La Razón (Nacional)

El enemigo está dentro

Thomas Caldwell trabajó para el FBI de 2009 a 2010. Las autoridade­s creen que fue quien lideró a la turba el 6 de enero

- J. Valdeón - Nueva York

En Filadelfia investigan a la detective Jennifer Gugger y Jacob Fracker, miembro de la Guardia Nacional, está procesado

Uno de los aspectos más siniestros de la acometida del 6 de enero fue la vinculació­n con el ejército y la policía varios de los asaltantes. Entre los seguidores de QAnon, los jubilados iracundos, los civiles devotos del ex presidente y los actores en paro había también gente con experienci­a en combate, veteranos de guerra, antiguos policías y agentes del FBI. Es el caso, por ejemplo, Thomas Caldwell, quien las autoridade­s creen que ocupa un papel destacado en el grupo extremista Oath Keepers y que lideró a la turba en el asalto al Congreso el 6 de enero. Caldwll trabajó como jefe de sección para el FBI de 2009 a 2010 después de retirarse de la Marina. Su defensa niega la mayor. También Tam Phan, agente de la Policía de Houston, que participó en el motín y ha sido detenido esta misma semana. Aunque en principio sostuvo que estuvo en Washington por motivos privados, el FBI ha encontrado fotografía­s que lo incriminan en el asalto. Sus superiores informaron hace días que Pham ya no trabaja con ellos. No es el único.

En Filadelfia está siendo investigad­a la detective Jennifer Gugger. Entre los procesados hay policías retirados como Jacob Fracker, que además es miembro en activo de la Guardia Nacional de Virginia, y Thomas Robertson, uno de ellos con experienci­a militar. No son los únicos. Forbes ha informado que dos miembros de la policía de Seattle han sido suspendido­s por su «presunta participac­ión en los disturbios» y que el FBI ha detenido a Roxanne Mathai, funcionari­a de prisiones y «veterana de ocho años de la Oficina del Sheriff del condado de Bexar». La participac­ión de todos ellos no tiene nada que ver con los miedos alimentado­s por los enemigos del ex presidente, que ciertament­e temían una deriva autoritari­a de consecuenc­ias insospecha­das. Pero alertan de cómo las melodías

Tam Phan, agente de Policía de Houston, ha sido detenido esta semana por participar en el asedio al Congreso

populistas de Trump llegaron a infectar a unos cuantos miembros de unos colectivos que todo el mundo creía impermeabl­es. Precisamen­te para detener la progresión totalitari­a de un movimiento que parecía a punto de romper todos los consensos nacionales trabajaba desde hace un año una red bipartidis­ta de políticos, empresario­s, sindicalis­tas y profesores, todos comprometi­dos con el empeño de reforzar los contrapeso­s del sistema. La «conspiraci­ón» ha sido revelada por la revista «Time», después de que sus principale­s valedores hayan juzgado esencial informar al público de los esfuerzos realizados. Aunque parece dar la razón a quienes, como el propio Trump, creen que hubo una conjura para arruinarlo, lo cierto es que todo apunta más bien a un movimiento civil que intentaba garantizar la pervivenci­a de la república y la salvaguard­a del sistema. Después de la derrota de Trump no hubo un seísmo que reventó el sistema, pero sí dos meses de conspiraci­ones y un corolario en forma de insurrecci­ón popular. Un momento asombroso, inédito en la historia de Estados Unidkos, donde participar­on ciudadanos como Hale-Cusanell, contratist­a de la marina, miembro de la reserva del ejército y, según Forbes, supremacis­ta blanco y filonazi.

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