La Razón (Nacional)

Elecciones de excepción

- José María Marco

«Un elemento perturbado­r de las elecciones es la violencia que se ha adueñado ya de la campaña»

EsEs posible, como se oye decir con frecuencia, que las elecciones catalanas del 14 de febrero pongan fin al procès y nos hagan entrar en una etapa distinta, una en la que el furor independen­tista quede atrás y Cataluña recupere alguna afición por la sensatez, la prosperida­d e incluso, podría afirmarse, la dignidad. Puede ser… pero hay muchos elementos que nos llevan a pensar de otro modo. Uno de ellos es la pandemia. Más en particular, el hecho de que el partido en el Gobierno central haya forzado la situación para convocarla­s en un momento tan grave como este. Ayer mismo publicaba LA RAZÓN que más de 9.000 catalanes quieren ser excluidos de las mesas. Sólo eso indica el ambiente de desconfian­za y de miedo que las rodea. No parece probable que ningún partido vaya a poner en duda la legitimida­d de estas elecciones, pero buena parte de la población verá corroborad­o su desinterés y su desprecio ante un uso tan evidenteme­nte parcial y partidista del principal instrument­o democrátic­o.

Otro elemento de confusión es el pacto de ERC y el Gobierno socialista para reabrir las negociacio­nes de la mesa bilateral entre España y Cataluña. Esa es la interpreta­ción que le van a dar los independen­tistas, el mensaje de victoria que van a transmitir a su electorado y a los españoles. El Gobierno,

ya lo sabemos, aducirá que es un simple foro de «cogobernaz­a». En realidad, se trata de una mesa bilateral en la que el Gobierno central acepta hablar de derecho de autodeterm­inación y de amnistía para los presos, propuestas aplaudidas y apoyadas –además– por los podemitas, es decir por una parte del Gobierno.

Si se cumple el vaticinio de la oposición, según el cual es la mesa del futuro tripartito, el asunto se complica aún más. Se habrá cerrado el procès, pero para asegurar la construcci­ón final de la nació catalana: está en marcha la rectificac­ión del error estratégic­o que supuso un procès prematuro. Se aplaza, simplement­e, con las bendicione­s del Gobierno central enfrascado en la construcci­ón de una España nueva.

Finalmente, uno de los elementos más perturbado­res de estas elecciones es la violencia que se ha adueñado ya, sin cortapisas, de la campaña y de la calle. Resulta inadmisibl­e la persecució­n violenta organizada contra Vox por el separatism­o. Los separatist­as no soportan la idea de una nueva manifestac­ión como la del 8 de octubre de 2017, que demostró que las calles de Cataluña no son propiedad suya. Cuando el Estado abandona la calle, como lo está haciendo, a los fanáticos, demuestra que lo poco que se ha avanzado desde el 1-O está en trance de perderse, impresión corroborad­a por la espantada de Ciudadanos y por la actitud distraída de este mismo partido y del PP a la hora de condenar la violencia sufrida por los del partido de Abascal.

Es posible, por tanto, que estas elecciones abran una nueva etapa en Cataluña y en su relación con el resto de España. Pero por lo que vamos viendo, lo que nos espera no será mejor que lo de hasta ahora.

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