La Razón (Madrid)

Criticarle es convertir la democracia en un lodazal

- Jorge Fernández Díaz

AlasAlas 11 horas de ayer, lunes 29 de abril y fiesta de san Pedro Mártir, Pedro Sánchez dio por finalizado su periodo de reflexión y comunicó su decisión de continuar con el martirio que comenzó mediante una moción de censura hace casi seis años. Lo hizo para garantizar la «calidad de nuestro sistema democrátic­o amenazado por la corrupción del PP». Para ello, entre otras promesas para «regenerar la democracia» garantizó la transparen­cia como uno de los pilares de su gobierno. Con seis años ha habido tiempo para comprobar el fruto de esa moción regenerado­ra, con una crisis sin precedente­s de esa democracia que venía a salvar, con tics propios de un autócrata. Criticar a los jueces, ocupar todas las instancias estatales, CIS, INE, etc., colocar en el Tribunal Constituci­onal a exministro­s y altos cargos suyos o en la Fiscalía General del Estado a una exministra de Justicia, son una muestra del concepto que tiene de lo que es la división de poderes. En cuanto a los medios de comunicaci­ón, instrument­o esencial para la pluralidad democrátic­a, son destinatar­ios de sus más duros reproches al considerar que las críticas que recibe son parte de una campaña continuada de la derecha y la ultraderec­ha por no aceptar un gobierno «progresist­a» como el suyo. En cuanto a los ataques que recibe su mujer, son de aquellos que no aceptan la igualdad de la mujer, a la que quieren ver relegada en la «actividad meramente doméstica». Tras tomarse una licencia durante cinco días –unos «begoños»– en un acto insólito en una democracia, ha comparecid­o para reafirmar su firme voluntad de hacer frente al lodazal en que han convertido la vida pública los reaccionar­ios instalados en la política, la justicia y los medios de comunicaci­ón. Anuncia que su decisión es un «punto y aparte» en su acción al frente del Gobierno. Ya se vio en estos días en que consiste ese «punto y aparte» en un programa de la TV pública con la Intxaurron­do y una tertuliana de la cuota de Pablo Iglesias, que abogaba sin oposición ninguna, por el control de los medios de comunicaci­ón y de la justicia. En cuanto a la transparen­cia, basta decir que para Sánchez, criticarle a él (o a su esposa) es atacar la democracia. Sin duda, genuino modelo del autócrata que pretende emular a la Monarquía absolutist­a y a su mejor representa­nte Luis XIV, con su afirmación «l’ Etat c’est moi», «el Estado soy yo»: la democracia es él. Con acierto Feijóo le acusa incluso de pretender convertir al Rey en «actor secundario» de su magno espectácul­o autocrátic­o.

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