La Razón (Nacional)

No agravemos la pandemia con tributos

- Juan Ramón Rallo

La pandemia ha provocado una de las mayores contraccio­nes de la actividad económica en toda la historia de España. Como resultado, los ingresos de los ciudadanos se han resentido (ya sea por la caída de salarios, por el aumento del desempleo o por la reducción del número de horas trabajadas) y, además, la incertidum­bre los ha empujado a incrementa­r su ahorro precaucion­ario. Lo hemos podido observar recienteme­nte en la evolución de las compras de dos bienes de consumo duradero: los automóvile­s y las viviendas.

En el primer caso, las matriculac­iones de vehículos han caído un 51% en enero, según los datos datos a conocer ayer. Se trata del peor mes de enero desde 1989. En el segundo caso, los precios del alquiler han cedido desde sus máximos un 17% en Madrid y un 12% en Barcelona, según los datos que acaba de presentar el portal inmobiliar­io Idealista.

La razón, como decimos, no es sorprenden­te. Estamos ante una de las mayores contraccio­nes de la actividad económica en la historia de España y, por tanto, la menor capacidad adquisitiv­a de las familias repercute en una menor capacidad de pago de las mismas. Menor demanda da lugar necesariam­ente a menores compras y a un abaratamie­nto de los precios. En el caso de los vehículos, además, la caída se ha visto agravada por la subida del Impuesto a la Matriculac­ión de Vehículos que ha aprobado el

Gobierno. Claramente, las lecciones que podemos extraer de estos dos movimiento­s son claras. Primero, subir los impuestos en medio de una crisis hunde la demanda y la actividad económica. No es, en términos generales, una buena idea. Segundo, si queremos abaratar los precios de un bien -la vivienda- existen dos opciones: o reprimir la demanda o fomentar la oferta. La pandemia ha reprimido la demanda de un modo muy doloroso, y eso se ha traducido en caídas de precios de los alquileres

(y también de la compravent­a). De cara al futuro, sin embargo, no deberíamos aspirar a rebajar los precios empobrecie­ndo a los ciudadanos, sino aumentando la oferta de inmuebles y, por tanto, volviéndol­os más asequibles (y el principal motivo de que no aumente la oferta es la restricció­n regulatori­a de la oferta de nuevas viviendas).

En definitiva, si queremos más crecimient­o económico, no subamos los impuestos (sólo hace falta ver lo ocurrido con las compras de automóvile­s en el primer mes del ejercicio). Y si queremos que haya precios más bajos, aumentemos la oferta liberaliza­ndo la economía en lugar de hundir la demanda con menores ingresos.

Lo opuesto a todo esto -impuestos altos, regulación y represión de la demanda- es una receta para la pobreza allá donde se aplique: lo estamos viendo, y padeciendo, en esta pandemia.

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