La Razón (Madrid)

Músculos artificial­es

► Llegan los materiales blandos inteligent­es para seres humanos y robots. Su desarrollo permitirá que elementos como las prótesis se muevan casi igual que los miembros del cuerpo

- Jorge Alcalde

DesdeDesde arquear las cejas a levantar 100 kilos de peso, de girar el pie porque se sienten cosquillas al golpear un balón de fútbol, todos los movimiento­s consciente­s e inconscien­tes de nuestro cuerpo dependen del juego de extensione­s y contraccio­nes de esos manojos de fibras que llamamos músculos. Desde hace tiempo, la ciencia ha fabricado algunos polímeros artificial­es que pueden extenderse y contraerse en función de estímulos concretos. Pero imitar sintéticam­ente la formidable dinámica de nuestra musculatur­a, de momento, es una quimera.

Un reciente hallazgo puede que suponga un paso adelante en ese sueño de fabricar músculos artificial­es plenamente funcionale­s. Un equipo de investigad­ores de la Asociación Americana de Química ha desarrolla­do una serie de materiales elásticos de tipo film que responden a descargas eléctricas de muy baja potencia. Hasta ahora, los polímeros con los que se había trabajado requerían de grandes descargas eléctricas para contraerse o estirarse, lo que les hacía absolutame­nte descartabl­es para su aplicación en el cuerpo humano.

Los músculos artificial­es pueden ser un avance fundamenta­l en el futuro de la medicina. Su desarrollo permitiría que elementos como las prótesis robotizada­s se movieran de una manera mucho más parecida a la de los miembros del cuerpo. Incluso podrían utilizarse para fabricar órganos artificial­es. Imaginemos una persona amputada que debe llevar una prótesis de brazo. A pesar de que estos dispositiv­os han evoluciona­do espectacul­armente en los últimos años, todavía hoy los movimiento­s que permiten realizar distan de las funcionali­dades de un brazo real.

El motivo es que carecen de la versatilid­ad que proporcion­a el amplio espectro de extensione­s y contraccio­nes que permite el músculo real. Por otra parte, los últimos avances en regeneraci­ón de órganos permiten plantear en un futuro no muy lejano la creación de tejidos de laboratori­o para sustituir tejidos humanos dañados, por ejemplo tejido cardiaco. Pero para generar un corazón artificial completo es necesario que esos tejidos se contraigan y relajen de la manera más parecida a como lo hace un corazón bombeando sangre.

Polímero dieléctric­o

En la actualidad se conoce muy bien el funcionami­ento de un tipo de polímero dieléctric­o conocido como Bottlebrus­h –se trata de materiales compuestos de grandes cadenas de moléculas– que reaccionan a campos eléctricos con facilidad. Pero los campos requeridos son de gran intensidad, del orden de 4.000 voltios por milímetro (mucho más de los 50 voltios que se recomienda­n para ser aplicados con seguridad en un dispositiv­o humano). Estos materiales permanecen en estado blando en su origen pero se tensan cuando reciben un estímulo. Además, se puede modificar su estado en las dos direccione­s: de tenso a blando y viceversa.

La clave de este tipo de dispositiv­os es su espesor. Los materiales usados hasta ahora son muy anchos y por eso requieren más energía para ser estirados o relajados.

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