«ESTAR DISPUESTOS A QUE LOS HIJOS VAYAN A LA CÁRCEL SERÍA UN GRAN PASO PARA CATALUÑA»
J ordi Cuixart fue condenado por su participación y liderazgo en el golpe contra el orden constitucional convertido en una conducta sediciosa después de un ejercicio de ensoñación togada. Le recordarán en el cerco a la consejería de Economía durante el registro de una comisión judicial, megáfono en mano subido sobre un vehículo achatarrado por la turba separatista, sonriente y desafiante aquel 20-S. Ha salido de prisión tras la enésima tropelía de la Generalitat después de que el Tribunal Supremo cegara esa vía. Reivindica la amnistía (ilegal) y desprecia con arrogancia el indulto, pero su capacidad de sacrificio alcanza hasta el momento en el que la Justicia separatista le abre la puerta de su celda. Nadie le hace ascos a la libertad, claro, y las bravatas y las pendencias arrogantes palidecen cuando los barrotes deslucen el paisaje. «¿Estamos dispuestos a que [nuestros hijos] puedan pasar largas temporadas en la prisión con el objetivo de que este país pueda decidir libremente cuál debe ser su futuro político? Si la respuesta es sí, habremos dado un paso de gigante». El presidente de Omnium cree que el futuro del Principado va ligado a una voluntad de este acto de martirio familiar. Cuixart es padre y el deseo para su progenie es que demuestre su amor por la Cataluña separatista con unos cuantos años como inquilinos de Lledoners. Hay amores que matan, incluso paterno filiales. ¿Qué se puede pensar de un cabeza de familia con tales anhelos para su descendencia? No sería una rarera concluir que el muñidor del despropósito sufre los efectos del estrés postraumático o un tipo de enajenación mental transitoria. Serían circunstancias atenuantes. Pero Cuixart parece en sus cabales, y su indisposición manifiesta no es fruto de un trastorno de origen patógeno, sino político, cultural y social. Es un fanático, un extremista condicionado no por el amor a Cataluña ni a sus gentes, sino por el odio a los otros, la convicción supremacista, los elegidos. La inquina es yerma y vil, solo crea padrastros.