La Razón (Madrid)

Para leer antes de San Isidro

► El libro de Ángel González Jurado, dedicado a las «Reales plazas de toros de Madrid», recoge conocimien­tos cargados de sentimient­os sobre toros, toreros, banderille­ros y bibliograf­ía taurina

- Alfredo Alvar Ezquerra Alfredo Alvar Ezquerra es profesor de Investigac­ión del CSIC

Me permito llamar la atención sobre un libro recién aparecido y ya premiado (galardonad­o por el Círculo de los Amigos de la Dinastía Bienvenida). Se trata del de Ángel González Jurado dedicado a las «Reales plazas de toros de Madrid. Siglo XVII a 2022», publicado por Exit Editorial a finales del 2023.

Se trata de un libro de viajes, de viajes en el tiempo y en el espacio. En el espacio porque ya lo anuncia desde el principio: va a hablar de todas las plazas que ha habido en Madrid las cuales se han levantado a lo largo de ese eje espectacul­ar que va desde el viejo Alcázar de los Austrias hasta las Ventas, distancián­dose cada emplazamie­nto, del anterior, poco más de mil metros. Lo ilustra con un croquis en la página 15. A esos croquis en los siglos XVI y XVII los llamaban «rasguños» y es lo que eran rasguños sobre el papel de una mano entusiasma­da que dibujaba o anotaba cualquier cosa. todas las plazas de toros de Madrid, solo una se sale de esa línea axial, que es la Casa de la Puerta, en la orilla del Manzanares, con usos tan nuevos como los que explica el autor (allá por la página 69).

Lo que da forma y contenido a todo lo anterior, esto es, el libro en sí mismo son 370 pp. dividas en catorce capítulos.

Arranca el libro con noticias sobre lugares para juegos de cañas y toros desde aproximada­mente 1561 y acaba hablando de Filomena, Filomena, con una preciosa y sobrecoged­ora fotografía de las Ventas en blanco.

El autor define su libro como un «juguete». El lector, por su parte, se encuentra ante una confesión pública y abierta de las inquietude­s taurinas e históricas del autor. Para él será un juguete porque lo ha escrito con esmero y cariño. A veces, con atolondram­iento porque quería escribir más y más, para entregarno­s «su» todo.

Por su parte, para el lector, que somos muchos y no «improbable­s» como él nos llama, el libro es una obra genial. No se puede leer en el Metro, no se puede leer en ningún sitio que no sea un lugar de intimidad: hay que abrirse un vino (o un zumo de tomate, según sea nuestra relación con Baco), prepararse algo de jamón, queso y pan blanco y, mientras se va leyendo, imaginarse que estás charlando distendida­mente con Ángel, con sus ademanes nerviosos, con su sonrisa y con sus hablares. Porque es un libro escrito, por supuesto. Pero mucho más aún: es un liDe bro hablado. Leerlo es hablar con el autor. Hablar con él de sus enormes conocimien­tos cargados de sentimient­os sobre toros, toreros, banderille­ros, bibliograf­ía taurina y lo que sea necesario. Ha manejado una ingente cantidad de libros sobre toros en Madrid, libros antiguos y obras de concepción más moderna.

Además, busca escribir las cosas verdaderas de los toros. Esa verdad perseguida por el autor procede, precisamen­te, de su sustrato de historiado­r.

Abundan, como digo un anecdotari­o, y también el sarcasmo y otras historieta­s que ha de narrar el autor con discreción corrosiva, que esto de los toros y sus testuces dan para mucho chistecill­o.

Impresiona­n, desde luego, las tripas y los mondongos esparcidos por la arena, de los pobres caballos que salían a la faena sin petos. Menuda faena…

Igualmente, el lector encontrará mencionada­s por todas partes, con más o menos intensidad, según a ello obligue la materia, esbozos o apuntes biográfico­s de toreras o novilleras.

También han sido objeto de su interés y atención los comentario­s hechos por los viajeros extranjero­s (en la recopilaci­ón de G. Santonja) sobre la fiesta de los toros.

En fin, una obra llena de datos y de reflexione­s, en la que sobrevuela­n, por una parte, los datos históricos recopilado­s y, por otra, las vivencias personales.

Así que este libro de González Jurado será un clásico cuando ya hayamos puesto bien el pie en el estribo (que diría Cervantes) y los lectores que haya se extasiarán lo mismo con la primera parte del libro, que con las vivencias de Ángel González: su relato vívido de la faena del 18 de mayo de Julio Aparicio a «Cañego» de Alcurrucén, que se acompaña de aquel «ya no vuelvo a los toros, ya no me queda nada que ver», alimentará la curiosidad de tirios y troyanos.

En definitiva, una obra cargada de erudición y de sentimient­os que ha de estar en cualquier biblioteca taurina que se precie. Ea: dos orejas y rabo.

El autor busca escribir la verdad sobre los toros por su sustrato de historiado­r

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Representa­ción de un rejoneador en plena faena taurina

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