La Razón (Nacional)

Un «Siegfried» que se sube hasta los palcos del Teatro Real

La euforia de Wagner vuelve a la ópera madrileña, de la mano de Heras-Casado y Robert Carson, en un montaje con músicos situados hasta en los palcos de la platea por la pandemia

- Matías G. Rebolledo

Durante las últimas semanas, no son pocos los medios internacio­nales que se han interesado por el estado de nuestra cultura, como si fuera una especie de tuerto sonriente en el reino de ciegos escénicos del viejo continente. No en vano, Francia sobrepasa los 100 días de cines cerrados y en Reino Unido se ha vuelto harto complicado algo otrora tan simple como ver una obra de teatro en directo. «Si acaso, lo que estamos haciendo es poco, porque nos hemos visto forzados a cancelar muchos espectácul­os. No estamos, ni por asomo, ante un nivel excepciona­l de actividad, simplement­e intentando que no se apague nuestra cultura», explicó Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, en la rueda de prensa celebrada en la mañana de ayer.

Apoteósico Wagner

La meridiana respuesta de Matabosch se produjo en la presentaci­ón de un «Sigfried» que, aunque afectado por los condiciona­ntes de la pandemia, sigue adelante para completar el gran circuito que se ha planteado el Real para con la obra de Wagner: a razón de ópera por temporada, el coliseo madrileño ofrecerá las cuatro grandes piezas que componen «El anillo del nibelungo», reservando 2021, paradójica­mente, para la más de ellas. Entre el 13 de febrero y el 14 de marzo se han programado un total de ocho funciones, cada una con una duración aproximada de cinco horas, divididas en tres tandas de 80 minutos y dos descansos de 25, con las respectiva­s variacione­s que exiga el director en cada representa­ción.

Preguntado acerca de las medidas sanitarias en un espectácul­o de tan larga duración, el director general del Teatro Real, Ignacio García-Belenguer, fue claro: «Consciente­s de la extensión del espectácul­o, pero sin querer renunciar en ningún momento a la obra ni a la intención original de la ópera, en el descanso se dispondrá de mascarilla­s de recambio para todos los asistentes, indistinta­mente del tipo de protección inicial con el que hayan acudido». El anuncio de García-Belenguer, además de calmar los ánimos de la, a veces alharaquie­nta, parroquia del Real que se alarmó con el anuncio de la adaptación completa del espectácul­o, se completó con la explicació­n del nuevo sistema de ventilació­n, que renovará el aire de la sala al completo ocho veces por hora, frente a las cuatro que exige como mínimo la legislació­n vigente.

El coronaviru­s y sus distancias ha obligado también a replantear la presencia de la orquesta, forzando a que parte de la nutrida sección de cuerda de la Orquesta Titular del Teatro Real tenga que subir hasta los palcos de la platea para situarse. A derecha e izquierda del director, pero a su espalda, los músicos dispondrán de pantallas para seguir su instrucció­n: «¿No queríamos inmersión, pues toma sonido ‘‘surround’’, todo envolvente», ironizaba cómico Matabosch antes del matiz de Heras-Casado, presente también en un encuentro más concurrido de lo habitual por el interés mediático que ha despertado el conductor más allá de lo artístico: «La palabra que mejor define nuestro esfuerzo para que todo haya salido adelante es ‘‘heroico’’ Es un reto artístico inmenso», explicó antes de añadir: «El cambio de los músicos, al final, solo ayuda a perderse en la propia magia de la repreapote­ósica sentación». Para insuflar nueva vida a la leyenda del salvaje nórdico que halló en una fragua su hogar, el Teatro Real ha contado con la experienci­a del director de escena Robert Carsen, que planteó la primera versión del montaje que se verá en Madrid hace ya más de 20 años, en la Ópera de Colonia. El canadiense confesó sentirse «abrumado» por el reto de traerla a España porque, en su opinión, se trata de una ópera «a medio camino entre lo racional y lo emocional, entre el corazón y el cerebro», explicó antes de matizar: «Es muy complicado contar la historia de Siegfried, porque es como un ‘‘iceberg’’. Hay que ponerla en escena sin perder la esencia ni los tiempos que subyacen por debajo de lo obvio. Además, es una obra que permite que todo el mundo encuentre sus razones. Todos somos los malos en el relato de alguien». En el planteamie­nto de Carsen, que encaja perfectame­nte con la revisión más estilístic­a que formal de la programaci­ón que viene orquestand­o el

Real, hay una pulsión obvia de respeto por la naturaleza, con escenograf­ías casi contemporá­neas y un vestuario que se acerca más al período de entreguerr­as que a la ucronía nórdica en la que se concibió originalme­nte. Según Matabosch, todo está en el origen mismo de la obra, que parte de ese «acto de rebeldía» y del «amor adúltero e incestuoso de Siegmund y Sieglinde» por el que nace el protagonis­ta. Y remata: «Para Wagner, los mitos son formas de conocimien­to precientíf­ico que permiten aproximars­e a verdades profundas sobre la condición humana».

Andreas Schager, el tenor que da vida al Sigfrido de la leyenda, explicó el «reto» interpreta­tivo que para él significa «el gran titán de Wagner», añadiendo que se trata de uno de los papeles más complicado­s de interpreta­r, junto al Otelo de Verdi o el Menelao de Offenbach: «Es un personaje con muchas trampas y maniqueísm­os en los que es fácil caer. Uno tiene que darlo todo y entregarse en cuerpo y alma a esa carrera por el filo de la navaja que es el papel», confesó. Además de Schager, completan el reparto principal Andreas Conrad como Mime, Tomasz Konieczny como El caminante y Ricarda Merbeth como Brunilda.

Precisamen­te este último personaje podría ser el nexo de unión para la programaci­ón del Teatro Real en lo que queda de invierno, que presentará «Norma» a principios del mes que viene en una ofensiva total por hacerse con la punta de lanza de la reapertura de la cultura en España y mandar un mensaje de seguridad. La tragedia de Bellini sobre los tabúes de la virginidad, que inspiró a Wagner para dar forma a su valquiria despojada de divinidad, vuelve con libreto de Felice Romani y una tesis sobre la lucha contra la adversidad que bien podría aplicarse al propio escenario que la acogerá.

«La obra está a medio camino entre lo racional y lo emocional, entre el corazón y el cerebro», explicó Robert Carsen

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El tenor austriaco Andreas Schager, que da vida al Sigfrido de la célebre ópera de Wagner
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JAVIER DEL REAL

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