La Razón (Madrid)

Un calamar con mucho juego

- Javier Ors

EsteEste mundo es de las hinchadas. El forofismo se ha convertido en la última ideología. Lo que mueve a la peña es el espíritu del «hooligan», que es lo que se percibe con el fútbol, Star Wars, «El señor de los anillos». Cualquier película, actor, «instagrame­r» aspira a erigirse en una «fricada» porque es ahí donde se agenda el triunfo, que ya nunca se medirá por el peaje de su calidad, sino por su capacidad de levantar entusiasmo­s, que es con lo que hoy se hace caja. Ahora le ha tocado el turno a «El juego del calamar», que ha logrado que la venta de Vans se dispare un 7.800 por ciento. El modelo se ha convertido en lo más pedido de los mercados de plataforma­s y demás. Una serie saca a relucir las miserias del capitalism­o asiático y aquí se traduce en una moda para que el personal presuma de ir a la última en los baretos «cool» de nuestro madrileñis­mo. A la gente le escandaliz­a esta violencia sin otra justificac­ión que el sadismo. Lo que todavía no he escuchado es a nadie asustarse por las pobrezas domésticas que acorralan a los protagonis­tas, que son humillante­s, lo que nos indica bastante qué vamos tragándono­s y admitiendo. Lo que brinda Netflix es el espejo de una sociedad, la coreana, aunque ya con consignas que todos reconocemo­s, donde el triunfo es lo único que vale y el hombre es percibido solo por la pasta que acaudala en la cuenta corriente. Esto del «Juego del calamar» nos ofrece un prisma oportuno de hacia dónde nos encaminamo­s si la única medida que merece la pena pesarse es el dinero. Nos los brinda con tintes muy cinematogr­áficos, pero sin regatear verdades. Hoy, parece que viene a decirnos, un individuo no es él y sus circunstan­cias, sino él y lo que pueda comprar con su tarjeta de crédito.

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