La Razón (Madrid)

Blanca Paloma: vuelo rasante y aterrizaje forzoso

► La sueca Loreen gana por segunda vez el añejo festival con su canción ‘Tattoo’, mientras que España queda en el puesto 17 con 100 puntos

- José Beltrán.

LaLa nota más aguda, con una afinación impecable. La mano en alto. La cámara descansa en ella. De repente, la imagen va a negro. Final del trance en el desbordant­e escenario de Liverpool. Todo acaba para Blanca Paloma. O quizá empiece después de tres minutos de infarto que bordó con su aplomo y dominio de su garganta. Escudriñad­os al extremo. No hay plano que no se haya estudiado y que no se haya peleado con la BBC hasta el último segundo para conformar una apuesta tan diferente como arriesgada.

Conseguir que el primer minuto de la actuación pase volando con una única cámara solo se logra cuando hay una mente detrás estudiando frame a frame. ¿El genio de todo esto? José Pablo Polo, compositor e ingeniero del espectácul­o, que además es eurofán. Anoche, mano a mano con sus realizador­es, convirtió una nana flamenca tecno en un cortometra­je que parecía haber supervisad­o el Almodóvar más manchego o el Saura más sevillano. Hasta 35 planos con doce cámaras para evocar a las ancestras, con la ‘yaya’ Carmen, abuela de Blanca Paloma, al frente. Intimista y a la vez expansiva. Tradición y vanguardia. Autenticid­ad. Emoción. Arte. Que puede ser votado o no. Pero no discutido ni cuestionad­o. Ese ‘Ea, ea’ impecable en ejecución por la ilicitana se vuelve hoy a España con un puesto 17 y 100 puntos que saben a poco. Eurodrama tras el Chanelazo.

El jurado profesiona­l le otorgó 95 puntos situándola en un noveno puesto, con un goteo constante de más de una veintena de países, del voto de Albania a los 10 de Portugal. Eso sí, se le resistiero­n los ‘twelve points.’ El televoto de toda Europa le castigó con solo 5 puntos.

Pichona aparte, las apuestas de

Eurovisión nunca fallan. Ojalá aprendiera Tezanos. Se cumplió lo esperado. La sueca Loreen se llevó de calle el festival con 583 puntos, haciéndose con el favor de jurado y público. Once años después de ganar con ‘Euphoria,’ se remasteriz­ó y regresó con ‘Tattoo.’ Aquello sonaba a lo mismo, pero no era lo mismo. Aunque solo fuera por el ingenio de una puesta en escena tan impactante como la de entonces. Ella sola, con su sandwicher­a de arena y pantalla plana, sus garras y sus piruetas vocales, llena cualquier escenario kilométric­o y hace vibrar lo mismo a un lituano que una griega.

Solo un puesto por detrás, el re

presentant­e finés. Será un mamarracho que empieza como un heavy de frenopátic­o y acaba como un Teletubbie, pero es un mamarracho Deluxe. La Fábrica de la Tele, en versión nórdica, capaz de enganchar con un ‘Chachachá’ que taladra el cerebro y se quedará de por vida almacenado en el hipocampo, al igual que el hipnótico ‘Coco Guagua.’

Luego estaba la francesa. Cante lo que cante ‘La zarra,’ su arte para recrearse en cada sílaba de ‘Évidemment’ con un estilazo tal que podría robarte la cartera y los fondos de recuperaci­ón europea, y ni te enteras. Tan digerible como el ‘Coração’ de la vecina portuguesa. Tampoco se quedaron atrás el italiano y el chipriota, que añadían percha a un derroche de voz en falsete que fue recompensa­do en el escrutinio final.

Nota al pie para aquellas que quisieron imitar el Chanelazo con divas clónicas que buscaron dejar ojiplático al respetable a golpe de cadera. Véanse la armenia, la israelí y la polaca. Las dos últimas, alumnas aventajada­s de español. Una, venga a repetir «Fenomenal» como mantra de autoestima y la otra, pidiendo un café ‘solo, solo.’

A partir de ahí, Eurovisión sin lexatines ni protectore­s de estómago. A saber, un Horteralia, con permiso del dignísimo festival extremeño. Exceso de decibelios, engolamien­tos de voz, empacho purpurina, fuegos artificial­es a raudales... Todo revuelto en un eclecticis­mo propio de los montones del difunto Sepu. Lo encarnó a la perfección Serbia, con su apocalipsi­s nuclear mientras descansaba en una flor de loto. O los moldavos, con un espectácul­o que se tendría que vetar en breve en una España que ha condenado al ostracismo al ‘bombero torero.’Hicieron méritos el ejército croata al más puro estilo Ojete Calor o los metálicos alemanes, que parecían un ‘spin-off’ trasnochad­o ‘Stranger Things,’ con Demogorgon de protagonis­ta. Capítulo aparte para los albanos, que eran algo así como la Kelly Family, pero en siniestro. O la ‘british» anfitriona, que debe estar tan acostumbra­da a tirar de auto-tune que no fue capaz de descubrir que no dio un acorde en su sitio. Con ‘Sálvame’ en plena operación desahucio, ya solo nos quedará Eurovisión como refugio para hacer la croqueta en medio de una tele que se avecina triste hasta dentro de 364 días. ‘Eaea.’

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 ?? EFE ?? Blanca Paloma, sus coristas y bailarinas, en los segundos finales de la actuación
EFE Blanca Paloma, sus coristas y bailarinas, en los segundos finales de la actuación
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3/La Zarra dignificó a Francia con ‘Évidemment’,
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4/Los croatas Mama SC! ejemplific­aron el histrionis­mo del festival

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