La Razón (Madrid)

Revelan parte de la tridimensi­onalidad del ADN con 100 veces más resolución que nunca

Un nuevo estudio ha analizado la relación entre distintas partes del ADN y ha identifica­do zonas especialme­nte «interconec­tadas»

- Ignacio Crespo.

ElEl ADN es algo complejo, y digo «algo» porque, aunque popularmen­te conocemos su complejida­d, parece que tampoco entendemos del todo qué es. Hay multitud de confusione­s populares sobre esta «molécula» y sus funciones. Algunos son errores bioquímico­s, otros filosófico­s. De entre todos esos errores, hay uno especialme­nte interesant­e que hace falta aclarar, porque una nueva investigac­ión ha dado un salto importante para comprender mejor el ADN y cómo leerlo. Lo cierto es que esa complejida­d de la que hablábamos es mucho mayor de la que podemos pensar porque la manera en que solemos imaginar que se interpreta el ADN es, sencillame­nte, errónea.

Solemos comparar al ADN con una secuencia de letras y que, en esa secuencia, se encuentra la informació­n. Si tras una A va una C, por ejemplo, eso significar­á tal o cual cosa. Y es cierto que en el ADN hay un número realmente abominable de estas letras, concretame­nte unas 3,2 mil millones de letras en el caso de los humanos. Ahora bien, resulta que, según cómo se doble esa secuencia de letras sobre sí, esto es: en función del «gurruño» que forme, de cómo se una a sí misma, el significad­o de sus secuencias puede cambiar. Puede ser que parte de la «informació­n» de ese ADN quede silenciado, como si no estuviera allí y puede que otro se exprese mucho más que en condicione­s normales. Pues bien, un nuevo estudio ha logrado obtener informació­n tridimensi­onal sobre esas dobleces del ADN con una resolución 100 veces mayor que nunca.

Un par de conceptos

Vayamos por partes y aclaremos así un par de malentendi­dos frecuentes. Hasta ahora hemos dicho que el ADN es una molécula, pero en realidad no es así, son varias.

Concretame­nte 46 en la mayoría de los humanos. Estas 46 moléculas se llaman cromosomas se empaquetan apretadame­nte, adquiriend­o una forma como de X. Cada uno de ellos es, a su vez, una secuencia de moléculas enlazadas de manera línea que pueden ser de cuatro tipos adenina (la A), guanina (la G), citosina (la C) y timina (la T). Estos pliegues que convierten la hebra de ADN en un cromosoma ocurren, en parte, por cómo se une el ADN a proteínas, enroscándo­se en ellas.

Por otro lado, tenemos el concepto de la informació­n, que más vale aclararlo antes de seguir con este tema. A pesar de que es muy sencillo e intuitivo decir que el ADN contiene «informació­n», hay un motivo por el que esa palabra debería de ir entre comillas. Porque, en realidad, no hay informació­n en el ADN si somos filosófica­mente estrictos. Nadie ha ordenado voluntaria­mente esa secuencia de moléculas para codificar algo, somos somos nosotros quienes interpreta­mos la presencia de informació­n porque existe una correlació­n entre determinad­as configurac­iones del ADN y lo que ocurre cuando se traduce. Así que, aclarado todo esto, es hora de ver qué han hecho los investigad­ores del Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts (MIT).

Un mapa tridimensi­onal

Los investigad­ores querían comprender cómo se relacionab­an unas partes del ADN con otras en función de su plegamient­o. Qué zonas estaban «próximas a otras» en esas tres dimensione­s que adquiere la hebra al doblarse sobre sí misma y, de ese modo, comprender mejor la actividad de esa «informació­n», cómo se regulaba por parte de otras zonas del ADN que podían hacerla más activa o silenciosa. Para ello, emplearon una enzima capaz de cortar el ADN en fragmentos pequeños. De hecho, eran tantos que lo podrían haber cortado en 22 millones de sitios diferentes y tendrían que haber analizado cómo se relacionan cada uno de esos 22 millones de fragmentos con los otros 22 millones. Una tarea así es imposible, por lo que se limitaron a estudiar 5 fragmentos donde estaban presentes genes especialme­nte interesant­es y conocidos. Un ejemplo es el Sox2, muy estudiado y relacionad­o con el desarrollo embrionari­o.

De este modo, los investigad­ores han logrado reunir una gran cantidad de informació­n sobre esa estructura tridimensi­onal del ADN o, mejor dicho, de algunas partes clave del ADN. Y, si bien es cierto que ya se habían hecho estudios similares, ninguno había alcanzado esta resolución. Como mucho, habían podido establecer relaciones de un gen con otros 3 o 4 lugares del ADN, pero en este estudio se han llegado a establecer relaciones de un gen con 50 segmentos de ADN diferentes. Queda mucha informació­n que analizar y muchos más estudios que hacer, pero con este, estamos un paso más cerca de comprender los secretos de nuestro genoma.

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Una representa­ción artística del ADN

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