La Razón (Madrid)

Otra sesión de circo en la Legislatur­a decimoquin­ta

- Jesús Rivasés

GerardoDie­go(1896-1987),GerardoDie­go(1896-1987), de la Generación del 27, la de Federico García Lorca (1888-1936), premio Cervantes en 1979, compartido con Borges (1899-1986), el autor preferido de Zapatero, remataba su «Fábula de Equis y Zeda», con dos versos gongorinos, repletos de simbolismo y futuro: «Una sesión de circo se iniciaba/ en la constelaci­ón decimoctav­a». Pedro Sánchez, en un doble salto a caer sobre sí mismo, es el gran protagonis­ta de la que ya es otra sesión de circo en la Legislatur­a decimoquin­ta. Durante cinco largos días, el inquilino de La Moncloa –como adelantaba el sábado con modestia este cronista– ha estudiado los apuntes que le prestó Xavi Hernández sobre cómo amagar la retirada para permanecer en el mismo sitio. Ya es, de alguna manera, Xavi Sánchez. La decisión del presidente, por supuesto, es tan legítima como insólita. No el seguir al frente del Gobierno, sino el periodo de suspense –con culto a su propia personalid­ad– a la sociedad española. Maquiavelo (1469-1527) ya explicó que «un señor prudente no puede, ni debe, mantener la palabra dada cuando tal cumplimien­to se vuelva en contra suya y hayan desapareci­do los motivos que le obligaron a darla». Ahora, todavía más, la duda, como escribía Barney Jopson en el Financial Times, es si todo esto ha sido «narcisismo infantil o es maquiaveli­smo máximo».

Pedro Sánchez, en otra insólita homilía televisada, defiende que su comportami­ento «no obedece a un cálculo político». Pocos, más allá de sus incondicio­nales, le creerán, aunque haya sido sincero. Los réditos políticos de su decisión, en vísperas de elecciones catalanas y europeas, pueden ser muy jugosos. Eso es lo que ahora creen en el PSOE que ha pasado horas de tribulació­n porque había demasiado en juego –poder y puestos ocupados–, mientras los socios de Sánchez respiran porque es difícil que encuentren un presidente más débil y dispuesto a ceder en casi todo. Puigdemont, tras el órdago absurdo del inquilino de La Moncloa, ya prepara elevar su factura pase lo que pase en los comicios catalanes. Hay algo de venganza gongorina en la decisión de Sánchez y mucho populismo al apelar a la movilizaci­ón de la mayoría social, sin ni tan siquiera, ¿qué menos?, invocar la cuestión de confianza. Lo decía también en el Financial Times Pablo Simón, de la Universida­d Carlos III: «si se mantiene en el poder (...) sería un ridículo monumental», en otra sesión de circo, con Xavi Sánchez de atracción, en la Legislatur­a decimoquin­ta que diría Gerardo Diego.

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