EL ESTADO PODRÍA «APROPIARSE» DEL COLEGIO DE ESPAÑA EN BOLONIA
«El Estado quiere intervenir en una institución privada y que se encuentra en otro país»
Fray Luis de León advertía de la «escondida senda» que conduce a la sabiduría. El Real Colegio de España en Bolonia parece que lo tenía presente cuando nació. Siempre ha alentado el conocimiento y la enseñanza, que son virtudes loables, pero que también anima muchas envidias, rencores y celos. Este patrimonio, que asimismo es un hacer y una vocación, hunde sus raíces en el distante año de 1364, cuando el cardenal Gil de Albornoz decidió fundar una institución dedicada a facilitar el estudio a clérigos y laicos españoles. Desde su fundación, ha hecho un camino solitario, sin ayudas ni apoyos, salvo algunas puntuales y de carácter eventual y pasajero, desde aquel siglo XIV hasta nuestros días. Es el único colegio medieval, de las docenas que hubo en Bolonia, que todavía se conserva y se mantiene abierto en la ciudad italiana, y que, a pesar de las guerras y las idas y venidas de la Historia, ha sabido proteger su identidad y su independencia. Su carácter es universal porque defiende aspectos como son la cultura y la universidad, pero ahora puede terminar ese recorrido que ha ayudado a la formación de hombres de la talla y tan notables como Nebrija. El Consejo del Estado debatirá hoy el dictamen de una comisión especial, que decidió expresamente la presidenta, y que habilitaría al Gobierno para intervenir el colegio sin demasiadas razones. No importa que este se encuentre en otro país, Italia, que sea una institución privada, que sea católica y que sus inicios haya que buscarlos en el respaldo que concede una bula papal ni, tampoco, por supuesto, que a lo largo de esta suma de centurias que tiene a su espalda se haya dedicado únicamente a sostener la carrera de los estudiantes más excelentes, sin influir en política ni dejarse influir por políticas. Jamás hubiera salido adelante sin la contribución económica de la familia que decidió alumbrar este Colegio y sin la aportación de los alumnos que han residido entre sus muros. Con Alfonso XIII se renovaron los estatutos para defender las pretensiones que tenían las autoridades italianas de apoderarse de él. Desde esa fecha y únicamente por ese motivo, el Estado cuenta con una presencia en esos estatutos. La ironía es que ahora quieren aprovechar esa presencia para cambiar el colegio y no para protegerlo. La amenaza ya no está en Italia, sino en España. Paradójico.