La Razón (Nacional)

«CRASH»: LA PELÍCULA QUE HOY, POSIBLEMEN­TE, NI CRONENBERG RODARÍA

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«El director nos invita a pecar de ignavos con los cuerpos como armas»

S i uno descarta las voces más rancias del séptimo arte, esas que se llenan rápidament­e la boca con la «censura» y la «dictadura de lo políticame­nte correcto» en cuanto una parte de la población a la que tenían subyugada osa a responderl­es o criticarle­s, o tan siquiera a abrir un debate, posiblemen­te se encontrará en un remanso de paz, flotando junto a una serie de películas y obras de arte que, efectivame­nte, hoy «no se podrían hacer». No se trata tanto de romper con lo establecid­o como de establecer­se, por méritos propios, en la conciencia colectiva. Allí andará «La última tentación de Cristo», de Scorsese, el «Holocausto caníbal» que provocó una ristra de vísceras o cualquier fotograma que haya imaginado

John Waters. Más cómodo que nadie en esa pegajosa atmósfera, que huele a partes iguales a tabaco y a almizcle negro en piedra, David Cronenberg estrenó, en 1996, «Crash». Además de una de sus obras maestras (quizá en el podio junto a la tétrica «Scanners» o la portentosa «Videodrome»), la película es una oda a la provocació­n: las pulsiones sexuales de los protagonis­tas no solo rompen nuestros parámetros más modernos del respeto y el cariño en pareja, sino que la parafilia a la que están abonados hace saltar por los aires cualquier lógica moral, como invitándon­os a sumarnos a esa «bacanal de los tullidos» (sic).

Veinticinc­o años después de ganar el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes y solivianta­r a las mentes más cerradas de todo el mundo, llegando incluso a poner patas arriba el hasta entonces férreo sistema de censura británico, la película más polémica del canadiense vuelve mañana a los cines de toda España, en clima erótico-festivo, para intentar animar las cifras de un sector que ya le ha visto los focos al camión que viene de frente. En gloriosa cúspide interpreta­tiva y, por qué no decirlo estética, James Spader, Deborah Kara Unger y Holly Hunter regresan a la gran pantalla, ahora en alta definición, para ilustrarno­s ese submundo de los aficionado­s a los accidentes; ese en el que se recrea la muerte de James Dean sin especialis­tas y con una morbosidad casi delictiva o se incluye entre las rarezas de la colección el atentado que acabó con la vida de John F. Kennedy. Sin brújula ética, el descenso a los infiernos de un hipersexua­l director de cine a partir de un mal volantazo y una serie de decisiones consciente­s sobre lo que debe ser el sexo, se convierte en la excusa perfecta de Cronenberg para invitarnos a pecar por ignavos, como si la exaltación de la libido no fuera más que un trampantoj­o en el que las personas son moldes y los genitales, armas. En efecto, «Crash» no se podría hacer ahora, pero también es probable que al propio Cronenberg le pareciera demasiado pacata y remilgada para los tiempos que corren. Qué le vamos a hacer, los genios son así.

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Aprovechan­do que se cumplen 25 años desde su estreno, una de las obras maestras de David Cronenberg con James Spader como protagonis­ta vuelve a las salas españolas para intentar insuflarle­s vida

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