Casi todos los convocados para participar en las mesas electorales buscaron una excusa para intentar irse Extraños en la tercera fase: una base lunar en el colegio
Las elecciones catalanas más extrañas que se recuerdan se saldaron con relativa normalidad pese a las dificultades logísticas de primera hora. De hecho, hasta las once del mediodía la Generalitat no dio por cerradas todas las mesas electorales.
No fue fácil. A las ocho de la mañana, puntuales, algo más de cincuenta personas aguardaban a las puertas del colegio electoral, en la AgenciadeResiduosdeCataluña, a la constitución de los correspondientes puestos. Todo resultaba raro. Se miraban unas a otras con cierta expectación. Habían sido convocadas, bien fuera como como titulares o como suplentes, para formar parte de alguna de las siete mesas, cinco de ellas en el exterior y dos más en el interior. La consigna era que quedaran constituidas media hora más tarde para dar inicio a las votaciones a las nueve.
Los contratiempos, sin embargo, se sucedían y obligaron a retrasar la entrada de los votantes, que ya hacían cola bajo la lluvia, hasta pasadas las nueve y media. Nadie quería permanecer en el lugar, inhóspito y distópico. Algunos de los convocados a formar parte de la mesa, como Lucas, habían recibido tan solo 24 horas antes la aprobación a sus alegaciones, en este caso por estar cumpliendo con el obligado aislamiento tras haber estado en contacto estrecho con un positivo, un margen de tiempo demasiado reducido como para convocar a otra persona en su lugar.
Quien debía sustituirle en la presidencia de la mesa era una mujer mayor de 65 años, que, por su edad, también había presentado alegaciones a la JEC, pero en su caso la respuesta no llegó a tiempo, de manera que tuvo que comparecer para mostrar toda la documentación correspondiente a los representantes de la administración allí presentes y quedar entonces liberada de la responsabilidad. Fue la tercera persona convocada para presidir la mesa quien tuvo que ocupar el cargo, pese a sus reticencias por residir con sus padres, de edad avanzada. En la mesa colindante, sucedía algo similar. La presidenta acreditaba que debía cubrir una guardia como enfer
mera instrumentalista y era la suplente, una mujer que argumentaba su hipertensión como motivo suficiente para su exoneración, quien debía asumir el cargo. Una vez resuelto, los componentes de las diferentes mesas fuerontomandoposiciones. Aquellos a los que les había tocado estar en el exterior, empezaron a abrigarse con mantas, botas de montaña e incluso un calefactor, ya que pese a estar bajo una pequeña carpa, hacía frío, llovía y el agua se filtraba por la lona. Era el momento de comprobar que cada mesa tuviera la documentación necesaria para afrontar la jornada electoral. Al menos en un caso no fue así ya que faltaba, ni más ni menos, que el acta de constitución. Lo siguiente fue hacerse con el material de protección que las autoridades ofrecieron a a todos los integrantes de la mesa: cuatro mascarillas quirúrgicas y dos FFP2, Equipos de Protección Individual para el momento en el que acudieran a votar las personas contagiadas, y unas pantallas protectoras que se empañaban continuamente.
Y todo ello, después de reorganizar las mesas, ya que la distancia de un metro entre cada integrante provocó que los dos vocales, ubicados a ambos lados del presidente, no pudieran comunicarse. Había que sacar dotes logísticas. En seis de las siete mesas optaron por colocar la urna en un extremo para permitir que los vocales estuvieran lo suficientemente cerca como para que ambos escucharan el nombre del votante. Uno para anotarlo en la lista de personas que ya habían ejercido el derecho a voto y otro, para tacharlo del listado del censo. Hasta las 9.30 no se abrió la primera mesa electoral. Los votantes entraban a cuentagotas, mientras que los suplentes observaban la acción a la espera de recibir la autorización por parte de la JEC para irse. El personal de limpieza, ataviado con EPI, se encargaba de desinfectar continuamente el mobiliario.
Así transcurría la mañana con esta nueva terminología de colas implementada desde la aparición de la pandemia, con dos metros de separación entre unos y otros. Quizás por la lluvia, por el coronavirus o por el considerable aumento de colegio, las colas fueron bastante intermitentes, pero se resolvían con presteza. La jornada dejó alguna estampa curiosa, como la del ex president José Montilla en una mesa electoral o la protesta de Femen en el colegio electoral de ignacio Garriga, candidato de Vox. En el popular barrio de Sant Andreu, a las afueras de Barcelona, la mayoría de los colegios presentaron largas colas de espera en sus alrededores. A pesar de todo, ayudó en gran medida la gran cantidad de gente que llevaba el voto preparado desde casa para evitar perder tiempo.
Uno de los motivos de más preocupación en algunas mesas fue la falta de pantallas protectoras. Esto provocó quejas por parte de los encargados que con más resignación que enfado, siguieron con su tarea. El modo de mostrar el DNI sí que sorprendió a más de uno. Al contrario que en otras ocasiones, este se depositaba en una bandeja para que los miembros de las mesas tuvieran el mínimo contacto.
En Castelldefels, municipio costero situado en los confines del área metropolitana, variaron los puntos de votación con respecto a las anteriores citas. Se habilitaron centros amplios y bien ventilados, como un edificio público, antiguamente un colegio- que colinda con el Ayuntamiento, ubicado en el corazón de la ciudad. Con cristaleras blindando a los miembros de las mesas electorales (dispuestos de dos en dos), sin colas y el centro bien aireado gracias a la apertura de los ventanales. Así, con los pies en la tierra, pero con la sensación de estar en una base lunar, la jornada llegó a su fin.Los ojos se posaron entonces en los gráficos de las encuestas.