Una partida que se juega (también) en Madrid
Sánchez se enfrenta a la inestabilidad si Podemos y ERC pierden apoyos. Casado, Arrimadas y Abascal se miden en la pugna por el voto conservador
Las elecciones catalanas hace tiempo que dejaron de vivirse de manera exclusivamente autonómica, sino que han pasado a jugarse en un tablero de ajedrez a escala nacional, el cual según el «jaque mate» determinará las estrategias a seguir por los partidos nacionales tanto en Moncloa como en el Congreso de los Diputados. Es, además, un examen claro de liderazgo que se vive con más atención entre los partidos constitucionalistas de derecha que de izquierda.
De los resultados de mañana en Cataluña depende la estabilidad tanto del Gobierno de coalición como de las alianzas con sus propios socios en la Cámara Baja. Mientras que, en los partidos de la oposición, PP y Vox libran su batalla particular: quedar por delante el uno del otro en Cataluña para envolverse después en la bandera centralista y hacer gala del constitucionalismo integrador frente al independentismo, también en Madrid. Vox tiene el escenario a su favor, pues cualquier resultado será celebrado al no tener hasta ahora representación, mientras que Ciudadanos arrastra desde el 10-N la desmovilización de su elector. Además, los naranjas pueden acabar, según las encuestas, diluidos precisamente en la misma plaza que les encumbró al Congreso tras 2017.
En el Gobierno, la parte socialista sabe que puede enfrentarse al efecto gaseosa después de impulsar – de manera estratégica desde Moncloa– al ministro de Sanidad, Salvador Illa, a la Generalitat. Temen, de hecho, el efecto de la des
movilización por una posible alta abstención –el fantasma que siempre perjudica a la izquierda en comicios– y a la alta bolsa de indecisos. Dos factores que pueden acabar desdibujando al candidato del PSC, a pesar del trampolín que le proporciona su cargo gubernamental y de haber contado con la ventaja de que la campaña pasase a estar monopolizada por su polémico salto a Cataluña.
Salvador Illa es la apuesta personal de Pedro Sánchez y es precisamente este el mayor riesgo que corre el presidente en estas elecciones; el peligro de no lograr ser president implica un movimiento delicado de cara a justificar la remodelación obligada en el gabinete del Gobierno y el hecho de haber movido a Illa de Sanidad en el peor momento de la tercera ola de coronavirus, sin embargo, ello no perjudicará el liderazgo de Sánchez en Moncloa. No es en este escenario con el que se trabaja en el Gobierno, sean los resultados favorecedores o no.
La exposición grave para Moncloa está dentro del propio Consejo de Ministros y en el Congreso. Temen que un mal resultado para los morados pueda acabar por sepultar a la formación del vicepresidente, a la que le precede la debacle en Galicia y la mitad de los escaños en País Vasco. Y que entonces sea cuando Unidas Podemos comience a hacer el balance sobre su rentabilidad en el Gobierno, un análisis que ya hace el sector crítico y que, de momento, Pablo Iglesias hace oídos sordos. El otro escenario es que, de cumplirse los malos pronósticos, el socio de Gobierno minoritario opte por recrudecer la batalla interna en el Gobierno y continúen visibilizando todas las discrepancias entre ambos partidos con el fin de seguir mostrando la foto de ser el partido que logra doblar el brazo al PSOE. En cuanto a la relación de Moncloa con sus socios también puede quedar afectada según los resultados que obtengan los partidos independentistas. Ahí es donde más se juega el PSOE, que a pesar de asegurar que si llega a la Generalitat no pactaría con ERC, necesita que los republicanos queden en una posición ventajosa respecto a JxCAT, el partido de Carles Puigdemont. Es evidente lo complicado de la operación en Cataluña con interferencia directa a la estabilidad en Madrid. Por tanto, el resultado de ERC es decisivo. Un descenso de los republicanos, complicaría la gobernabilidad de España. Si quedan por detrás de JxCAT, su dirección podrá percibir que su carta de diálogo con el Gobierno central es castigada por el votante independentista y ello conllevará a que el partido en Madrid cambie la estrategia de mostrarse como socio del Ejecutivo. Sin embargo, si se cumplen los pronósticos de Moncloa y, a pesar de que Illa no encabece la Generalitat, si ERC obtiene la segunda plaza en el Parlament, la Legislatura en Madrid no correrá peligro y será un balón de oxígeno para el Ejecutivo al poder seguir contando con los republicanos para apuntalar los pactos en el Congreso.
