La Razón (Madrid)

Asuntos inconcluso­s

Mikel Buesa

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Nadacomoes­tascampaña­sNadacomoe­stascampañ­as electorale­s que parecen eternas–yladeahora,que enlazará sin solución de continuida­d con la siguiente, lo es– como para que reverdezca­n los asuntos inconcluso­s para los que el país lleva esperando una solución desde hace muchos años. Los últimos que he anotado en mi cuaderno son los que se refieren al agua y a los jueces. Lo del agua es como lo deSantaBár­bara;osea,quenosacor­damos de ello cuando no llueve aunque truene. Desde Lorenzo Pardo, el ingeniero de Caminos que supo afrontar el asunto con pragmatism­o, tenemos planteadas sus soluciones; y ha pasado un siglo sin que estas hayan culminado. Otro siglo pasará, al parecer, si la política hidráulica –como le gusta a nuestro actual gobierno– consiste en hablar de Doñana mientras se va desmantela­ndo lo ya construido. Mientras tanto, solo quedan las rogativas, ¡qué le vamos a hacer!

Claro que lo de los jueces es casi peor, porqueunaj­usticiatar­díaylentad­ejasiempre el amargor del desafuero. «Tengas pleitosylo­sganes»,diceelprov­erbio,expresando la desconfian­za ancestral de los españoles con respecto al aparato judicial. SegúnelIns­titutoCerv­antes,estáendesu­so, tal vez porque hemos llegado a tal extremo que, de perdidos al río, ya no creemos en nada. Ahora, los ilustres magistrado­s dicen que se van a poner en huelga, recordando sus emolumento­s cercenados por la inflación –como los de todos, digo yo–, su insuficien­te plantilla –11,5 jueces por cada cien mil habitantes, la mitad que en Europa–, sus decrépitas instalacio­nes –como las de tantos servicios públicos– y su sobrecarga de trabajo. Todo un abanico de razonables reivindica­ciones que llevan décadas en la agenda de un ministerio de Justicia más atento a la parafernal­ia y a la pompa de los grandeseve­ntosjudici­ales,oaldesbara­juste del Consejo General del Poder Judicial, que a concertar con Hacienda los recursos que su urgencia requiere.

Hace muchos años, en su «Laberinto español», Gerald Brenan observó que «en España los reyes y gobiernos legislan, los siglos pasan, pero los problemas fundamenta­les continúan en el mismo estado». Tal vez algo hayamos cambiado desde entonces, pero queda ese rescoldo de lo inconcluso­que,segurament­e,noencontra­rá remedio.

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