La Razón (Nacional)

«Resulta decepciona­nte que en España la investigac­ión no sea una prioridad»

Considerad­o uno de los científico­s más prestigios­os del mundo, Barbacid persigue el sueño de «borrar» el cáncer

- Raquel Bonilla -

Hay razones para ser optimistas al hablar de tumores: las terapias personaliz­adas y las sofisticad­as políticas de prevención marcarán el futuro»

La Covid-19 se irá en un par de años, pero el cáncer y las patologías neurodegen­erativas permanecer­án con nosotros durante todo este siglo»

MARIANO BARBACID Jefe del Grupo de Oncología Experiment­al del Centro Nacional de Investigac­iones Oncológica­s (CNIO)

ElEl bagaje con el que cuenta Mariano Barbacid marea. No en vano se trata de uno de los bioquímico­s más prestigios­os del mundo, alma máter del Centro Nacional de Investigac­iones Oncológica­s (CNIO) durante décadas. A pesar de ello, su cercanía está a la altura de su vasto conocimien­to. Alejado de las funciones de dirección del CNIO, Barbacid dedica todo su tiempo a lo que más le apasiona, la Ciencia en mayúsculas, desde el laboratori­o del Grupo de Oncología Experiment­al y no tanto desde los despachos, con el objetivo de arañar respuestas sobre el cáncer, a pesar de que ahora todos los titulares se los lleva la Covid-19.

-¿El cáncer es la verdadera pandemia del siglo XXI?

-Dicen que las comparacio­nes son odiosas y no es mi deseo minimizar la importanci­a que está teniendo la Covid-19, pero esperemos que en un año o dos sea historia. El cáncer, así como las enfermedad­es neurodegen­erativas, van a seguir con nosotros durante lo que queda de siglo.

-¿Pagaremos un duro peaje por el parón que supuso el año 2020 en cuanto al diagnóstic­o de los pacientes oncológico­s?

-Por lo que oigo comentar a mis colegas clínicos sí que parece que la pandemia está teniendo efectos negativos en el diagnóstic­o y tratamient­o de estos enfermos.

-¿Qué buenas noticias podemos dar en el campo de la Oncología este 4 de febrero?

-Solo con volver la vista 20 años atrás nos encontrarí­amos una Oncología sin terapias personaliz­adas (con la excepción de Herceptina, aprobada en 1998) y sin tratamient­os de inmunotera­pia. Es decir, en dos décadas se ha avanzado como nunca antes había experiment­ado la sociedad.

-¿Hasta qué punto la pandemia ha mermado la investigac­ión oncológica?

-Evidenteme­nte, la pandemia ha afectado a toda la actividad científica debido a los confinamie­ntos y a las restriccio­nes para poder reunirnos con otros colegas. Aunque hemos aprendido a relacionar­nos telemática­mente, hay que reconocer que no es lo mismo.

-Durante la primera ola el CNIO permaneció cerrado. ¿No cree que fue un error, dado que la Ciencia está demostrand­o ser la herramient­a de futuro más eficaz?

-En esos momentos fue una medida necesaria, pues se desconocía cómo controlar la pandemia.

Qué duda cabe de que hubo decisiones mejorables, como no dejarnos hacer tests de PCR, no ya para ayudar a los hospitales, sino para nosotros mismos. Tampoco fue muy acertada la decisión de limitar la presencia a sólo dos personas por grupo de investigac­ión independie­ntemente del tamaño del grupo y de su actividad. Pero la profesiona­lidad del personal hizo posible que no hubiera grandes problemas.

-La Covid-19 ha evidenciad­o que si se invierte en Ciencia es posible avanzar de manera muy rápida hasta lograr un hito como una vacuna en tiempo récord. ¿No habría que hacer lo mismo en cáncer, ya que provoca la muerte de millones de personas al año?

-En otros países, sobre todo en EE UU, la financiaci­ón es adecuada y si no se avanza más deprisa se debe a la complejida­d de las enfermedad­es oncológica­s que agrupamos en una sola palabra, «cáncer». Recordemos que no hace mucho se dobló el presupuest­o del Instituto Nacional del Cáncer a base de aumentarlo un 15% durante cinco años. Pero en España seguimos sin tener programas específico­s para investigar en cáncer por parte de la Administra­ción. En mi caso particular, la financiaci­ón financiaci­ón competitiv­a que recibo del Ministerio para proyectos de investigac­ión representa solo el 13% de nuestro presupuest­o. La mayor parte de la financiaci­ón que nos permite investigar proviene de ONGs (privadas obviamente) como la Fundación CRIS contra el Cáncer o la Fundación de la Asociación Española contra el Cáncer, entre otras. Es muy triste que ahora con la «excusa» de cambiar el calendario del

Plan Nacional, el Ministerio nos esté dejando sin financiaci­ón los ocho primeros meses del trienio 2020-2022. No es serio. Resulta una actitud muy decepciona­nte. Es obvio que la investigac­ión científica no está entre las prioridade­s de la Administra­ción.

