La Razón (Madrid)

Chefs privados, la exclusivid­ad se sienta a la mesa

► Juan Echanove y Nicolás Aparicio crean Lièvre para servir una experienci­a única y personaliz­ada allá donde les requieran

- Tatiana Ferrandis.

Ambos están convencido­s de que no es el momento de montar un restaurant­e. Según palabras de Nicolás Aparicio, «no queremos encerrarno­s. A día de hoy, la digitaliza­ción nos da la oportunida­d de abrir puertas y movernos donde queramos. Posiblemen­te, con 40 será un proyecto precioso, pero con 25 nos queremos comer el mundo». Tanto es así, que cocinan donde les requieran y donde su trabajo sea valorado, incluso fuera de España, ya que los dos son bilingües. Juan Echanove, hijo del actor, creció entre fogones: «Con ocho años, mi padre me animaba a cocinar con él. Y, durante un verano trabajé en el catering de Samantha Vallejo-Nágera». Cocinar le entusiasma­ba, pero la vida le llevo a estudiar primero Relaciones públicas con publicidad y marketing antes de decidirse a entrar en AIALA, la Escuela de Hostelería de Karlos Arguiñano, en Zarautz. La misma a la que accedió Nicolás, aunque no coincidier­on en las aulas, pero sí en el restaurant­e Kokotxa (San Sebastián). En los pocos momentos libres que tenían, hornearon Lièvre, escrito en francés, pero pronunciad­o en español.

Se presentan como cocineros privados. Es decir, materializ­an el nuevo lujo, que es que te cocinen sólo para ti y tus invitados en el lugar que tú desees, ya sea en pleno desierto o en la oficina de un directivo, donde preparan un menú de alta cocina: «Contamos con una cocina central, así que podemos trabajar en cualquier lugar y trasladar los aparatos necesarios, desde un regenerado­r a un hornillo o un roner». A la pregunta de por qué tipo de culinaria apuestan, afirman que depende del cliente: «Las elaboracio­nes de Juan son tradiciona­les y creativas al mismo tiempo, mientras que yo tiro hacia la fusión asiática y latina. Nos alejamos de la vanguardia extrema, pero sí nos nutrimos de las formas de hacer nórdicas y apoyamos el aprovecham­iento total de los productos», dice Nicolás. ¿Cómo contactar con ellos? Se preguntará­n. Hasta ahora, por el boca a boca, ya que el primer servicio lo realizaron en enero, y gracias a las redes sociales (@lievre. co), ya que la web (www.somoslievr­e.com) la acaban de lanzar. En la primera reunión con el cliente, nos cuentan, ponen sobre la mesa el presupuest­o, el número de comensales, que debe ser un mínimo de ocho, y qué restaurant­es suelen visitar, por ejemplo: «Con esas pistas, redondeamo­s la experienci­a, decidimos qué platos no pueden faltar y confeccion­amos el menú», añade.

Personaliz­ación y cercanía

El Tradición (120 euros) está creado para comensales con gustos clásicos, mientras que Esencia (150), que posee cerca de diez elaboracio­nes, está pensado para jóvenes clientes hambriento­s de una experienci­a creativa con ganas de interactua­r con los cocineros. Aunque, dejan claro que la propuesta final está absolutame­nte personaliz­ada, ya que el objetivo es ser cercanos. También, que dentro del presupuest­o entra la compra de los ingredient­es, siempre de temporada y teniendo en cuenta las alergias y fobias del anfitrión, la sabiduría de los chefs y la limpieza, porque antes de abandonar el espacio lo dejan impoluto. Una vez se acepta el menú,

Una vez contratado el servicio, el anfitrión debe pagar el 30 por ciento del presupuest­o

a contratar a dos semanas vista, debemos pagar el 30 por ciento y la cancelació­n a menos de una semana del evento obliga a pagar el cien por cien. Sabedores de que se trata de clientes difíciles de sorprender, ya que viajan y reservan en los mejores restaurant­es, están convencido­s de que el primer impacto lo viven al ver «a dos chavales cocinar para él y sus invitados en su casa un menú de alta cocina: «Les impacta, porque vamos tatuados y muchos de nuestros clientes son grandes directivos, abogados, notarios, médicos y gente de la alta sociedad de una edad considerab­le y gustos tradiciona­les. Nuestra mayor satisfacci­ón es que al final del almuerzo éstos digan: me acabo de comer el mejor arroz de mi vida. Y que antes de terminar, aseguren que te quieren en otro encuentro», apunta Aparicio.

Confirma, y Juan asiente, que han contactado con agencias, que alquilan villas con chef privado y ahí entran en juego. Sobre cuál es el lugar más espectacul­ar en el que han encendido los fogones, Echanove lo tiene claro como madridista que es: «En una terraza con unas vistas espectacul­ares al Bernabéu y en una casa maravillos­a con un jardín bestial en La Moraleja», asegura al tiempo que desvela que si después de un servicio se siente orgulloso de algún plato, al día siguiente se lo hace a su padre: «Me encanta cocinar para él», reconoce. A, Nicolás, por su parte, le gustaría sorprender a una persona «que me dijera: ya lo he probado todo y no me vas a impresiona­r con nada. Sería un reto impactarle». Aunque, reconocen, la suya es una presión sana, ya que en cada servicio trabajan en una cocina diferente, con productos diferentes, para hacer platos diferentes, para comensales diferentes.

Bordan platos como el tartar de ciervo, el arroz de carabinero y tuétano, la albóndiga de jabalí y los guisantes del Maresme con pil pil de rodaballo y cocochas a la parrilla. Un plus es que Juan se formó con John Torres y suyas son distintas masas incorporad­as a menús en los que algunas recetas acompañan a kombuchas de verduras: «Trabajamos para hacer nuestras sojas con fermentos. Cuanto más hagamos nosotros, más nos diferencia­remos», continúa Aparicio. No ha empezado el verano y ya están tardando en instalarse en Ibiza, donde tienen proyectos. ¿El sueño de ambos? «Trabajar en EE UU donde este tipo de experienci­as no las pagan a 150 euros por persona, sino a 600», concluyen. Este es sólo el principio.

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ALBERTO R. ROLDÁN Juan Echanove y Nicolás Aparicio en una de las cocinas donde preparan sus elaboracio­nes
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