Tulipomanía en el Jardín Botánico
Hay un consenso más o menos generalizado que insiste en señalar que la primavera es la estación que mejor le sienta a Madrid. La ciudad, a estas alturas, en las semanas previas al Dos de Mayo y un mes antes de que se multipliquen los chulapos y las chulapas por San Isidro, se pone guapa. Uno de los puntos en los que se puede comprobar este extremo de una manera más clara es el Jardín Botánico. Un museo al aire libre en pleno corazón de la capital que alberga más de 5.500 especies de plantas de todo el mundo. Quizá una de ellas sea la más fotogénica: lo tulipanes. Acaban de florecer hace pocas semanas y hacen las delicias de madrileños y turistas. También de los «instagramers» que recorren el jardín en busca del encuadre perfecto. A principios de febrero, terminó la plantación de 19.000 bulbos de tres cultivariedades de tulipanes, cuya floración empezó a concretarse a finales del pasado mes de marzo. Procedentes de Holanda, este año se han plantado bulbos de las cultivariedades «Antarctica», «Ile de France» y «Yellow Flight» buscando el cromatismo del blanco, el rojo y el amarillo como colores predominantes en la futura floración. La tulipomanía ha llegado para quedarse. Y es una planta con historia porque allá por el siglo XVII, coincidiendo con una época de prosperidad en los Países Bajos, se convirtió en un símbolo, quizá uno de los mayores, de riqueza. Desde el Jardín Botánico, tal y como relatan en su web, gracias a los inexplicables cambios que surgían en algunos de sus bulbos, con variedades multicolores, irrepetibles y de una exótica belleza, se produjo una auténtica fiebre productora y compradora que provocó un aumento exponencial en el precio del tulipán. Se publicaron cientos de catálogos e incluso se dejaron de cultivar otras flores. En 1623 un solo bulbo de tulipán se vendía fácilmente por 1.000 florines. Para hacerse una idea de semejante valor baste citar que el sueldo medio anual de un holandés era de 150 florines y una tonelada de mantequilla costaba 100 florines. El récord lo batió Tulipa «Semper Augustus». En 1635 se llegó a cambiar un solo bulbo de esta variedad por una lujosa mansión en el centro de Amsterdam. Se producía así el fenómeno conocido históricamente como «tulipomanía» que tenía su reflejo en la misma Bolsa de valores holandesa.