El presidente amaga, pero se queda: «He decidido seguir»
► Avanza que emprenderá la «regeneración democrática pendiente» sin especificar más
Pedro Sánchez sigue cultivando su fama de político resiliente. El presidente del Gobierno reapareció ayer al filo del mediodía tras agotar el agónico plazo de cinco días que él mismo se había autoimpuesto para clarificar su escenario inmediato. Una cuenta atrás, marcada por la incertidumbre, en la que también sumió al país, al Gobierno y a su propio partido, que contuvo el aliento durante todo el fin de semana en medio de un unánime cierre de filas.
Fue el pasado miércoles cuando el jefe del Ejecutivo dio un nuevo giro de guion al publicar una carta «a la ciudadanía», escrita de su puño y letra y sin la supervisión de sus asesores, en la que dejaba abierto su futuro en forma de interrogante: «¿Merece la pena todo esto?». Todo esto, después de que Manos Limpias presentara una denuncia y un juzgado de Madrid abriera diligencias para investigar un supuesto tráfico de influencias de la mujer del presidente.
El «shock» fue total y el desconcierto se ha mantenido hasta el final, con una errática estrategia de comunicación que escapa del control de sus asesores. Inmerso en un aislamiento absoluto durante estos días –alejado de su núcleo más cercano–, Sánchez tomó la decisión de seguir horas antes de hacerla pública –en la madrugada del sábado, después de la movilización en las puertas de Ferraz durante el Comité Federal, según reconoció en una entrevista en Televisión Española– y se la comunicó ya en la mañana del lunes a sus más estrechos colaboradores. Después, compareció para desvelar el resultado de su proceso de reflexión, confirmando que se queda. «He decidido seguir, con más fuerza si cabe, al frente de la Presidencia del Gobierno de España», dijo.
Durante su intervención, Sánchez reconoció que es consciente de que la ofensiva continuará: «Mi mujer y yo sabemos que esta campaña de descrédito no parará. Podemos con ella», señaló, e intentó hacer pedagogía sobre el juego limpio en política. «Esto nada tiene que ver con el legítimo debate entre opciones políticas. Tiene que ver con las reglas del juego. Si consentimos que los bulos deliberados dirijan el debate político, si obligamos a las víctimas de esas mentiras a tener que demostrar su inocencia en contra de la regla más elemental de nuestro estado de derecho, si permitimos que se vuelva a relegar el papel de la mujer al ámbito doméstico, teniendo que sacrificar su carrera profesional en beneficio de la de su marido, si, en definitiva permitimos que la sinrazón se convierta en rutina; la consecuencia será que habremos hecho un daño irreparable a nuestra democracia», aseguró.
Sánchez clarifica así su hoja de ruta después de someter a su partido partido y al país a un estrés innecesario, llevando a las instituciones al límite y con una estrategia caracterizada por el máximo hermetismo y el caos. De hecho, si en un primer momento, tras horas de expectación, la Secretaría de Estado de Comunicación anunciaba que la comparecencia se produciría a las 12:00 horas, posteriormente realizaba una actualización para adelantar una hora la cita.
Aunque el presidente se cuidó de señalar que esta maniobra no atendía a ningún «tacticismo político», como le afeaban sus rivales, sino a una decisión meramente personal; lo cierto es que la gestión de la situación ha sobrepasado cualquier límite, incluso el de la proyección internacional, pues desde fuera de nuestras fronteras se ha vivido también con expectación esta cuenta atrás. En su intervención, Sánchez dejó muchas incógnitas, pues se comprometió a «trabajar sin descanso, con firmeza y con serenidad por la regeneración pendiente de nuestra democracia y por el avance y la consolidación de derechos y libertades». Sin especificar, sin embargo, qué va a suponer este «punto y aparte» ni cómo se va a vehicular la movilización de la «mayoría social para poner freno a la política de la vergüenza».
El presidente busca la victimización, asegurando que «por muy alto que sea, no hay honor que justifique el sufrimiento injusto de las personas que uno más quiere y respeta y ver cómo se intenta destruir su dignidad sin el más mínimo fundamento». «Exigir resistencia incondicional a los líderes objeto de esa estrategia es poner el foco en las víctimas y no en los agresores. Y confundir libertad de expresión con libertad de difamación es una perversión democrática de desastrosas consecuencias», explicó.
Posteriormente, en la entrevista en TVE, Sánchez intentó rellenar los vacíos de su intervención, aunque sin concretar medidas más allá de acabar con los bulos, la desinformación y los insultos en la esfera pública. También hizo hincapié en explicar el cariz personal de su decisión de quedarse, aunque reconociendo también que con su carta «buscaba indirectamente la respuesta de la ciudadanía».
Por muy alto que sea, no hay honor que justifique el sufrimiento de las personas que uno más quiere y respeta»
«Solo hay una manera de revertir esta situación: que la mayoría social, como ha hecho estos días, se movilice»