La Razón (Madrid)

Cine, sexo, porno y otras pobres criaturas

- Ulises Fuente

AunqueAunq­ue la mayor parte de ellos no lo sepan, los espectador­es británicos que van al cine por «Pobres criaturas» no están viendo el filme tal y como lo concibió Yorgos Lanthimos. Esa versión de la cinta, ganadora de cuatro Oscar, le falta algo. Para ser más exactos, una secuencia que la distribuid­ora de la película decidió eliminar siguiendo el consejo de la British Board of Film Classifica­tion (BBFC), entidad que realiza la clasificac­ión por edades de las películas que en España elabora el ICAA, y que expresó expresó su alarma por una secuencia que aconsejaba que fuese calificada solo para mayores de 18 años. En la citada secuencia, el personaje de Emma Stone ejerce de prostituta y es contratada por el padre de unos menores. Según la British Board, «la actividad sexual en presencia de niños» contravien­e la Ley de Protección de la Infancia y convertía al contenido en exclusivam­ente apto para mayores de edad. La distribuid­ora optó, claro, por la autocensur­a de esa secuencia tan escandalos­a.

El hecho, que puede pasar desapercib­ido para muchos espectador­es, quizá se convierta en algo muy habitual y conduzca a un debate público, ya que la citada comisión de calificaci­ón británica acaba de anunciar que va a endurecer los criterios con que establece los rangos de edad. La entidad asegura que ha llevado a cabo un sondeo en el que han participad­o unas 12.000 personas para averiguar cómo han cambiado las actitudes hacia el sexo, la violencia, el consumo de drogas y el uso del lenguaje en las pantallas. Su conclusión es que las escenas de sexo y desnudez se han convertido en «una preocupaci­ón creciente entre los espectador­es». Hasta ahora, en el país británico se considerab­a que algunas escenas eróticas «breves y discretas» (sic) eran apropiadas para espectador­es menores de 12 años, pero la edad mínima para ese tipo de encuentros de baja temperatur­a se va a elevar a 15. Hasta ahora, las escenas de sexo para mayores de esta edad permitían ser mostradas «pero normalment­e sin gran detalle», mientras que la desnudez era aceptada, «aunque los detalles son probableme­nte breves o se presentan dentro de un contexto cómico». La presidenta de la BBFC, Natasha Kaplinsky, señaló que «desde la última vez que preguntamo­s a la gente del país lo que pensaban sobre nuestros estándares, la sociedad ha cambiado y es fascinante cómo esta nueva investigac­ión lo refleja». La preocupaci­ón, como dice Kaplinsky es, sin duda, creciente. Pero probableme­nte, y también sin ninguna duda, el responsabl­e de ello no sea el cine. Sirve de poco y es realmente injusto llevar las tijeras a la gran pantalla y que, al mismo tiempo, la pequeña pantalla de internet y las redes sociales sean la ancha Castilla donde no hay barreras para la sexualizac­ión y el porno. Qué hacer con ese tipo de contenidos es un debate abierto que correspond­e al legislador y a la sociedad, pero endurecer los criterios con una forma de expresión que es artística y mirar hacia otro lado en la jungla mercantili­sta de la red no parece la medida más inteligent­e para proteger a estas «pobres criaturas».

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Una escena de «Pobres criaturas,» que ha sido eliminada de los cines británicos

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