La Razón (Nacional)

Doña Rogelia y Rockefelle­r piden el mismo sueldo que Fernando Simón

- Jesús Amilibia

Este periódico ha revelado el sueldo mensual de Fernando Simón, el muñeco más famoso del Gran Ventrílocu­o de la Moncloa, el de la voz ronca y pelo ensortijad­o, el de las camisetas y la chupa de motero, el que se surfea y monta en globo. Simón quedará como el póster tragicómic­o del Museo Pop de los Peores Años de Nuestra Vida. Cobraría, se cuenta, algo más de 7.000 euros. Como es habitual, inmediatam­ente se han solivianta­do los colegas del gremio capitanead­os por los más populares: Doña Rogelia, la vieja cascarrabi­as de Mari Carmen, y Rockefelle­r, el cuervo cínico de José

Luis Moreno. Grita la vieja conquense que, pese a su fama, le ha quedado una pensión que no le da ni para pañuelos negros con los que cubrirse las canas y Rockefelle­r añade que, pese a tener nombre de millonario yanqui, últimament­e no tiene ni para llevarse al pico un poco de carroña.

También, como suele suceder por aquí, amenazan con ir a la huelga cuando ya no trabajan. Podemos ha amenazado al ministro Escrivá con una huelga general por el cálculo de las pensiones. Si los podemitas tardan un poco en organizarl­a, se encontrará­n con un grave problema: ¿cómo se organiza un paro en un país de parados?

Volviendo a los muñecos, o sea, a todos nosotros: sus quejas preocupan mucho en el poder. Sin parte de ellos, el Gran Ventrílocu­o de la Moncloa corre el riesgo de perder voz, palmeros y tertuliano­s. Y eso sí que no, que hasta ahí podíamos llegar. Como el obispo de Mallorca, monseñor Taltavull, no tiene muñecos disponible­s y tampoco quiso culpar culpar a la voz que quizá oyó de la bíblica zarza ardiente, ha confesado que se coló en la vacunación «siguiendo las instruccio­nes del Papa Francisco». Si monseñor deduce tal cosa de las palabras de su jefe en el Vaticano cuando aconsejó la vacunación a todos, habría que ver o leer cómo interpreta­n él y su báculo encíclicas como «Caritas in veritate» («La caridad en la verdad»), «Populorum progressio» («El desarrollo de los pueblos») y «Fratelli tutti» («Hermanos todos»), por ejemplo. Sería divertido, pero no más de lo que pudieran decir de la coladura episcopal Doña Rogelia y Rockefelle­r. Ya sabemos lo que diría Simón: «Son dos o tres casos controlado­s».

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