José Luis Martínez-Almeida
Reconozco que tengo debilidad por mi alcalde desde que escuchaba sus intervenciones como concejal en la casa de todos los madrileños. Esteban González Pons, Juan Carlos Aparicio, Isabel Díaz Ayuso y Almeida son las cuatro mejores cabezas políticas que he conocido en mi vida. Se les entiende lo que hablan y no dicen nada impostado. El alcalde, como ya saben ustedes, tiene un par de defectos: que es colchonero y que, cuando va a chutar (me refiero al fútbol, claro), siembra el terror en los que están a los lados, nunca en el portero: nadie es perfecto. Pero es un hombre muy inteligente, con cintura política, maneja la ironía como nadie, sabe reírse de sí mismo, tiene un trato exquisito y escuchar sus parlamentos es una delicia para quienes tienen una inteligencia normal y son personas tolerantes cuya ideología no les encadena a eso de «como son los míos, los voto, aunque sean unos descerebrados, mentirosos e incompetentes».
A pesar de que en este mismo periódico hay quien le critica de un modo muy injusto (qué mala es la envidia), Almeida ha colocado a Madrid a la cabeza de las capitales europeas. Tenemos la suerte y el privilegio de contar con un tándem imbatible que hace que nos sintamos muy madrileños cualquiera de los que aquí vivimos, independientemente de nuestro lugar de nacimiento. Yo lo admiro, le sigo en todas sus intervenciones, me paseo por Madrid y doy gracias a Dios por tenerlo como regidor de la ciudad más bonita y acogedora del mundo. Y en esto último, mucho tiene que ver Martínez-Almeida. Si queremos que Madrid siga siendo el motor de España, una ciudad acogedora que mira al futuro con optimismo, que permite a las empresas y al autónomo crear empleo y riqueza, no lo duden, el actual alcalde es la persona adecuada. Si quieren vivir como en Venezuela o en Irán, lo tienen fácil.