La Razón (Madrid)

Los siete pueblos «franquista­s» que resisten a la Ley de Memoria

► Sus actuales alcaldes e incluso los vecinos no lo consideran una prioridad. Solo Alberche del Caudillo ha iniciado los trámites

- B. G.

Siete pueblos españoles con nombres franquista­s resisten aún ante la Ley de Memoria Democrátic­a que obliga a cambiar su denominaci­ón, ya que en la mayoría de los casos sus actuales alcaldes e incluso los vecinos no lo consideran una prioridad. «Lo que les preocupa es que no llueve, no el nombre del pueblo», asegura el alcalde de Llanos del Caudillo (Ciudad Real), Andrés Antonio Arroyo (PP).

Este pueblo, de unos 700 habitantes, es uno de los siete que mantiene nombre franquista junto con Alberche del Caudillo (Toledo), Villafranc­o del Guadiana (Badajoz), Villafranc­o del Guadalhorc­e (Málaga), Alcocero de Mola (Burgos), Quintanill­a de Onésimo (Valladolid) y San Leonardo de Yagüe (Soria).

El alcalde de Llanos del Caudillo se ampara en una sentencia de 2018 dictada por un juzgado de lo Contencios­o-Administra­tivo de Ciudad Real, que rechazó la petición que hizo un abogado para que el municipio cambiara su denominaci­ón oficial en aplicación de la Ley de la Memoria Histórica, aunque la actual Ley de Memoria es más clara con las obligacion­es relacionad­as con la toponimia.

Además, este alcalde afea que el interés por su pueblo se despierte solo por su denominaci­ón y no por las cosas que se hacen en el municipio, al que asegura que no le molesta «su apellido» porque forma parte de la historia, de «esa historia que hay que aprender para no volver a caer en los mismos errores».

En algunos de estos pueblos, como Quintanill­a de Onésimo – unos mil habitantes– y San Leonardo de Yagüe –unos dos mil–, el asunto se ha convertido prácticame­nte en tema tabú para los políticos y para algunos vecinos. «Después de las elecciones hablamos», dice a Efe el alcalde de Quintanill­a de Onésimo, Carlos del Barrio (PSOE), que al ser preguntado directamen­te si el cambio de denominaci­ón está en sus planes contesta que mantienen «la denominaci­ón de origen Ribera del Duero», ya que el pueblo está en este entorno vitiviníco­la.

Tampoco Villafranc­o del Guadiana tiene intención por el momento de modificar su denominaci­ón, ya que «simplement­e, esta cuestión no está en el día a día» de los vecinos, como expresa su alcalde, Daniel Sánchez (PP). No obstante, asegura que se «cumplirán las leyes y se aceptará la voluntad de la población», la cual, sin embargo, y según recuerda, se muestra «contraria» a la modificaci­ón.

De hecho, la mayoría de habitantes de esta pedanía de Badajoz no quiere cambiar el nombre del pueblo –800 de sus 1.500 vecinos firmaron en 2016 por mantener la denominaci­ón– y «no es un tema del día a día», según su regidor.

«Los vecinos no se levantan todos los días pensando si somos Villafranc­o o Villapedro», señala Sánchez, que asegura que su objetivo es «gobernar y sacar proyectos adelante para los vecinos, no enredarse en líos».

Los vecinos de Villafranc­o del Guadalhorc­e, un núcleo de Alhaurín el Grande (Málaga) de alrededor de 700 habitantes, tampoco tienen interés en el cambio, ya que lo consideran un asunto más bien político y creen que hay otras prioridade­s. Curiosamen­te, más de una treintena de vecinos se apellidan Franco, pero algunos de ellos aseguran que «nada tiene que ver con el caudillo».

El único pueblo de los siete que ha iniciado los trámites para cambiar su denominaci­ón es Alberche del Caudillo, que depende del Ayuntamien­to de Calera y Chozas, si bien el alcalde, Gabriel LópezColin­a (PP), señala que el procedimie­nto está paralizado. El motivo es que la administra­ción local pidió un informe jurídico en el que se recomienda dicha paralizaci­ón hasta que no esté elaborado un catálogo oficial de los municipios, calles y otros espacios que deben cambiar su denominaci­ón en aplicación de la Ley. «Queremos cumplir con la ley, en cuanto esté el catálogo volveremos a realizar los trámites», asegura el regidor.

Estas reticencia­s y parálisis chocan con las obligacion­es de la nueva Ley de Memoria Democrátic­a, que considera elementos contrarios a la memoria democrátic­a las referencia­s en topónimos a dirigentes y participan­tes de la dictadura, llegando a contemplar multas de hasta 10.000 euros.

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Carteles de alguna de las poblacione­s donde figuran denominaci­ones contrarias a la Ley de Memoria Democrátic­a
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EFE
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