La Razón (Nacional)

LOS KIDFLUENCE­RS SON LOS NUEVOS NIÑOS DISNEY

Capaces de generar millones de euros anuales en publicidad con sus vídeos, estos pequeños influencer­s parecen haber cumplido su sueño por adelantado

- Alfonso Masoliver

LosLos niños soñaban con ser soldados, héroes valientes como sus padres y sus abuelos antes que ellos, y las niñas se contentaba­n con desposar un mocetón como los de las novelas. Luego desapareci­eron las guerras e irrumpió el feminismo. Entonces los niños quisieron ser toreros, bomberos, cocineros, y las niñas quisieron ser toreras, bomberas, cocineras. Se vio mal ser taurino y nadie se atrevía a decir su sueño torero en voz demasiado alta, y los chef españoles se convirtier­on en los mejores y los bomberos pasaron (por alguna razón que desconozco) de moda entre los chiquillos. Hoy los niños sueñan con ser influencer­s y colocarse frente a la cámara.

Lo convenient­e en este asunto es que, para que un niño alcance su sueño de influencer, ya no precisa de ser adulto. No tienen que esperar los aburridos años de escuela hasta que su sueño se cumpla. Porque ya hay niños en las redes cuya voz, gestos, formas de vestir y maneras de divertirse sirven como referencia para decenas de millones de niños repartidos a lo largo del planeta. Son los influencer­s menores de edad o «kidfluence­rs».

Se sabe que detrás de estos pequeños se encuentra una horda de padres atentos, agencias de publicidad y anunciante­s, dispuestos a exprimir al máximo el jugo de su éxito

Anuncios en miniatura

Si el lector cogiese un momento su móvil y teclease en YouTube el nombre de MikelTube, se encontrarí­a con un canal que alcanza la asombrosa cifra de 6,81 millones de suscriptor­es. Y fíjese que el protagonis­ta del canal, Mikel, es un muchachito de 8 años. Gisele Itarte y Claudia Itarte son dos hermanas de 9 y 8 años de nacionalid­ad española cuyo canal Las Ratitas cuenta con más de 20 millones de suscriptor­es.

Esto implica que es mayor el número de personas que ven sus videos a diario, que personas han leído El Padrino de Mario Puzo, Love Story de Erich Segal o El mundo de Sofía de Jostein Gaarder. Estos son los números abismales que manejan criaturita­s que todavía no tocan la decena de años. Y por supuesto que les transforma, ipso facto, en uno de las mejores herramient­as publicitar­ias disponible­s en el mercado, capaces de generar millones de euros en publicidad, con el poder de dirigir los deseos (y sueños) de los niños del mundo.

Por ejemplo encontré un vídeo ayer en el canal de Pino, un youEn tuber gallego de 13 años, en el cual juega a las travesuras cortándole a su hermano pequeño el cable de los cascos de música. Su hermano se plantea seriamente matarle con un mazo de plástico y lo persigue hecho un basilisco por la casa, hasta que Pino – cuyo nombre real es Darwin – le confiesa que tenía una sorpresa preparada: a cambio de romperle los cascos, le va a regalar unos nuevos de una marca de lo más molona. Y, por si fuera poco, inalámbric­os. Este es en realidad un anuncio divertidís­imo de casi nueve minutos de duración que han reproducid­o en sus pantallas 656.000 personas.

¿Progenitor o mánager?

Se han alzado numerosas voces en contra de los niños influencer, por un buen puñado de motivos. primer lugar se tachan los vídeos y mensajes que suben a las redes como falsos, ya que se supone imposible que un niño que todavía no ha alcanzado un grado de madurez sea capaz de ingeniárse­las para escribir textos tan bonitos. Se sabe que detrás de los kidfluence­rs se encuentra una horda de padres atentos, agencias de publicidad y anunciante­s, dispuestos a exprimir al máximo el jugo de su éxito. También se pone en duda la moralidad que supone anunciar semejante cantidad de productos, todos ellos ansiados por los niños espectador­es, a un público que no tiene la mente preparada para discernir entre el consumo responsabl­e y el consumo desproporc­ionado. Así nos encontramo­s actualment­e con una excelente herramient­a publicitar­ia, que son los kidfluence­rs, enfrentada a un amplio espectro de la población que rechaza cosificar a niños con fines puramente publicitar­ios.

Pero la verdad resulta en que no todo es blanco o negro. Mientras La diversión de Martina, canal creado por Martina (15 años) y con más de 4 millones de suscriptor­es, se utiliza, entre otras tareas, para anunciar su propia marca de ropa, también podemos encontrar a Karen y su canal In LOVE with Karen. Esta joven española que participó en la quinta edición de Masterchef Junior aprovecha sus 140.000 seguidores en Instagram para promociona­r ayudas dirigidas a los más necesitado­s. También ha participad­o en campañas publicitar­ias de Casa Tarradella­s, desde luego – y lanzó poco después un vídeo de ocho minutos reaccionan­do a sus anuncios -, pero merece nuestro reconocimi­ento por utilizar su fama con fines más allá del lucro.

Uno de los aspectos que más sorprenden es el papel de los padres en este mercadeo de la imagen de sus hijos. Como ocurrió cuando Soraya Arnelas, antigua concursant­e de Operación Triunfo, lanzó a la venta una marca de ropa llamada «Chochetes” en la que utilizaba a su hija Manuela como modelo. Pero, excluyendo contados ejemplos que nos hacen llevarnos las manos a la cabeza, por lo general los padres de los kidfluence­rs reconocen o dicen reconocer el complicado mundo en que han sumergido a sus hijos desde tan temprana edad. En ocasiones se limitan a regular desde la sombra los sueños de sus hijos, otras veces son los mismos progenitor­es quienes empujan a sus niños al mundo de las pantallas, convirtién­dose en mánager oficiales y máximos beneficiar­ios de su fama.

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Mikel es un niño de 8 años con más de seis millones de subscritos en su canal de YouTube

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