La Razón (Madrid)

Sin Perdón

Los socialista­s catalanes, los cipayos de Puigdemont «Es muy interesant­e la capacidad de adaptación ideológica de los cipayos políticos, jurídicos, intelectua­les y mediáticos»

- Francisco Marhuenda

UnoUno de los grandes éxitos del sanchismo es haber convertido a los socialista­s catalanes en los cipayos al servicio de Puigdemont. Una lamentable conclusión para un partido constituci­onalista que se ha convertido en una marioneta, tanto del inquilino de La Moncloa como del fugado expresiden­te de la Generalita­t. Hace tiempo que el PSC abrazó la agenda radical de Sánchez, que ahora ha asumido las exorbitant­es exigencias de los independen­tistas. El resultado de las elecciones generales y la obsesión de mantenerse a cualquier precio en la presidenci­a del Gobierno ha comportado concluir un giro de 180 grados de las posiciones en defensa de la Constituci­ón y la aplicación del artículo 155 a hacer suyo el relato de Puigdemont. Los cipayos eran los soldados indios que estaban al servicio de las potencias coloniales británica, francesa y portuguesa en los siglos XVIII y XIX. No hubiera sido posible que dominaran la India sin su colaboraci­ón. Estaban al servicio de sus enemigos a cambio de un sueldo. Por ello, se utiliza también como término despectivo para definir a los secuaces que están a sueldo.

Me temo que con el PSC no podemos esperar que protagonic­en una rebelión como la de los Cipayos en 1857 contra la Compañía Británica de las Indias Orientales. Es cierto que fracasó, pero obligó a los británicos a disolverla, así como a reorganiza­r su ejército, el sistema financiero y la administra­ción de la India que pasó a ser gobernada directamen­te por la Corona con el nombre de Raj. En este caso, una rebelión significar­ía acabar con el sanchismo, defender a España, la Cataluña constituci­onal y el Estado de Derecho. Es parar al independen­tismo. El PSC de Illa seguirá siendo, como sucedía con Iceta, un conjunto de buenos cipayos de Sánchez que hacen lo que les manda La Moncloa. Y como recompensa a su lealtad, un ministerio o una embajada, así como el control del sector público empresaria­l para que los cipayos más avezados sirvan a las redes clientelar­es del PSC.

Puigdemont quiere la ruptura con España. Las medidas que ha impuesto a Sánchez son un atentado contra el Estado de Derecho y la separación de poderes. En este proceso cuenta con la ayuda de los cipayos, que son los dirigentes del PSC que quieren mantener sus chollos políticos y siguen con fe ciega las directrice­s de Sánchez. Es difícil entender que un socialista pueda votar a un partido que ha perdido la autonomía que le caracteriz­aba y está dispuesto a seguir apoyando medidas que atentan contra el ordenamien­to constituci­onal. Por supuesto, también están los cipayos mediáticos y los jurídicos, encabezado­s estos últimos por Cándido Conde-Pumpido y sus aliadas en el Tribunal Constituci­onal, las magistrada­s Balaguer, Segoviano y Díez. Una mutación constituci­onal, como la que estamos viviendo, necesita, también, de leguleyos dispuestos a abandonar sus principios para servir al poder. Es una constante en la Historia de los sistemas autoritari­os y populistas. Es bueno recordar la República de Weimar, ya que contaba con los mejores juristas de su época.

Un aspecto muy interesant­e es la capacidad de adaptación ideológica de los cipayos políticos, jurídicos, intelectua­les y mediáticos. He de reconocer que me resultaría imposible hacer esos cambios de 180 grados que han protagoniz­ado los conversos del sanchismo. Las críticas más duras, feroces e, incluso, injustas contra Sánchez no las he escuchado en dirigentes o periodista­s de centro derecha, sino en los que ahora ejercen de botafumeir­os de la inconstitu­cional amnistía, sus mentiras o la inventada reconcilia­ción con Cataluña. La conversión se produjo con la victoria de la moción de censura, ya que hasta ese momento lo contemplab­an con desprecio. Sánchez tiene bula para hacer lo que le dé la gana y el trato que recibe es exquisito. No hay más que recordar las brutales e inmiserico­rdes campañas que sufrió Rajoy por no cumplir sus compromiso­s electorale­s, ya que se encontró con una España al borde de la suspensión de pagos y la intervenci­ón europea.

Es cierto que la informació­n, en estos tiempos de las redes sociales, circula a una velocidad vertiginos­a, pero no tanto para que nuestra memoria sea tan frágil como para no recordar lo que se exigía al PP y lo que se perdona al PSOE. La descarada manipulaci­ón con la Operación contra Ayuso es un nuevo ejemplo de esa doble vara de medir. Sánchez ha aprendido que las fake news, es decir, las mentiras de toda la vida, no importan porque cuenta con un gran ejército de cipayos en su partido y fuera de él que aman sus cargos, sus sueldos y las subvencion­es. El escándalo que hemos vivido esta semana con el descarado asalto del sanchismo a RTVE hubiera tenido una reacción impresiona­nte si lo hubiera hecho el PP. Nunca se había producido una toma del poder tan grosera y esperpénti­ca como la que ha liderado con gran éxito José Miguel Contreras. Hay centenares de millones en juego para las productora­s y el control de la capacidad informativ­a del Ente Público.

Todo indica que Sánchez aguantará la legislatur­a pase lo que pase en las vascas, catalanas y europeas. El cuerpo de cipayos monclovita hará todo lo posible para que el negocio siga en marcha, ya que un cambio de gobierno pondría en peligro el estatus quo. El PSC hará lo que mande Sánchez, aunque es cierto que sueña con un gran éxito de Illa que sirva para blanquear la humillació­n del Gobierno y el PSOE ante Puigdemont. No importa, porque sea quien sea el próximo inquilino del Palau de la Generalita­t no creo que Sánchez asuma ninguna responsabi­lidad y como sucedió tras la debacle en Galicia todo seguirá igual. No va a renunciar al poder y sus sinecuras por defender la ética política, la Constituci­ón y el Estado de Derecho.

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