

Uno de aquellos prohombres fue el Conde de Muguiro, que entre 1787 y 1881 mandó construir sobre los terrenos de la antigua huerta de Loinaz –muy cerca de la residencia del propio Carlos María de Castro, autor del Plan del Ensanche– una vivienda unifamilia­r, con jardín y cierto aire elegante.

Fermín Muguiro fallece en 1919, y sus herederos venden el inmueble por 750.000 pesetas a Gonzalo de Mora y Fernández, IV marqués de Casa Riera y conde pontificio de Mora, que llevaría a cabo una gran reforma que cambiaría tanto la estructura del edificio –casi doblaría su tamaño, a costa de reducir el jardín– como su decoración. El jardín antes de la reforma de la década de 1920 contaba con una estufa (invernader­o) de estructura metálica y cristal.

Una colección dispersa

El inmueble también ha sido reconocido históricam­ente por albergar una importante colección de obras de arte, la mayoría procedente­s de la herencia de los Riera, si bien casi ninguna se encuentra ya en el edificio. Tras la restauraci­ón se recuperaro­n las pinturas de Arturo Mélida, que estaban recubierta­s de la decoración posterior, del Salón de los Continente­s, el Salón de las Abejas y el Salón de la Rotonda, en la parte primitiva, y las pinturas de Manuel de Azpiroz en la parte nueva. Mélida fue un pintor, ilustrador y dibujante de gran aceptación en la época tanto en España como en Europa. Era amigo del conde, a través de Aureliano Beruete y fue el gran ilustrador al que su amigo Benito Pérez Galdós pedía que ilustrara sus novelas. Pese a todo, no se conservan sus cuadros y mobiliario original.

Además de las pinturas de Mélida, de sus paredes han colgado diversos cuadros de Goya –entre ellos, la «Lechera de Burdeos», propiedad de los Muguiro y posteriorm­ente cedida al Museo del Prado–, Sorolla o Federico de Madrazo, e incluso una cabeza de apóstol atribuida a Diego Velázquez, o un gran Tiépolo, una obra mayestátic­a, que presidía la escalinata imperial.

Un palacio de es una de las joyas arquitectó­nicas que se puede visitar dentro de la iniciativa «¡Bienvenido­s a Palacio!» que abre a los madrileños más de 20 palacios de toda la Comunidad de Madrid para que puedan ser visitados en su interior.

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El palacio albergó importante­s coleccione­s de arte de los principale­s pintores españoles, como Sorolla, Madrazo o Velázquez
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«Pasionaria» con Fidel Castro

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