«Trump se ha ido, pero nos queda su fantasma»
El grupo estadounidense publica mañana «Medicine at Midnight», su nuevo trabajo
Oficialmente, Dave Grohl está considerado como la estrella del rock más simpática de la historia. No hay estudio que lo sustente pero tampoco es opinable. El líder de Foo Fighters y en su día joven integrante de Nirvana fundó el grupo como proyecto unipersonal (el primer disco lo tocaba íntegramente él solo) hace ya más de 25 años, y con cada trabajo ha ido demostrando que su virtud no es solo el carisma. Como músico, Grohl y compañía (con los enormes Pat Smear, Taylor Hawkins y Chris Shiflett) han demostrado que son una gran banda de rock. Hablamos con el batería Taylor Hawkins sobre su décimo álbum, «Medicine at Midnight», que aparece mañana. –Sí, lo grabamos antes de la pandemia. Por entonces, Trump estaba en el cargo y eso nos hacía a todos infelices e irascibles. El contexto nos convertía en seres volubles, casi inflamables. A todo el país, en realidad. Lo hicimos cuando no vivíamos exactamente en el País de las Maravillas.
–¿Siente eso si lo escucha?
–No lo he hecho. Lo haré cuando tenga que reaprenderme las canciones. Lo vives tan fuerte mientras lo grabas que no quieres volver a saber nada de él en una larga temporada. Pero deliberadamente buscábamos un disco divertido, a pesar de las circunstancias, o, en realidad, por ellas. Era lo único que sabíamos.
–¿Iban sin brújula?
–Dave me dijo que quería hacer algo como «Let’s Dance» de David Bowie. Y yo: «Ahá, OK»... le daba la razón pero confiando en que se le quitase esa idea de la cabeza. Y empezamos a hacer baterías dobladas y cosas nuevas, y, francamente, yo no lo veía claro. Pero luego me fui convenciendo. «Waiting on a War» y «Cloudspotter» terminaron mucho mejor de lo que me esperaba, la verdad.
–Dave Grohl marcó el rumbo.
–Bueno, es su proyecto musical. En muchos sentidos, le pertenece. Cuando entré al grupo nunca pensé que íbamos tomar las decisiones de forma democrática. Hay momentos para todos.
–¿Es un poco delicado ser el batería de una banda donde el líder solía ser el batería?
–Puede serlo para tu ego, más que otra cosa. Cuando me sitúo en la banqueta y recibo las directrices de Dave para una canción nueva, me pongo un poco nervioso. Intimida estar ante alguien que es tan buen músico como él, pero siempre me permite ser quien soy.
–En 2020 iban a celebrar 25 años como banda.
–Es alucinante estar en un grupo de rock, y me da igual la pandemia. Nunca habría imaginado en 1999 que estaríamos juntos todavía. Es como un matrimonio duradero, algo raro hoy en día.
–¿Volverá a tocar este año como en los viejos tiempos?
–Nuestras esperanzas son volver a tocar cuanto antes porque lo echamos de menos, pero, ¿qué te puedo decir?
–Han cambiado de presidente. –Estoy tan feliz de que se haya ido... Bueno, se ha ido, ¿se ha ido? Espero que sí, pero la verdad es que no lo creo. Me da igual si ahora aparece en un «reality show» o de alguna manera involucrado en política, que es posible. Nos queda su fantasma, sus ideas. Nunca había visto a un presidente actuar así. Uno espera que alguien en esa posición actúe como un puto adulto. Esa es mi posición política, en América somos libres para expresarla. ¿Me alegro de que se haya ido? Joder que sí.
–Claro, porque sus ideas y lo que representa siguen ahí.
–El país está fracturado, más que nunca. Y, bueno, tenemos que curarnos un poco con otro tipo de clima. Mira, mi suegro es un republicano convencido, acérrimo de Trump. Y a veces, joder, nos gritamos el uno al otro. Pero yo quiero a ese tipo. Es todavía uno de mis mejores amigos.
–La reconciliación necesita de un poco de amor.
–Es un idiota, tío. Le quiero, pero es un idiota. Y no estoy hablando de Trump, sino de mi suegro. A Trump no le quiero nada.