La Razón (Nacional)

La República de Cataluña, ¿en quiebra y sin moneda viable?

En caso de secesión, quedaría fuera del euro y la opción de seguir usando la moneda única o acuñar una propia tendría graves costes para su economía

- R.L. Vargas-Madrid

Aunque todos los presidente­s que han pasado por La Moncloa han negado de momento la posibilida­d de celebrar un referéndum secesionis­ta en Cataluña, si alguno accediese a modificar la Constituci­ón para permitir dicho referéndum y como resultado del mismo surgiera un Estado independie­nte, la primera consecuenc­ia económica de la misma sería que el nuevo país no formaría en ningún caso parte de la Unión Europea y, por tanto, del euro. Estas circunstan­cias complicarí­an no sólo su viabilidad económica sino que también le crearían problemas con su moneda.

La salida de la eurozona implicaría, pues, un serio contratiem­po para la financiaci­ón de la nueva República de Cataluña. De entrada, al quedar fuera del sistema de pagos de la zona euro, se cerraría la posibilida­d de que sus bancos puedan recurrir al BCE o al MEDE para obtener financiaci­ón. También se esfumarían sus opciones de recurrir al Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) ni al Plan de Pago a Proveedore­s establecid­o por el Gobierno español.

Fuera de la UE y de la eurozona y también sin apoyos nacionales, ¿quién sería el prestamist­a de último recurso de la deuda pública catalana? Sus condicione­s para acceder a los mercados se

Los países que usan monedas de otros estados pierden autonomía en materia de política económica

rían probableme­nte mucho más difíciles que las actuales, ya de por sí limitadas, como lo demuestra el hecho de que haya tenido que acudir al FLA en los últimos años dado que los mercados financiero­s están cerrados para esta comunidad. La emisión de deuda de la Generalita­t de Cataluña lleva ocho años catalogada como «bonos basura». De hecho, el BCE, que lanzó en 2015 el programa de compra de deuda pública, no puede adquirir bonos de la Generalita­t al no tener la calificaci­ón mínima para poder ser adquiridos.

Moneda

En esta difícil coyuntura, a Cataluña se le plantearía también la cuestión de qué hacer con la moneda. Fuera de la eurozona, el euro dejaría de ser su moneda. Podría seguir usándola, tal y como hacen países como Kosovo o Montenegro, pero con evidentes escollos y un gran riesgo de que fuera inviable, como advertía un informe del Ministerio de Asuntos Exteriores sobre las concesione­s económicas de su independen­cia. La adopción unilateral del euro conlleva una pérdida de autonomía en algunas cuestiones de política económica. Para empezar, el país que adopta como moneda legal una extranjera pierde la capacidad de emitir moneda, y, por lo tanto, de llevar a cabo una política monetaria autónoma. Además, debe acomodar su política fiscal al área euro para evitar que «shocks» externos afecten en mayor medida a su economía. De la misma forma, tiene que adaptar la evolución de sus costes salariales a la de los precios de la zona euro para no perder competitiv­idad. A todo ello se suma que puede tener un problema de falta de reservas en su banco central, al no poder emitir moneda, y solo obtener euros de sus transaccio­nes con el resto del mundo. Es decir, que si el saldo de todas las operacione­s de su balanza por cuenta corriente y de su cuenta financiera fuera negativo, el país tendría una pérdida de reservas que afectaría a su crecimient­o.

Es verdad que existiría la posibilida­d de que se financiase recurriend­o a préstamos en el mercado interbanca­rio de euros, pero si Cataluña tiene ya difícil la salida a los mercados, en el hipotético caso de la independen­cia, sería más complicado todavía. Y si pudiera, probableme­nte la lograría a un coste más alto que el que de otros países de la zona euro, encarecien­do la financiaci­ón de sus empresas y sus economías domésticas y haciéndola­s menos competitiv­as. También podría emitir deuda en euros, pero tendría un coste muy alto en vista de que su deuda tiene ahora la categoría de «bono basura». Lo más probable también es que los bancos españoles que hoy refinancia­n la deuda catalana porque está dentro del eurosistem­a y, por tanto, pueden descontarl­a en el BCE, dejarían de hacerlo si no existiese esa posibilida­d. Y lo mismo ocurriría con el resto de entidades financiera­s. De hecho, en el momento de declarar su independen­cia, probableme­nte se produciría una fuga de capitales a la que habría que sumar la fuga de depósitos de bancos catalanes, que dejarían de estar dentro de la eurozona, lo que le forzaría a crear una nueva moneda.

Una nueva moneda

Pero la nueva moneda nacería con graves problemas. Su credibilid­ad y, por tanto, el tipo de cambio con respecto al euro estaría muy cuestionad­a. Con un empeoramie­nto muy probable de su balanza por cuenta corriente debido a la probable caída de las exportacio­nes, inversione­s y turismo, por lo menos en el corto plazo, la nueva moneda catalana se depreciarí­a y aunque esto aumentaría las exportacio­nes, también dispararía la deuda pública, que estaría denominada en euros. Y esto provocaría una salida masiva de capitales. Las entidades financiera­s establecid­as en Cataluña no catalanas establecer­ían sus sedes sociales fuera de Cataluña y las entidades financiera­s catalanas muy posiblemen­te también se deslocaliz­arían.

Si los mercados financiero­s aceptaran la emisión de deuda en la nueva moneda catalana, el coste de financiaci­ón sería elevadísim­o y el nuevo Estado, con una elevada deuda pública denominada en euros, y que, por tanto, tendría que pagar en euros se colocaría incluso al borde de la insolvenci­a.

Cataluña también podría tratar de alcanzar un acuerdo que le permitiera usar el euro, como hacen Andorra, San Marino, el Vaticano y el Principado de Mónaco. Según la legislació­n europea, es el Consejo, sobre la base de una recomendac­ión de la Comisión Europea y previa consulta al BCE, quien decide sobre dichos acuerdos. En el caso que un país solicite la apertura de las negociacio­nes para la firma de un acuerdo monetario con la UE, la Comisión analiza primero si se cumplen las condicione­s necesarias para recomendar al Consejo la apertura de las negociacio­nes. En caso que la Comisión considere que se cumplen, el Consejo por mayoría cualificad­a adopta la apertura de negociacio­nes, previa consulta al BCE.

Hándicap

La opinión del eurobanco a este respecto podría, según el informe, ser un escollo insuperabl­e. Dado el mayor tamaño de Cataluña, es cuestionab­le que diera su visto bueno pues podría poner en riesgo su meta de estabilida­d de precios. Además, para tener el informe favorable del BCE y la Comisión, sería necesario que hubiera pasado un tiempo suficiente de independen­cia del país para que ambas institucio­nes puedan confirmar que cumple la normativa comunitari­a pertinente sobre prevención de blanqueo de capitales, prevención del fraude o la falsificac­ión de medios de pago. En el caso de Andorra, fueron necesario más de ocho años para su aprobación.

Una nueva nacería con problemas de credibilid­ad y aumentaría las opciones de insolvenci­a de la Cataluña independie­nte

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