La Razón (Nacional)

Países Bajos desafía a los manifestan­tes y mantiene el toque de queda

El primer ministro, Mark Rutte, tilda a los manifestan­tes violentos de «escoria»

- Mirentxu Arroqui - Bruselas

El Gobierno interino presidido por Mark Rutte no cederá y no piensa levantar el toque de queda, una medida restrictiv­a que no se aplicaba en Países Bajos desde la Segunda Guerra Mundial, pero que ahora parece imprescind­ible para frenar los contagios de coronaviru­s. Un país con fama de tranquilo y civilizado ha sorprendid­o al mundo después de cuatro noches consecutiv­as de disturbios, los más graves registrado­s en cuarenta años.

La Policía ha detenido a 131 personas, aunque las protestas se han aminorado si se comparan con los primeros días y ya no están tan extendidas en todas las ciudades holandesas. Los disturbios por esta prohibició­n comenzaron el pasado fin de semana, después de que el Gobierno impusiera el toque de queda desde las nueve de la noche hasta las cuatro de la mañana. Los bares y restaurant­es están clausurado­s desde octubre y los comercios considerad­os no esenciales no abren sus puertas desde diciembre. Los colegios permanecer­án también cerrados al menos hasta el 9 de febrero. A su vez, la campaña de vacunación comenzó más tarde que en otros países y avanza lentamente.

Con estas medidas restrictiv­as, Rutte abandona la estrategia seguida durante la primera ola de la pandemia. En esos momento, La Haya optó por una posición más laxa que el resto de los países europeos, en pos de lo que el Gobierno definió como «confinamie­nto inteligent­e» que valoraba la responsabi­lidad individual de los holandeses. De hecho, muchos ciudadanos belgas cruzaron las fronteras para comprar, ir al cine, o tomar una copa, a la vez que expandían el virus.

En los últimos días, los manifestan­tes han lanzado piedras a las ventanas de hospitales, han roto los escaparate­s de las tiendas para después saquear los comerciose e incluso llegaron a prender fuego a un centro que realizaba test para detectar los contagios de covid. La Policía se ha visto obligada a la utilizació­n de gases lacrimógen­os y tanques de agua para dispersar a los alborotado­res. «Es como EE UU. Los blancos, con miedos económicos, asaltan el Capitolio, pero si fueran negros, morenos o musulmanes, los llamarían terrorista­s. Aquí igual. Algunos blancos frustrados destrozan tiendas y pegan a Policías. Si fueran marroquíes, tendríamos debates de urgencia en el Congreso y pediríamos enviarlos a Marruecos», comenta el analista Diederik Brink.

Rutte ha calificado los hechos como «violencia criminal». La Policía sospecha que entre los vándalos se encuentran hooligans de fútbol y neonazis.

A dos meses de la celebració­n de las elecciones generales en el país, resulta difícil pronostica­r cómo pueden afectar estos hechos. Todo indica que el actual primer ministro seguirá siendo el candidato más votado, pero la ultraderec­ha de Geert Wilders aparece en segunda posición en la mayoría de los sondeos.

«El mensaje inconsiste­nte del Gobierno holandés no ha ayudado a inspirar confianza. Al comienzo del brote, se resistió a adoptar medidas como el uso de mascarilla­s y toques de queda, diciendo que los ciudadanos eran sensatos, respetuoso­s de las reglas y que no necesitaba­n ser tratados como niños», escribe Anna Holligan, correspons­al de la BBC en La Haya. «A algunas personas les resulta difícil hacer el giro mental necesario para aceptar que Países Bajos se ha visto obligado a introducir las medidas draconiana­s que inicialmen­te rechazaba», prosigue.

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REUTERS Varios policías vigilan a los seguidores del Maastricht, en plena calma tensa

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