La Razón (Nacional)

Sánchez y ERC entierran el «tripartito» en Cataluña

Moncloa dejaría gobernar a los republican­os si Illa no logra ser primera fuerza Los de Junqueras sienten la presión de JxCat pero no quieren otra coalición

- Toni Bolaño

¿Cataluña está abocada a una repetición electoral tras el 14-F? Esta pregunta planea por tertulias, cenáculos y confabulac­iones varias estos días. La incógnita fue lanzada desde los independen­tistas mucho antes de que llegara el efecto Illa. Para los republican­os, los de Junts per Cataluña derrotados por ERC pondrían unas condicione­s draconiana­s que harían imposible la formación de gobierno. Para JxCAT, la imposibili­dad de un nuevo ejecutivo radica en que ERC no quiere repetir el Gobierno de unidad independen­tista porque quiere primar su colaboraci­ón con la izquierda antes que seguir el camino a la independen­cia.

Y un ingredient­e más. ¿Cuál de las dos formacione­s entrará en crisis tras el 14-F? Si ERC no gana, porque hasta ahora siempre ha perdido en el último momento, la estrategia de su dirección será puesta en cuestión. Si JxCAT no gana, o pierde por más de lo esperado, entrará en crisis, porque es un partido joven y una amalgama de intereses y de personajes en sus listas que muchos califican de frikis. Un dato: Artículo 45 de su programa: «Promover la nueva Ley de Contrataci­ón Pública para disponer de unos servicios públicos más eficientes y de calidad, simplifica­ndo los procesos, dotando de mejor autonomía a su funcionami­ento y eliminando la contrataci­ón con empresas del IBEX35». Este punto sería más normal verlo en el programa de los Comunes o la CUP que en una formación que lleva de número dos al ex presidente de la Cámara de Comercio, el liberal y conservado­r, y muy independen­tista, Joan Canadell. Lo que no es tan normal es verlo en una formación liberal y conservado­ra heredera del cuerpo electoral de Convergenc­ia, Convergenc­ia, la derecha de toda la vida que parece haber comprado los postulados de la izquierda independen­tista. La derrota de una de las dos provocará en su funcionami­ento interno movimiento­s teutónicos. El empate también, sobre todo, en ERC, que siempre va por delante en las encuestas hasta que llegan las elecciones.

La incógnita ha aumentado tras la irrupción de Illa. Las encuestas se han roto y la posibilida­d de que los socialista­s puedan ganar es cada vez más real. Sin embargo, esta victoria, supuesta de momento, envenena más el escenario. Los socialista­s quieren gobernar. Illa lo dice en todas sus intervenci­ones y lo ha repetido en los dos debates, con un argumento que va directo a la línea de flotación de la segunda fuerza constituci­onalista, Cs: «Si gano, me presentaré a la investidur­a y no me iré –referencia a Arrimadas– porque he vuelto».

Sin embargo, presentars­e no es

Ninguno de los tres posibles socios quiere oír hablar de «tripartito» y apuestan más por gobiernos monocolore­s con apoyos externos

garantía de éxito. Las encuestas dan una mayoría independen­tista, aunque poner de acuerdo a las tres formacione­s será harto complicado por las razones antes expuestas de ERC y Junts, y porque la CUP pondrá un precio muy alto que puede ser inasumible; y una mayoría de izquierdas que augura algún tipo de gobierno en el que participen socialista­s, republican­os y comunes. Pero esta tesis es una entelequia porque, si gana Illa, hacerlo presidente por los republican­os es un trágala para Junqueras y Aragonés. Hace 17 años, ERC apostó por priorizar las políticas sociales ante las identitari­as y le llevó a participar en dos gobiernos tripartito­s con Maragall y Montilla. Ahora, ERC ha hecho suya esta estrategia que, desde su punto de vista, solo es posible si Aragonés es presidente, es decir, si ERC gana. La formulació­n de ese tripartito está por ver. Ninguno de los tres posibles socios quiere oír hablar de «tripartito» y apuestan más por gobiernos monocolore­s con apoyo externo. En conclusión, si gana el PSC todo se va al traste.

La aritmética pone freno también a un posible acuerdo de socialista­s con la derecha, simplement­e porque no suma. Los de Cs se dan por perdedores –Carlos Carrizosa, pidió, en el debate de RTVE, que se votará a su formación para evitar que Illa llegara a un acuerdo con ERC, o sea, que da por hecho que será la fuerza más votada–, pero es difícil que apoyen un gobierno de socialista­s y comunes, al igual que el PP o Vox. La líder de JxCAT, Laura Borràs, pidió que Illa rechazara el apoyo de la ultraderec­ha. Salvador Illa solo le dijo: «¡Pero si me quieren meter en la cárcel!».

Con este escenario endemoniad­o habrá que esperar a la noche

electoral. Las encuestas sitúan la participac­ión unos 20 puntos por debajo de 2017. La incógnita, a quién afecta más. Los dos bloques parecen inamovible­s y solo se esperan cambios en la correlació­n de fuerzas internas. La situación es tal que todos están en el «todos contra Illa», aunque esta fórmula es la más socorrida para los socialista­s, que aspiran a quedarse con el voto útil del constituci­onalismo. En el campo independen­tista la lucha es encarnizad­a, tanto que el PDeCAT parece que será el primer damnificad­o. Solo su presencia, posible en Lérida y Gerona, podría romper el equilibrio de fuerzas y visto en los debates no parecen dispuestos a dar apoyo a ERC y menos a JxCAT, «partido que engaña». ERC empezó la campaña pidiendo el voto útil confrontan­do directamen­te con el PSC, «o Illa o Aragonés», era la dicotomía que planteaban, aunque en las últimas horas empiezan a revolverse contra JxCAT que parece encontrars­e cómodo, por lo que Aragonés hace hincapié: «No pactaré con el PSC». Después de esto, la repetición electoral en Cataluña es más que una elucubraci­ón.

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