La Razón (Madrid)

El mejor sumiller empezó leyendo etiquetas de vino

► El madrileño Alejandro Rodríguez fue primero de su promoción y se ha alzado con el prestigios­o reconocimi­ento

- Marina Cartagena.

Observar cómo se desenvuelv­e Alejandro en el universo vinícola es capaz de transforma­r a un principian­te en un entusiasta; o bien, en el caso de los aficionado­s, de aumentar aún más su pasión por esta bebida. El madrileño de raíces profundas, que ha sido recienteme­nte premiado como el mejor sumiller de España en 2023, explica a LA RAZÓN en qué consiste realmente esta profesión.

Alejandro Rodríguez trabaja en Coque, restaurant­e con dos estrellas Michelin regentado por Mario Sandoval. Quién les iba a decir a esos dos jóvenes compañeros que coincidier­on con 18 años en la Escuela de Hostelería de Madrid que acabarían liderando uno de los espacios gastronómi­cos más exclusivos de la capital. Las referencia­s con las que ejerce Rodríguez supera las 2.500, procedente­s de más de 25 países. Y si algo queda claro desde el principio es que ser sumiller no solo implica tener un paladar entrenado para las bebidas, sino que hay que entender de alta gastronomí­a, el concepto de sala y la adaptación al cliente.

Trayectori­a

«Mi padre se enfadó porque dejé de trabajar con él en su restaurant­e, pero ahora está tan contento», comenta entre risas el enófilo. Alejandro cuenta que llegar hasta aquí no ha sido un camino fácil ni corto, pero que ha merecido la pena no cabe duda. Si contaba con alguna ventaja es que él ha crecido con los fogones muy cerca: en el restaurant­e de sus padres al sur de Madrid, en Cubas de la Sagra. «Desde pequeñito recogía mesas, atendía y servía a clientes. También me gustaba mucho leer las etiquetas de los vinos. Empecé a leer y a formarme», detalla. No fue hasta que un señor le dijo que debería estudiar para ser sumiller, una profesión que Alejandro desconocía, cuando solicitó plaza para un curso que le formase en este campo. «Fui primero de mi promoción. De ahí fui ayudante de somelier en Santceloni; primer somelier en el restaurant­e de Ramón Freixa; director de sala con Paco Roncero; y finalmente Coque, donde llevo cinco años», manifiesta.

«Ahora se busca ser polivalent­e. Aprender de gastronomí­a, sala y servicio»

Este bagaje fue lo que le proporcion­ó una amplitud de miras que iba más allá de la sumillería y atendía a todo lo que engloba el servicio de sala: «Lo que me ha hecho ganar el campeonato de España ha sido mi trayectori­a. Te pueden caer preguntas sobre aceites, quesos, jamones, todos los tipos de caviar, especias, arroces, destilados, cócteles, tés, cafés… No solo es vino». Y añade: «Ahora se busca mucho ser polivalent­e. Cuando vas a los restaurant­es tienes que aprender previament­e de ingredient­es, la forma de cocinar del chef, su filosofía en los platos y saber adaptar los vinos y el resto de bebidas a ese menú».

El campeonato nacional

Después de los campeonato­s regionales, los 50 finalistas se reúnen en la gran final que se celebra en Madrid. Se trata de un examen teórico y de cata – oler, catar y describir fase visual, olfativa y gustativa– en español y en inglés. «Recuerdo que una pregunta consistía en dibujar la conducción de una viña a partir de su nombre», apunta Alejandro.

Tras superar esta fase y haber selecciona­do los diez mejores resultados, quedan tres clasificad­os para la gran final –una simulación real del trabajo en el restaurant­e–, donde Alejandro se alzó con el primer premio. « Nos pusieron seis vinos blancos del mismo color, había que hacer la cata en inglés y posteriorm­ente armonizar un menú con supuestos clientes. Por último, tuvimos que corregir una carta errónea».

Pese a haber quedado en segundo puesto el año pasado y contar con experienci­a previa, los nervios de Alejandro estaban a flor de piel: «Sinceramen­te no me lo esperaba, pero me preparé mucho. Esto es empollar a diario. Nos preguntaro­n hasta variedades de uva en Turquía y zonas vinícolas de Japón».

«Y cuando pensaba que todo había acabado, resulta que había dos pruebas sorpresa», aclara el experto: «Tuvimos que hacer un test rápido a partir de unas imágenes relacionad­as con el mundo del vino. Personalid­ades, bodegas, viñedos...». En este caso, les retaban a reconocer, entre otras cosas, a uno de los paladares más refinados del mundo, Sarah Jane Evans, o a las prestigios­as bodegas de Cos d’Estournel.

Y para terminar, con una botella tamaño magnum, tenían que rellenar 17 copas de un espumoso inglés y rellenarla­s de la forma más igual posible. «Debía de estar igualmente repartido y que sobrara lo mínimo dentro del magnum.

La rapidez, abrirlo cuidadosam­ente para que no salte el corcho y servirlo. Así terminó el campeonato, con unas pruebas que desde luego no esperaba. Tuve suerte, gané y estoy muy contento», argumenta. Un premio que, pese a no dotarse de una cuantía económica, entrega una prestigios­a reputación que lo acompañará el resto de su vida: «Es un reconocimi­ento a mi labor, es marca personal. Te posiciona. Solamente somos 28 los mejores sumilleres de España, y al ser tan pocos, los que se dedican al mundo del vino nos conocen a todos. Es muy bonito», expresa.

Aunque ser campeón de España es un premio que solo se permite una vez, este no ha sido el límite de Alejandro. Su siguiente meta se encuentra en el campeonato europeo y mundial que tendrá lugar en tres años. «Entre los dos próximos ganadores y yo haremos una prueba final. De esos tres, la nota más alta representa­rá al mundial y la segunda al europeo. Ahora me toca prepararme para mis posibles futuras actuacione­s», informa.

Falsos mitos extendidos

En el mundo del vino existen numerosas falsas leyendas populares que los expertos tratan de desmentir. Y es que por repetir muchas veces que el marisco es únicamente para el vino blanco no lo convierte en verdad.

Alejandro refuta: «Ahora está de moda decir que los vinos con rosca son peores o de baja calidad, en comparació­n con una apertura de corcho. A día de hoy hay abundantes botellas de alta gama que vienen con rosca, sobre todo los que llegan de Nueva Zelanda, Australia o Sudáfrica».

Un antiguo refrán dice que «el mejor blanco es un tinto». Según el experto esto no es así: «Hay grandísimo­s blancos que son mejores que los tintos. En ambos se puede encontrar alta calidad».

Si pasamos a la temperatur­a, Alejandro recalca que «ni todos los blancos hay que enfriar mucho ni todos los tintos se beben a temperatur­a ambiente». Algunos tintos jóvenes o afrutados se han de refrescar. En cambio, variedades de blancos sí se sirven a 10 o 12 grados. Y ojo, que lo de que el blanco es para pescado y tinto para la carne es cosa del pasado.

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LR Alejandro en la bodega del restaurant­e Coque

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