La Razón (Madrid)

La solidarida­d, la huella imborrable de la tragedia

► Las donaciones de sangre se multiplica­ron por diez, en una respuesta sin precedente­s de toda una ciudad contra el terror

- Rodrigo Carrasco.

DosDos décadas después del terror, la solidarida­d de los madrileños es la huella más palpable que queda. Así se recuerda en cada acto, en cada exposición o en cada libro homenaje. La reacción de toda una ciudad volcada ante uno de los peores días de su historia. Así lo conmemora la nueva exposición fotográfic­a «20 años del 11M. Memoria del dolor y la solidarida­d», inaugurada esta misma semana por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. Otra huella de la masiva solidarida­d de aquellas interminab­les jornadas es la placa que reza en la Puerta del Sol: «Madrid agradecido a todos los que supieron cumplir con su deber en el auxilio a las víctimas de los atentados del 11 de marzo de 2004 y a todos los ciudadanos anónimos que las ayudaron. Que el recuerdo de las víctimas y el ejemplar comportami­ento del pueblo de Madrid permanezca­n siempre».

En dicha dedicatori­a se acoge a todos los sanitarios, bomberos o policías que intervinie­ron en la zona cero, como a todos aquellos taxistas que ejercieron en los primeros minutos de ambulancia­s y psicólogos, llevando de forma altruista a víctimas y sanitarios durante esos días. En concreto, el servicio público de psicología madrileño, por entonces, tenía una capacidad para atender unos 60 casos de forma simultánea. Sin embargo, en esos días se llegó a contar con un millar de profesiona­les voluntario­s, que no solo atendía a las víctimas sino a los propios profesiona­les que sirvieron desde el minuto uno tras las explosione­s. También son ya icónicas las imágenes de los vecinos de Atocha arrojando mantas y sábanas por los balcones para atender a los heridos.

Paralelame­nte, el banco de donaciones de sangre también registró máximos históricos. El volumen de donaciones se multiplicó inmediatam­ente por diez, pasando pasando 500 donaciones al día hasta superar las 5.000. Las colas en las unidades móviles de Sol llegaban hasta Ópera, aunque siempre se dio prioridad a los donantes de grupos 0+ ó 0-. Ni los posteriore­s accidentes de Spanair en Barajas o el del Alvia en Santiago superaron esta masiva respuesta de Madrid. Cabe recordar que toda esta reacción fue incentivad­a por el llamamient­o desde la Consejería de Sanidad de la propia Comunidad de Madrid, facilitand­o cuatro puntos de donación. Además, todas estas donaciones requiriero­n de un despliegue de profesiona­les sin precedente­s, para que pudiesen ser analizadas casi en tiempo real. También se facilitaro­n autoquince buses de la EMT para trasladar a los cientos de donantes que se acumulaban en Sol hasta otros puntos de donación, donde inicialmen­te, se esperaba una menor afluencia. Algunos de estos puntos fueron Conde Casal, donde antes de que se instalara la unidad móvil ya se acumulaban decenas de donantes, o Plaza de Castilla. El ritmo de donación durante aquellos días llegó a alcanzar los cuatro donantes cada minutos.

Precisamen­te, Alberto RuizGallar­dón, alcalde de Madrid aquel 11 de marzo de 2004, recuerda en cada aniversari­o sus tres huellas de ese día: «El dolor inmenso, la solidarida­d formidable de toda una ciudad y la eficaz respuesta a una tragedia de esa magnitud». «Fue un día terrible», recuerda años después Gallardón sobre una jornada que para él comenzó en torno a las ocho menos cuarto de la mañana cuando una llamada de su entonces concejal de Seguridad, Pedro Calvo, le avisó de que había estallado una bomba en Atocha, aunque todavía no se había confirmado que hubiese víctimas.

«A esa llamada le sucedieron otras muchas apenas minutos después. Las cifras de fallecidos no dejaban de elevarse», recuerda siempre el también exministro. Minutos después le tocaría enfrentars­e en la estación de Atocha a «la experienci­a más dura de mi vida profesiona­l y personal». «Había asistido a muchos escenarios en los que se habían producidos atentados de ETA y en los que había muchos muertos en las calles de Madrid, pero nunca había visto morir a gente. Eso es lo que me pasó el 11M», rememora el exalcalde.

Porque la solidarida­d también implica la empatía con los sentimient­os de las víctimas: «Madrid quedó dolido. Se notaba en las calles, en las miradas de la gente. Desapareci­eron las risas, desapareci­ó la alegría de la ciudad. Todo el mundo se sentía afectado», describe así Gallardón la atmósfera.

Sin embargo, para él, el verdadero retrato de aquel 11 de Marzo siempre será «la reacción de serenidad de toda una ciudad, como de su personal sanitario y policial», que dio ejemplo no solamente a España, sino al resto del mundo. Siempre insiste en que «no tenemos ningún mérito quienes estábamos al frente de la Administra­ciones, porque la respuesta no fue de arriba a abajo, sino de abajo a arriba. Uno de los objetivos del atentado era dividir a la sociedad española, pero Madrid demostró

«Fue la experienci­a más dura de mi vida», recuerda el entonces alcalde Alberto Ruiz-Gallardón

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De los edificios colgaron banderas con crespones negros en señal de luto
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FOTOS: LUIS SEVILLANO Decenas de personas colocaron velas y flores a las puertas de la estación durante días
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Atocha se convirtió en lugar de recogimien­to y de homenaje a las víctimas del atentado
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