La historia literaria de Madrid se fue tejiendo entre rivalidades, amoríos y tertulias
Avanzando algo más, la ruta llega a la Plaza del Ángel. Puede pasar desapercibida entre la plaza de Santa Ana y la de Jacinto Benavente, pero que cuenta con un especial pasado cultural, ya que en el Palacio del Conde de Tepa, que actualmente es un hotel, Leandro Fernández Moratín estableció la Fonda de San Sebastián. «Él venía de crear la academia del buen gusto, donde todo era algo más refinado», señala Cristina. Aquí, sin embargo, se hablaba de todo: de amoríos, de toros, de teatro… Incluso había, dicen, un cartel en el que se prohibía hablar de política que era sistemáticamente ignorado. Goya, Espronceda y Larra pasaron por este lugar, en el que se debatía, sobre todo, por los caminos que debía tomar el teatro. «Había un sector que quería renovarlo y alejarse del tono vulgar que había tomado por representarse en los corrales, acercándose más a las tragedias italianas y francesas para volver un poco a la comedia del arte», explica Cristina.
Justo en frente de este palacio encontramos, además, un lazo entre el presente y el pasado de la ciudad. Y es que, en el lugar donde se encontraba el cementerio de la iglesia de San Sebastián, ahora se alza la floristería El Ángel del Jardín, la más antigua de Madrid y donde la escritora Vanesa Monfort sitúa la acción de su novela «Mujeres que compran flores». Pero, además, este lugar inspiró a Benito Pérez Galdós para su novela «Misericordia», y guarda una historia que, si bien puede resultar un tanto triste, también es hermosa. La esposa de José de Cadalso falleció, y fue enterrada en este cementerio. Él, que no podía soportar el dolor de su ausencia, una noche trató de desenterrarla. No lo consiguió, pero sí que relató lo sucedido en «Las noches lúgubres». Pero ella no fue la única enterrada en este cementerio ni que pasó por la iglesia de San Sebastián. Aquí se casaron Bécquer, Canalejas y Sagasta entre otros muchos. Incluso se conserva en su archivo parroquial la documentación de que este fue el lugar donde fue enterrado Lope de Vega. «Iba a ser enterrado en la cripta, pero no pagó los derechos de uso y acabó en un osario», señala la guía. Hoy en día no se sabe dónde están los restos del autor.
Más adelante, bajando por la Plaza de Santa Ana, se encuentra el Teatro Español. En un lado y en otro, una estatua de Calderón y otra de García Lorca presiden el lugar, ya que ambos estrenaron sus grandes obras en este teatro que, en realidad, nació del corral del Príncipe. «El barrio de las letras, en tiempos de Felipe IV, era considerado como las periferias», señala Cristina. Sin embargo, la proliferación de la Universidad de Alcalá, donde estudiarían artistas como Góngora y Quevedo, la unificación del español con Antonio de Nebrija y la aparición de la imprenta, ayudó al auge de los libros y del teatro. Así, la ciudad empieza a ensanchar y muchos artistas empiezan a vivir en esta periferia, porque no había sitio en el centro.
La ruta continúa por la calle del Prado hasta el Ateneo de Madrid, un lugar ampliamente impulsado por Isabel II y que se crea con el objetivo de albergar tertulias, encuentros de artistas y debates sobre política. Sigue la ruta, después, por la calle León, hogar del mentidero de los representantes. «Aquí se encumbraba o se hundía cada obra que se estrenaba, y este, en concreto, era muy famoso por los cuchicheos sobre los líos de Lope de Vega y Cervantes, quienes artísticamente se respetaban, pero entre los que había mucha rivalidad». Justo al lado, de hecho, está la calle Cervantes, donde se encuentra la casa donde vivió y murió el escritor, y, un poco más abajo, se encuentra la casa de Lope de Vega.
Pero si de rivalidades se trata hay que hablar de Quevedo y Góngora, quienes no solo se dedicaban versos sino que, incluso, Góngora llegaría a comprar una casa que era propiedad de Quevedo para tratar de desahuciarle, la cual se encuentra frente al convento de las Trinitarias, en el cual se conserva, a su vez, un documento donde se dice que Cervantes está enterrado en este lugar, que aún hoy permanece cerrado al bullicio de Madrid. Tras sus muros, ya entonces, se dice que Sor Marcela de san Félix –supuesta hija ilegítima de Lope de Vega– escribió teatro conventual, el cual representaba con sus hermanas de congregación. Lejos de los corrales y los teatros, las mujeres, entonces, debían ingresar en conventos como este para hallar la libertad que un Madrid lleno de creatividad no sabía darles.