Podemos ha basado su estrategia en presentarse tanto en Madrid como en el Gobierno como el interlocutor directo con los independentistas y visibilizar después los logros desde Moncloa como propios para su beneficio electoral, como en el caso del sí a los Presupuestos de ERC y Bildu. Es esta la hoja de ruta que quieren continuar tras las elecciones y es por ello que apuestan por tejer un tripartito con el PSC y ERC. A pesar de que ERC ha firmado que no pactará con los socialistas, desde Podemos aseguran que quedará en «papel mojado». Para los morados la apuesta por fortalecer a ERC en Cataluña busca consolidar los pactos en Madrid. Unidas Podemos corre dos escenarios: que su estrategia naufrague y no haya tripartito, el modelo que el partido quiere instaurar en el resto de España pero que ha resultado fallido en los últimos comicios autonómicos. Y, a una nueva pedida de músculo electoral, que se suma a la deriva en Galicia y País Vasco. Los sondeos, hasta ahora, reflejan un estancamiento de la formación, pero en el caso de perder fuerza el 14-F deberán dar la razón al sector crítico que se plantea si fue un error entrar en el Gobierno.
La batalla en la derecha
PP, Vox y Ciudadanos se juegan la pugna por el voto conservador. Las tres fuerzas parten de posiciones muy distintas; los naranjas en 2017 eran la fuerza mayoritaria en Cataluña, el PP se quedó como partido marginal y Vox todavía no tiene representación. Cs se enfrenta al pronóstico de una fuerte caída en escaños, la deriva continuada de las últimas elecciones generales. Puede perder el rol de ser el partido constitucionalista por excelencia en la comunidad, patrón del que hace gala en el Congreso, tendiéndose como la alternativa de Sánchez a sus pactos con los independentistas. Es por eso que busca unos resultados que sean justificables ante sus votantes, pues el otro extremo es pasar a la irrelevancia. Más allá de los escaños, Inés Arrimadas afronta su propio liderazgo. El hecho de haber abandonado Cataluña por saltar a Madrid, unido al golpe de efecto que produjo tras cambiar «a dedo» a la candidata a president Lorena Roldán por el actual Carlos Carrizosa, y el posterior roto con la mudanza de la candidata al PP.
Para el PP las encuesta son favorables pudiendo subir entre 2 y 3 escaños. Los de Pablo Casado esperan ese giro gracias a la fuga de votos desde Ciudadanos. Además, un buen resultado puede entenderse como un revulsivo al proyecto del líder popular, mientras que en los tribunales se juzga al ex tesorero del PP Luis Bárcenas. La dirección se desvincula al completo del pasado de la época de Rajoy y una subida daría tranquilidad a Génova. En juego está no ser sorpassado por Vox, un hecho que recrudecería su relación con Santiago Abascal en el Congreso, donde ambos libran la batalla por mantenerse como alternativa al Gobierno de coalición.
Vox, al no tener representación lo tiene todo a su favor y el partido fija su éxito a su entrada en el Parlament. Desde su llegada al Congreso en 2019 se han convertido en partido clave para la formación de gobiernos autonómicos y locales y su presencia en Cataluña, tras su implicación durante el juicio del procés como acusación, es garantía de éxito como ariete contra el independentismo. Una estrategia de la que se ha valido el partido en campaña, el cual, tras los múltiples boicots en sus mítines, ha acusado a los independentistas y a Podemos de generar el odio contra la otra mitad de España. Más allá de las subidas o perdidas, la clave será, de cumplirse la fragmentación política, qué partido estará dispuesto a renunciar a sus postulados para bloquear un gobierno independentista, si la suma lo propicia.
El liderazgo de Sánchez no está en cuestión, pero unos malos resultados de sus socios pueden reactivar la guerra interna
Si Iglesias continúa la debacle, el análisis en la formación será si electoralmente compensa la entrada en el Gobierno
Casado busca reafirmar su proyección y apocar un posible sorpasso de Abascal, que cuenta con el escenario a favor Arrimadas se enfrenta a la irrelevancia y perder el rol constitucionalista. El PP espera nutrirse de su elector