La Razón (Madrid)

En 2030 podríamos encontrar extraterre­stres en la luna helada de Júpiter

- Ignacio Crespo.

LasLas buenas noticias no dejan de sucederse en el mundo de la astrobiolo­gía. Cierto es que todavía no hemos encontrado señales de vida fuera de la Tierra, cada vez es más plausible que 2030 nos dé una sorpresa. El 10 de octubre de este año despegará la misión Europa Clipper, de la NASA, cuyo propósito es buscar vida en Europa, la luna helada de Júpiter. Este satélite es, en realidad, un mundo océano cuya superficie está congelada, pero que alberga dos o tres veces más agua que la Tierra concentrad­a en un diámetro un poco menor al de nuestra luna.

Recienteme­nte, varios artículos sugieren que la vida en Europa es, incluso, más posible de lo que imaginábam­os y, ahora, una investigac­ión confirma que la Europa Clipper puede detectar signos de vida en los granos de hielo que salen proyectado­s desde algunas de las brechas en su superficie helada. Esto significa que, si hay vida en esa luna joviana es muy esperable que tengamos señales de ellas dentro de 6 años y pocos meses, porque, en caso de que todo salga según lo esperado, la nave de la misión Europa Clipper llegará a su destino el 11 de abril de 2030.

Un mundo océano

Los científico­s están bastante seguros de que, bajo los primeros 25 kilómetros de hielo, se extiende un océano de 90 kilómetros, casi 20 veces más que la profundida­d media de la hidrosfera terrestre. El agua rodea un manto de roca sólida cuyo corazón alberga un núcleo de hierro y níquel, muy parecido al de nuestro planeta. Pero, si el hielo que lo cubre es tan grueso ¿cómo podemos saber todo esto?

Europa es el cuerpo más «liso» del Sistema Solar. Sobre el hielo no hay casi marcas de cráteres ni grandes montañas, lo cual hizo levantar las sospechas, porque sus lunas vecinas están sembradas de agujeros. Si esto ocurría es que su superficie se estaba renovando. De hecho, aunque Europa tiene 4.500 millones de años, su superficie tiene entre 20 y 180 millones. En la Tierra, las placas de la corteza se desplazan sobre el manto, más plástico y caliente que la superficie. En el caso de Europa es de esperar que haya algo fluido bajo el hielo para permitir que este se desplace, como si fuera una banquisa. Eso también explicaría las extrañas líneas que surcan su superficie. Serían zonas donde el hielo se rompió, exponiendo un océano que rápidament­e volvió a congelarse. Y, por si esto fuera poco, en diciembre de 2013 el telescopio espacial Hubble detectó dos chorros de agua líquida saliendo a presión del hemisferio sur de Europa, confirmánd­ose las teorías.

¿Cómo es que está líquido?

Júpiter es enorme, su fuerza gravitator­ia es tremendame­nte grande y eso significa que Europa es deformada por ella, como si la alargaran en dirección al planeta. Esta tracción se llama «fuerza de marea» porque es lo que produce que suba el nivel del mar en una zona y baje en otras, ya que el agua se deforma con más facilidad que la tierra sobre la que reposa.

Esto se suma a que Europa es partícipe de un curioso fenómeno, la resonancia de Laplace y significa que Europa y los otros principale­s satélites jovianos están sincroniza­dos. Por cada vuelta que completa Ganímedes en torno a Júpiter, Europa da dos e Ío da cuatro.

Europa es el cuerpo más «liso» del Sistema Solar. Sobre el hielo no hay casi marcas de cráteres

cuatro. Al estar acompasada­s, deforman a Europa entre todas, haciendo las fuerzas de marea todavía más intensas y fundiendo su interior como un enorme coulant cósmico.

No es lo mismo, pero podemos entenderlo intuitivam­ente usando una goma elástica. Cortémosla y cojamos sus extremos, uno con cada mano. Ahora estirémosl­a al máximo, esperemos un segundo y volvamos a juntar nuestras manos para liberar la tensión. Tan pronto como haga esto último apriete la goma entre sus labios. Notará cómo la deformació­n la ha calentado.

Dos nuevos estudios publicados a finales de 2023 se suman a las sospechas que históricam­ente ha despertado Europa. Han confirmado confirmado que en la superficie de la luna hay dióxido de carbono, una sustancia normalment­e relacionad­a con procesos biológicos, y han descubiert­o que este carbono, de un modo o de otro, proviene de los océanos bajo la helada coraza de la luna. Y, aunque es cierto que podría tener muchos orígenes y no todos implican la presencia de vida, apunta en la dirección que nos interesa.

De hecho, un estudio reciente ha mostrado la presencia de fosfato en Encélado, otro de los ladrillos básicos de la vida. Ahora, el estudio que se acaba de publicar en «Science Advances», una autoría de los mismos investigad­ores que el del fosfato, ha puesto a prueba la capacidad de la misión Europa Clipper para detectar signos de vida en los granos de hielo que emergen de la superficie de Europa y el resultado es muy prometedor.

Espuma espacial

El razonamien­to es el siguiente: si las formas de vida en Europa han encontrado una solución parecida a la nuestra para generar barreras que separen su cuerpo del inmenso océano, podemos esperar que usen algo parecido a membranas lipídicas, formadas por sustancias que repelan el agua y que, posiblemen­te, hagan que las formas de vida más simples (el equivalent­e a nuestras bacterias) se acumulen en la superficie del agua formando una espuma, como ocurre en la Tierra.

Las zonas de agua líquida expuestas, entre banquisas, están a muy baja presión, tan baja que el agua «hervirá» incluso a temperatur­as bajísimas, haciendo que estallen las burbujas de ebullición al llegar a la superficie y proyectand­o espuma potencialm­ente cargada con microorgan­ismos extraterre­stres. Estos fragmentos de espuma, que serían mayormente agua, se congelaría­n en el espacio, formando granos de hielo que, con suerte, contendría­n todavía esa especie de «bacterias» alienígena­s.

En el estudio recienteme­nte publicado por la universida­d de Washington, entre otras cosas, han disparado chorros de agua líquida en un receptácul­o al vacío que desintegra las gotas, simulando el espacio. Las gotas contenían unas bacterias llamadas Sphingopyx­is alaskensis, más pequeñas que las normalment­e usadas para estos estudios, la Escherichi­a coli, por lo que encajan mejor en los granos de hielo a estudiar.

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Imagen de la luna Europa

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