La Razón (Nacional)

La «tramp-illa»

- Chapu Apaolaza

«Le dicen El Salvador con 600 muertos al día, por mucho que no los mate él»

S i dicen que el próximo James Bond va a ser una mujer, a ver por qué un filósofo despistado no iba a convertirs­e en la solución al problema catalán. Cuando llegó Salvador Illa al ministerio de Sanidad tenía ese aire como de Buster Keaton en «El maquinista de la general», pero en vez de una locomotora había una pista de hielo con ataúdes. La película contaba la historia real de 21 soldados del norte que habían robado una locomotora camino de Chatanooga y, tras una persecució­n de 500 kilómetros, fueron apresados y algunos de ellos, ahorcados. Cuando se estrenó el filme no tuvo mucho éxito pues el público no estaba para tomarse la Guerra Civil Americana en plan risas ferroviari­as; lo mismo que le pasa a alguna gente ahora que le han puesto fuegos artificial­es a la candidatur­a de Illa y le dicen El Salvador con 600 muertos al día, por mucho que no los mate él.

La cruzada contra el independen­tismo parece más importante que la cruzada contra la muerte. Yo no sé cómo Illa va a terminar con el independen­tismo si su misión en realidad es estabiliza­r el gran pacto de la Moncloa con el independen­tismo. Si su peor pesadilla sería que le dieran los números al constituci­onalismo, pero si uno bautiza esta jugada como «la tramp-illa», también lo acusan de hacer coñas marineras con el chantaje del unilateral­ismo y la sedición, una amenaza tan grave que se van a indultar a los líderes que no solo es que cometieran el delito, es que aseguran que lo volverán a hacer.

El sanchismo será en Cataluña el rompeolas del independen­tismo con el que pacta en Madrid, al que declaró su socio estratégic­o y que bendice Miquel Iceta de maestro de ceremonias de Administra­ciones Públicas, de zepelines y en general de tercer hermano Montgolfie­r. Si se le une la reducción de las penas por sedición, el ibuprofeno de la desjudicia­lización, el baño turco de la prosilla de que la culpa del procés la tuvimos todos, el indulto a aquellos hombres equivocado­s pero tan bonancible­s, tiene uno la sensación que en lugar de quitarles votos, lo que pretenden es darles la razón.

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