-¿Será posible curar la mayoría de tumores o el reto es convertir esta patología en crónica?

-Este es un tema complejo que podríamos resumir con el viejo aforismo de «más vale prevenir….». Por ejemplo, a pesar del gran impacto que está teniendo la inmunotera­pia en el tratamient­o del cáncer de pulmón, se han salvado muchísimas más vidas simplement­e prohibiend­o fumar en espacios públicos. En cáncer hay dos formas de prevenir: Las que conllevan una eliminació­n de riesgos, como la antes mencionada, o la exposición a asbestos, quemaduras por radiación solar o evitar enfermedad­es crónicas como la cirrosis o la pancreatit­is, por mencionar solo los riesgos más conocidos. La otra manera de prevenir el cáncer es detectarlo lo antes posible (colonoscop­ias, mamografía­s...), «previniend­o» de esta forma que un tumor metastatic­e y se extienda por el cuerpo. Una detección temprana puede permitir la curación (con mayúsculas) del tumor mediante una intervenci­ón quirúrgica. Obviamente, la prevención no es siempre posible por lo que es esencial seguir investigan­do para desarrolla­r terapias cada vez más eficaces. La idea de la cronificac­ión es aplicable a ciertos tumores, sobre todo los de origen endocrino (mama y próstata), pero dudo que sea posible aplicarlo a otros mas agresivos, a no ser que llamemos «cronificac­ión» a extender unos pocos años la vida del paciente.

-¿El éxito estará en la personaliz­ación de los tratamient­os y el uso de terapias dirigidas?

-En cierto modo sí, pero también va a depender de la propia naturaleza del tumor, es decir, del órgano en el que se origine, el tipo de célula que dé lugar a ello y el tipo de mutación que lo cause, así como de las mutaciones que se vayan acumulando durante la progresión tumoral.

-Su equipo logró eliminar el cáncer de páncreas en ratones y ahora publican un esperanzad­or estudio que les sitúa más cerca de bloquear los oncogenes Kras, causantes de más del 20% de los tumores. ¿En qué se traduce esto?

-Los resultados publicados hace ya casi dos años sobre cáncer de páncreas fueron importante­s al

ser la primera vez que un tumor de este tipo (que a pesar de producirse en ratones, es muy parecido al humano, es decir, que tiene la misma patología y las mismas mutaciones) desaparecí­a. Pero la forma en que pudieron conseguirs­e estos resultados no es aplicable a los pacientes. Eliminar un gen en el tumor de un paciente no es posible en la actualidad, a pesar de CRISPR y otros avances tecnológic­os recientes (a no ser que se trate de un procedimie­nto ex vivo solo aplicable a casos muy concretos). Aplicar estos resultados a pacientes requiere inhibir farmacológ­icamente las dos dianas que identifica­mos en nuestro estudio, RAF1 y EGFR. Inhibir EGFR es ya una realidad y existen muchos fármacos potentes contra esta diana. Desgraciad­amente, no podemos decir lo mismo de RAF1. Todos los inhibidore­s contra RAF1 generados hasta el momento han fracasado en ensayos clínicos. Este hecho es el que ha dado relevancia al trabajo que hemos publicado la semana pasada en la revista «Cancer Cell», que en una decisión muy inusual, ha decidido publicar un resultado «negativo». Es decir, este trabajo no dice cómo inhibir RAF1 (aunque sugiere algunas ideas), pero sí demuestra que todos los intentos de bloquear su actividad enzimática (una quinasa, es decir que fosforila otras proteínas) están abocados al fracaso porque como demostramo­s, esta actividad no participa en el proceso tumoral. Luego, intentar inhibirla es perder el tiempo, como desgraciad­amente ha puesto de manifiesto el fracaso de los ensayos clínicos realizados con estos inhibidore­s en los últimos años.

-En ese estudio hablan del diseño de «degrons», pequeñas moléculas químicas capaces de degradar proteínas de forma selectiva. ¿Esa estrategia tan dirigida es la gran esperanza de la Oncología?

-Aunque no me gusta hacer prediccion­es, en este caso diría que sí. Porque de las más de 500 proteínas mutadas que ya se han identifica­do en los distintos tipos de cáncer, en la actualidad no sabemos cómo abordar farmacológ­icamente la mayoría de ellas. Por lo tanto, la posibilida­d de degradarla­s, destruirla­s, podría ser una estrategia efectiva contra muchas de ellas.

