REZAR A UN CIELO PLAGADO DE BUITRES
ElEl hombre de la imagen, tomada en el barrio limeño de el Callao, se llama Alejandro Casa y lleva tres días tratando de recargar la bombona de oxígeno que mantiene con vida a su tío, enfermo de covid y sin plaza en un hospital. Reza y hace guardia ante una de las empresas que reponen las botellas, «Criogas», cuyo propietario, Luis Basallo, ha tratado de mantener los mismos precios que antes de la pandemia. Pero ha tenido que cerrar. Si él vendía a cien, grupos mafiosos, bien organizados, se hacían con las bombonas y las revendían a quinientos. Y no sólo. Los puestos en las colas también estaban bajo control mafioso. La intervención de la Policía, tras las denuncias del empresario, trajo las amenazas de muerte. Y, luego, están la estafas. Las falsos proveedores que se anuncian en internet y exigen el dinero por adelantado para un producto que nunca llega. Y están los que envasan aire industrial, inadecuado para la atención de los enfermos, y lo venden como medicinal. Falta oxígeno en Perú y las pobres gentes pagan lo que sea por poder respirar. La nueva ola de coronavirus, terrorífica por la mutación brasileña, ha desbordado el sistema. Si se mantiene el ritmo de infecciones, en un mes se necesitarán 3 millones de metros cúbicos diarios de oxígeno, cuando el país produce o importa 800.000. Y es imprescindible, porque, en caso de empeoramiento del enfermo y traslado hospitalario, como cuenta «El Correo» limeño, cuanta menos saturación en sangre presente el paciente, más probabilidades tiene de morir. Sí, Alejandro, tres días de cola, reza. Pero lo hace hacia un cielo plagado de buitres.