La Razón (Madrid)

El flamenco de Maui: el duende en una olla de potaje

► Madrileñ@s La cantautora de flamenco María Luisa Ramírez lleva 6 años haciendo el espectácul­o ‘Domingos de vermut y potaje’, un «puente entre Utrera y Malasaña» Entrevista

- Santiago Cañas Bonci.

Maui pensó en el barrio de El Tinte, en su Utrera natal; en su madre y en la olla de potaje que preparaba los domingos para todos los vecinos; en su tío, Bambino; en definitiva: en su «alegría». Y esa idea quiso llevarla al escenario. Se le ocurrió hace seis años, cuando el entonces director artístico del Teatro Flamenco Madrid, Ángel Rojas, la motivó a crear un espectácul­o: «me comentó que quizá se podía hacer algo culinario porque el teatro tenía una barra», cuenta Maui en una cafetería de La Latina. Y esa olla de potaje fue lo culinario, ala que se unió el« elflam en cómo co, el duende, el humor». Ya son seis temporadas que María Luisa Ramírez, de 46 años, hace su ‘Domingos de vermut y potaje,’ espectácul­o en el que trata de“construir un puente” entre “Utrera y Malasaña”.

Es Domingo de Ramos en la capital y Maui dejará todo en el escenario para que se parezca a uno de esos domingos de su infancia en Utrera. Los empleados del Teatro Flamenco Madrid sirven y distribuye­n los vermuts previos a la celebració­n de Domingos de vermut y potaje’: esto marca el inicio de la función. Maui, antes de aparecer, juntará las manos, se concentrar­á y pensará en que aquellos que están viéndola «salgan mejor de entraron»: no se presencia, pero es una de sus manías antes de actuar, cuenta Maui. La artista comienza a preparar su potaje. Luego le siguen risas y más risas; también: emoción. A Maui siempre la acompañan Paco Soto a la guitarra y Kiko Martín y Juan Carlos Gil al baile y las palmas, además un invitado sorpresa: el de ese domingo fue el artista Jorge Mar azu. Al final: aplausos, el público en pie y el potaje. Las siguientes dos fechas son el 28 de abril y el 19 de mayo.

El camino hasta esos aplausos se inició en Utrera, concretame­nte en el barrio del El Tinte, donde nació y creció María Luisa Ramírez –aunque así «solo la llama Hacienda». «Me crie en una familia muy humilde, rodeada de artistas. Mi padre era guitarrist­a y compositor, también cantaba; mi hermano tiene mucho compás», cuenta Maui, que se quedó con ese apodo porque no pronunciab­a bien su nombre. Además, su tío, el cantaor Miguel Vargas Jiménez ‘Bambino,’ fue un «genio» y «una figura muy importante en la familia».

Además de llevarlo en la sangre, Maui aprendió con «mucha calle». «En el barrio», explica Maui, «se hacían fiestas. El potaje viene de ahí: viene de una olla que ponía mi madre casi todos los domingos del mes y de la que comíamos todos los vecinos. Y yo como niña lo veía como una celebració­n de la vida, porque se cantaba en torno a la olla, se celebraba». Siempre tuvo «facilidad» para la música y la metieron en un colegio de monjas, porque era «el único donde daban clases de música».

Maui no «podía irse de Utrera» pero lo consiguió «gracias a ese toro enamorao de la luna». Maui se refiere al «pelotazo» que dio su padre con su grupo Los centellas, quien le «concedió un deseo a cada uno de la familia». Maui pidió la carrera de violonchel­o, y se fue a Granada a hacerla, donde estuvo 12 años y además se sacó magisterio de educación musical. «Al principio, yo no pensaba en ser artista. Yo quería enseñar, ser profe de música». Su sitio estaba «cerca de la música», porque, paraMaui:«lamú si caes un salvavidas, lo es todo, es el alimento del alma y el lugar donde me siento a salvo».

Maui ya había escrito algunas cosas, pero para «divertirse, sin objetivo». Empezó a escribir canciones para los demás, que considera que es «como un traje a medida» y por eso le gusta «hablar con el artista, y ver cuál es su manera de contar las cosas». Hasta que un amigo le dijo: «¿por qué no cantas tú?». Ahora, dice, que se quedó en ese momento: «todavía estoy impactada por la pregunta». Grabó algún disco y de repente «el cuerpo le pidió probar» y se vino a Madrid, la que ahora es su «hogar». «Yo quería conocer la noche de Madrid. Saber si mi música se escuchaba en otros lugares. Quería ver si las puertas automática­s me detectaban. Porque en Granda tenía un problema: no me detectaban. Pero aquí sí lo hicieron», reflexiona Maui.

Entonces llegó ‘Domingos de Vermut y potaje,’ con el que quiso traer ese pedacito de su infancia a la capital, como homenaje a su madre, su familia, su barrio. Además, quería que fuera una« experienci­a ». Por ello, en sus espectácul­os combina «el flamenco, con el humor, el duende, la improvisac­ión…».

«La música es un salvavidas, es el alimento del alma, el lugar donde me siento a salvo»

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JESÚS G. FERIA

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