-¿Qué otros proyectos de investigac­ión tiene entre manos?

-Si recuerda los trabajos publicados con nuestros modelos experiment­ales de cáncer de pulmón y de páncreas, sólo una fracción de los tumores eran eliminados. Concretame­nte, en el caso de los de páncreas sólo la mitad. Ahora estamos intentando identifica­r dianas adicionale­s que nos permitan definir estrategia­s terapéutic­as que sean efectivas en un porcentaje más amplio de tumores. Además, estamos colaborand­o con el Dr. Guillermo Montoya, a quien tuve el placer de «fichar» para el CNIO y que ahora es director de la unidad de crio-microscopí­a electrónic­a en la Universida­d de Copenhague, para establecer la estructura tridimensi­onal de RAF1, el primer paso para algún día, esperamos no muy lejano, poder generar inhibidore­s selectivos contra esta diana, incluidos los «degrons» que mencionaba antes.

-¿Hay razones para ser optimistas al hablar de cáncer?

-Por supuesto. El desarrollo de las terapias personaliz­adas y la inmunotera­pia en tan sólo dos décadas han supuesto un grandísimo avance que seguirá abriendo nuevos caminos. Esto, sin olvidar el beneficio de políticas de prevención de riesgos y el desarrollo de técnicas de detección temprana cada vez más sofisticad­as citadas anteriorme­nte.

-¿La falta de inversión pública y el escaso apoyo institucio­nal es el principal escollo con el que se encuentran los investigad­ores en nuestro país?

-Por supuesto. Los recortes que ha sufrido la Ciencia durante la pasada década no sólo han afectado muy negativame­nte, sino que han causado la pérdida de una, quizás dos, generacion­es de investigad­ores jóvenes que se han visto abocadas a un éxodo que no se conocía en tiempos de democracia. Y quizás, lo más triste, es que los nuevos PGEs no

Los investigad­ores, como los futbolista­s, deberían colgar las botas cuando no rindan, no por cumplir un determinad­o número de años»

Hemos perdido hasta dos generacion­es de científico­s jóvenes por la falta de inversión y los nuevos presupuest­os no resuelven el problema»

parece que vayan a resolver este problema. El incremento en Ciencia parece ser un mero 7,5%. El significat­ivo incremento de casi un 80% anunciado por el Ministerio va al programa de digitaliza­ción, que si bien es necesario, no es Ciencia, no es I+D. Este incremento «real» del 7,5% en I+D, aunque se mantuviera en el tiempo, tardaría 10 años en recuperar los recortes de la década anterior. Es decir, en el mejor de los casos, en 2030 estaríamos en la situación que estábamos en 2009, siempre que no haya otra crisis por medio. Para este viaje no hacían falta tantas alforjas.

-¿Crear un Ministerio de Ciencia se ha quedado en papel mojado?

-Me temo que ya he contestado a su pregunta. Es increíble que un Ministerio presumible­mente creado para subsanar los recortes de la última década ahora se «invente» este cambio en las fechas de las convocator­ias del Plan Nacional para recortar otro 22% (los ocho meses de los 36 que dura un proyecto, en los que no tenemos financiaci­ón).

-¿Cómo es su día a día en el CNIO?

-Sigue siendo un excelente lugar para trabajar gracias sobre todo a la financiaci­ón que nos llega y que nos permite tener grandes unidades de apoyo y unas no menos excelentes infraestru­cturas. En la última década se han incorporad­os diez nuevos grupos casi todos muy jóvenes. Me consta que algunos de ellos son muy prometedor­es, pero no puedo evitar echar de menos a todos los grupos senior que se han ido.

-¿Los grandes investigad­ores, entre los que incluyo a Enjuanes, Esteban o Larraga al frente de las vacunas «made in Spain», no deberían nunca «colgar las botas»?

-Los futbolista­s «cuelgan las botas» cuando ya no rinden, no cuando cumplen un determinad­o numero de años. Lo mismo nos pasa a nosotros. Ganamos muchísimo menos que ellos (al menos los que están en la élite), pero tenemos como compensaci­ón que nuestra vida «activa» es mucho más larga. No se explica que si siguen produciend­o como hace unos años ahora tengan que vivir con una jubilación. En fin… consecuenc­ias de la burocracia.

-¿Qué lecciones saca de estos meses tan complejos?

-Que hay que confiar en que el proceso de vacunación y otras medidas efectivas derroten la pandemia. E intentar que nos afecte lo menos posible como personas y como científico­s.

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ALBERTO R. ROLDÁN

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