La Razón (Madrid)

Virginia Hall Goillot, la espía letal sin una pierna

Fue agente encubierta contra los nazis en varios países y trabajó para los servicios secretos británicos y para la CIA, donde fue la primera mujer que llegó a personal de carrera

- Sonsoles Costero Quiroga.

VirginiaVi­rginia Hall Goillot (1906-1982) nació en Baltimore, Estados Unidos, en los albores del siglo XX. Desde temprana edad demostró un talento excepciona­l para la política y los idiomas. A pesar de su brillante trayectori­a, no superó la última entrevista del Departamen­to de Estado de los EE UU: ¿la razón? Había perdido la pierna en un accidente de caza en Esmirna (Turquía). Su escopeta falló al saltar una valla, dejándole el pie izquierdo hecho jirones. Si ya no era suficiente dificultos­o ser mujer, se la añadía el hecho de tener una prótesis de madera. Sin embargo, lejos de dejarse vencer por la adversidad, nada pudo detenerla en su misión de convertirs­e en la espía más peligrosa de la historia, según la Gestapo.

Su historia no tiene parangón, pero comienza con un elemento común al resto de biografías que han sido tratadas en esta sección y que no puede pasarse por alto: su educación. Antes de acabar encabezand­o la lista de los más buscados en la Francia ocupada por los nazis, Virginia quería ser diplomátic­a. Estudió en las prestigios­as facultades para mujeres en las universida­des de Harvard, Columbia y George Washington. Continuó con el distintivo periplo americano de viajar a Europa para estudiar, asimilando los idiomas clave en ese periodo. De hecho, el francés la ayudaría en París, Vichy y Lyon; el alemán en Austria, Alemania y posteriorm­ente Suiza. Y trabajó como parte del cuerpo diplomátic­o en las embajadas estadounid­enses en Varsovia (Polonia), Izmir (Turquía), Venecia (Italia) y Tallin (Estonia).

Después de enfrentars­e a varias entrevista­s fallidas y a la discrimina­ción por parte del Departamen­to de Estado de EE UU, que se negaba a contratar personas con discapacid­ades como diplomátic­os, Virginia se encontró en un punto de inflexión tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Decidida a contribuir a la causa aliada, se unió al cuerpo de ambulancia­s francés y posteriorm­ente a la Dirección de Operacione­s Especiales británica, el servicio de inteligenc­ia creado por Winston Churchill y Hugh Dalton para llevar a cabo espionaje.

La peor pesadilla de los nazis

Bajo el nombre en clave de Germaine y conocida por los alemanes como Artemisa, Virginia se convirtió en la primera espía femenina en Francia. Su permanenci­a de 15 meses en el terreno, cuando lo habitual eran apenas 6, la hizo destacar como la más persistent­e. Y no solo eso, sino también la más letal, convirtién­dose en la peor pesadilla de los nazis. ¡Imaginen su valentía al infiltrars­e en las filas enemigas y organizar operacione­s secretas para suministra­r armas a la Resistenci­a francesa, sabotear al enemigo y rescatar a prisionero­s de guerra! Y todo esto mientras evitaba ser descubiert­a por la temida Gestapo. Tuvo identidade­s de todas las nacionalid­ades: algunos la conocieron como la reportera de guerra Brigitte LeContre, otros como la anciana Diane, mientras desaparecí­a bajo el alias de Marie Monin. Su pierna amputada se convirtió en su firma distintiva (la llamaba cariñosame­nte «Cuthbert»), pero también en su mayor vulnerabil­idad. Los alemanes la persiguier­on hasta Lyon, pero escapó cruzando los Pirineos franceses en pleno invierno hasta llegar a Figueras (Gerona) para evadir a sus perseguido­res. Las autoridade­s españolas la retuvieron durante 20 días, ya que no disponía de documentac­ión. La SOE la localizó, y la repatrió a Londres. Volver a Francia era muy peligroso, así que la destinaron a Madrid en mayo de 1943 para dirigir pisos francos.

Su valiosa labor fue reconocida al ser nombrada Miembro del Imperio Británico. Se negó a aceptar la Cruz de Guerra de manos del rey Jorge VI por miedo a que se descubrier­a su tapadera. La Oficina de Servicios Estratégic­os de Estados Unidos la contrató y volvió a Francia, organizand­o las fuerzas locales de la Resistenci­a gala. Su red obstaculiz­ó los movimiento­s alemanes hacía el norte de Francia, haciendo guerra de guerrillas. Posteriorm­ente viajó a Austria y Suiza para organizar nuevas redes espías hasta que la contienda acabó. Tras la misma, Virginia continuó sirviendo en la Agencia Central de Inteligenc­ia de Estados Unidos, convirtién­dose en la primera mujer en unirse al personal de carrera en 1956. Se jubiló diez años más tarde, con 70. A pesar de su reticencia a recibir reconocimi­entos (recibió también la Cruz por Servicio distinguid­o, aunque de nuevo no quiso que se la entregaran públicamen­te en 1945 para no desvelar su identidad), Virginia Hall Goillot dejó una marca indeleble en la historia de la guerra y el espionaje, demostrand­o que el verdadero valor debe esconderse bajo una identidad anónima. Su vida es un recordator­io inspirador de que incluso con dificultad­es la voluntad y la determinac­ión pueden triunfar sobre la adversidad.

 ?? ?? Virginia Hall Goillot fue espía en una decena de países
Virginia Hall Goillot fue espía en una decena de países

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain