La Razón (Nacional)

¿ERES TÚ EL QUE HA DE VENIR?

- Antonio Cañizares Llovera es cardenal y arzobispo de Valencia Antonio Cañizares Llovera

«Gracias, Señor, por la Vida Consagrada, enriquécel­a con el don de nuevas vocaciones que tanta falta nos hacen»

« ¿ EresTúelqu­ehaEresTúe­lqueha de venir, o hemos de esperar a otro?». Así le preguntan a Jesús unos discípulos de Juan Bautista, enviados por él. El mismo Bautista les dice a dos discípulos al pasar Jesús «Éste es». Y los discípulos vieron, creyeron, se quedaron con Él.

Este pasaje me evoca la situación que estamos viviendo al celebrar ayer el día de la Presentaci­ón de Jesús en el templo, popularmen­te día o fiesta de la Candelaria, y de la Vida Consagrada, esto es, de religiosos y religiosas en la vida monástica y apostólica, de los institutos seculares, del orden de las vírgenes, de la vida eremítica. La pregunta de los discípulos del Bautista, después dedosmilen­ios, yen medio del apande mi a y sin pandemia, con hechos y situacione­s de la humanidad tan diversos y duros a veces, sigue ahí, la misma: «¿Eres Tú el que ha de venir o hemos de esperara otro ?». Y la respuesta la encontramo­s en los que han visto, han creído, y se quedaron, se han quedado con Él en una vida consagrada.

Por ejemplo, me acuerdo de mis tiempos de Granada, un cura ermitaño o eremita, Manuel, que se retiró a una cabaña en Sierra Nevada a más de 2.500 metros de altura, y ofrecía, acogida, fraternida­d, pobreza compartida, oración, palabra de Dios y Eucaristía diaria, presencia, en definitiva de Jesús en medio de hermanos heridos. Allá subieron, ente otros, cuatro hermanos heridos, casi destrozado­s y encontraro­n la respuesta a la pregunta clave, y me decían: «Dígaselo a todos, a los jóvenes, aquí, en esta soledad y silencio, hemos encontrado a Jesús, y ya ve, hemos sido liberados y sanados de las heridas que traíamos, con la acogida del hermano, –así nos llama, hermanos– la oración y la escucha del apalabra de Dios, la Eucaristía, la pobreza radical compartida­s, nada más, pero nada menos.

Me bastan estos hechos para reflejar un poco lo que significa la Vida Consagrada, que ayer recordábam­os y celebrábam­os su día, dos ejemplos en los que la utilidad, el bienestar, los criterios humanos, los intereses intereses material eso de poder, los placeres terrenos, el olvido de Dios y la pretensión de hacer un mundo sin Dios… lo que hoy se busca, los que busca la «sabiduría» humana, no cuentan, sino todo lo contrario: sólo Dios, porque quien a «Dios tiene nada le falta» porque sólo Él basta, sólo Él llena, sacia y colma de alegría y está con las puertas abiertas para acoger a todos, ser de todos a los que llaman «hermanos», curar heridas, ser buenos samaritano­s. Esa es la Vida Consagrada que conocemos, vemos y gozamos, porque es un gozo y alegría, ver a tantos y tantas miles de personas consagrada­s, que escucharon un día, como al Bautista los dos discípulos que al pasar Jesús un día indicaba: «Este es», y escucharon la respuesta suya «¿ Dónde estás, dónde vives, quién eres? Venid y lo veréis», y le siguieron y se quedaron con Él, porque hallaron la respuesta a sus, preguntas, a sus búsquedas. Así es la Vida Con sagrada en sus diversas formas y carismas, fueron, vieron y se quedaron con Él, viviendo con Él en los diversos carismas.

Dios se ha val ido, como nuevos Bautistas, de los Fundadores: San Francisco, Santa Clara, san Benito, Santo Domingo de Guzmán, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús, San Juan de Dios, Santa Teresa de Jesús Jornet, San Enrique de Ossó, San Juan Bautista de la Salle, San José de Calasanz, etc. etc , con sus hijos e hijas, para decir a los que pasan, buscan y preguntan: «Este es» y le han seguido y le siguen en los diversos carismas de vida consagrada que el Espíritu ha suscitado en su Iglesia para decirnos, curando enfermos o atendiendo a ancianos y a abandonado­s, a dementes y discapacit­ados, a mujeres maltratada­s o víctima de explotació­n, sirviendo a los pobres más pobres, contemplan­do las maravillas del amor de Dios, en Jesús, y orando por todos, sintiéndos­e de verdad hermanos y hermanas de Dios, buenas y buenos samaritano­s, a través de estos y otros carismas nos están diciendo que «sólo Dios basta».

¡Cuánto bien haría conocer bien y mejor y ayudar la Vida Con sagrada! El mundo de hoy sería distinto porque al contrario que Erasmo de Rotterdan, digo ya firmo en estos momentos precisos :« sí, mona cha tus est pie tas ». La vida con sagrada es piedad y amor, testimonio de Jesucristo salvación y luz para todos los pueblos, Dios en medio nuestro. Demos gracias a Dios por la Vida Con sagrada. Personalme­nte cuánto debo a la vida consagrada y cómo se lo agradezco a todos. Pero permítanme­que concrete, a título de ejemplo solo, y sin ánimo de excluir a los monasterio­s carmelitan­os de San José y la Encarnació­n de Ávila, a las cistercien­ses de Buenafuent­e del Sistal, a las monjas de Iesu Communio en Burgos y en Valencia, los padres Redentoris­tas, mis hermanos, a las religiosas Escolapias que estuvieron en Aluche de Madrid, a las Siervas Guadalupan­as de Cristo Sacerdote, a las Oblatas de Cristo Sacerdote, a los Padres Dominicos, a los Padres Jesuitas, a los Benedictin­os del Valle, a todos cuantos forman esa gran familia de la Vida Consagrada sin exclusión de ninguno. Gracias, Señor, por la Vida Con sagrada, enri qué ce la con el don de nuevas vocaciones que tanta falta nos hacen para el bien de la Iglesia y tanto la ayudan, y concede a todos una vida santa, de verdadera fraternida­d que curen las heridas del mundo.

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