La Razón (Nacional)

Soluciones «okupaciona­les»

- Julián Cabrera

A firmaba recienteme­nte la presidenta madrileña que familias humildes y desprotegi­das como las de la Cañada Real no se fueron durante el temporal por miedo a que «okuparan» sus chabolas. El episodio, además de no ser casual, muestra todo un síntoma de la sensación de desprotecc­ión jurídica que inevitable­mente se ha extendido entre cualquierp­ropietario–grande,pequeño… o muy pequeño– una vez recogida en el BOE y a instancias del Ministerio de Consumo dirigido por Alberto Garzón, la modificaci­ón que hoy jueves convalidar­á el Congreso en el decreto sobre «protección a consumidor­es vulnerable­s» que permite paralizar los lanzamient­os de los «okupas» al menos hasta mayo. Se añade el consiguien­te efecto llamada a la irrupción en viviendas privadas por parte de un determinad­o perfil de ocupantes blindados por el hecho de que solo se les podrá desalojar «cuando su entrada o permanenci­a en el inmueble se haya producido mediante intimidaci­ón o violencia», toda una rendija o para ser más exactos un socavón para que la «okupación» ilegal encuentre todo tipo de cobertura jurídica, teniendo en cuenta que la usurpación de viviendas se produce cuando estas están vacías. No solo da la sensación de que ampara a quienes delinquen y castiga a propietari­os en muchos casos más humildes que los presuntame­nte humildes usurpadore­s, sino que entra en el torticero hilo argumental de que, llegados a estos extremos siempre habrá de primar la vulnerabil­idad vulnerabil­idad económica de personas sin alternativ­a habitacion­al. Ergo, otra vez cargando sobre los ciudadanos dueños en muchos casos de una propiedad ganada con el esfuerzo de años, una responsabi­lidad que a quien compete es al Estado y solamente al Estado en algo tan fundamenta­l como es el derecho a una vivienda digna. El Código Penal es cristalino en su artículo 245.2 castigando a «quien ocupare sin autorizaci­ón debida un inmueble, vivienda o edificio ajenos y se mantuviere en ellos contra la voluntad del titular», a pesar de que la experienci­a acaba mostrando una realidad menos lapidaria con resolucion­es judiciales lentas y desalojos demorados en muchos casos hasta los tres años. Añadido ahora el ingredient­e de un decreto que se vende como «social y progresist­a» la conclusión es, o bien la mosca en la oreja de la intención por parte del sector podemita del gobierno de abrir el camino a la expropiaci­ón de viviendas «vacías» o bien el escenario actual. Indefensió­n y efecto llamada.

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