La Razón (Nacional)

Adiós a (casi) cuatro décadas de historia

- Antonio Beaumont

Cuando Pablo Casado ha anunciado este martes el cierre de la sede del PP, tal vez no haya sido consciente aún de que no solamente estaba clausurand­o una etapa de uno de los más influyente­s partidos del centrodere­cha en Europa. También, en buena medida, de varias décadas de la mejor historia de España. La que va desde aquel lejano enero de 1983, cuando Manuel Fraga aterrizó en la parcela antaño ocupada por el huerto del convento de las monjas salesas, hasta este convulso febrero de 2021 en el que el PP navega por las aguas de uno de sus más turbulento­s momentos de su larga trayectori­a.

Llama la atención, eso sí, que no lejos de ese mismo edificio, apenas a diez minutos en coche, se mantenga abierta la sede del PSOE en Ferraz 70.

Cuatro décadas de corrupción generaliza­da, de financiaci­ón ilegal (Filesa, Malesa y Time Export) e, incluso, de terrorismo de Estado, no han logrado echar el pestillo al cuartel general de los socialista­s. Una discutible vara de medir.

A buen seguro, los dirigentes y ex dirigentes del PP y de la antigua AP van a sufrir estos días el inevitable ataque de nostalgia. Tiempos de volver la vista atrás. Muchos rememorará­n los buenos momentos. El más reconforta­nte, tal vez, el de José María Aznar en el balcón celebrando el 12 de marzo de 2000 la primera mayoría absoluta del centrodere­cha en unas elecciones. Tampoco se queda corta otra escena del balcón, la de la absolutísi­ma victoria de Mariano Rajoy el 20 de noviembre de 2011. Ni otros momentos más turbulento­s, como aquel 13 de marzo de 2004, dos días después del atentado terrorista del 11-M contra los trenes de Atocha, cuando la izquierda más radical acosó Génova 13 en plena jornada de reflexión. Allí andaba, por cierto, quien hoy es vicepresid­ente del Gobierno, Pablo Iglesias. O cuando en 2014 un loco estampó su coche con explosivos contra la entrada de la sede.

Fraga llegó al edificio que el PP se dispone ahora a abandonar con su gran proyecto de convertir la entonces AP en la casa que reuniera a la «mayoría natural» de españoles que fuera alternativ­a de gobierno a un PSOE por aquellos días de indiscutib­le hegemonía, con Felipe González al frente. Aznar culminó su sueño, con el anecdótico paréntesis de Antonio Hernández-Mancha. Rajoy disfrutó de los sinsabores de la oposición y de las satisfacci­ones del poder. Y Pablo Casado trata ahora de mantener a flote una nave con serios desperfect­os.

Pero Génova 13 deja entre las paredes de sus siete plantas un sinfín de anécdotas que corren, en gran medida, paralelas a la historia misma de un país que se desperezab­a de una dictadura. Sus inquilinos contribuye­ron decisivame­nte a la consolidac­ión de la democracia en la Transición y a asentar nuestro sistema autonómico, fueron protagonis­tas de décadas de prosperida­d y modernidad. Unas paredes que recordarán a Jorge Verstrynge, primer secretario general que pisó aquella sede, entonces de AP, descendien­do por las escaleras donde tenía su despacho para visitar las dependenci­as de cada subordinad­o y poner una cruz en las puertas de aquellos responsabl­es a quienes no pillaba trabajando. Eran fechas en los que la política, más que una profesión, era aún una vocación y muchos de los que allí tenían sitio compatibil­izaban sus tareas con labores profesiona­les. Bajaba desde una séptima planta que siempre recibió el apelativo de «noble», ya que el presidente del partido y su secretario general tenían sus despachos, y así continuó siendo, lo más cerca del cielo de Madrid.

A Génova 13 había llegado la plana mayor de Fraga procedente de la vieja sede de AP en el número 23 de la calle Silva, esquina casi a Gran Vía. Fue Ángel Sanchís, entonces guardián de la caja del partido como tesorero, quien corrió en enero de 1983 con las gestiones del alquiler de las nuevas dependenci­as. Días antes de la inauguraci­ón oficial, que la hemeroteca data el 17 de enero de aquel año -aunque el aterrizaje se culminó semanas después-, el propio Sanchís fue ejerciendo de cicerone mostrando a los diferentes diferentes dirigentes de Fraga los que iban a ser sus nuevos aposentos.

Los más veteranos recuerdan ahora cómo muchos de ellos acudieron en aquellos días acompañado­s por sus parejas y otros familiares y amigos para ver la suerte que habían corrido en el «reparto». No eran de extrañar la expectació­n y las humanas aspiracion­es. Más todavía tratándose de un partido que había pasado unos pocos meses antes de 9 diputados a 107 en el Congreso y tenía por delante un horizonte de crecimient­o y esperanza.

La llegada a Génova, como en todas esas mudanzas en tiempo de juventud, ilusión y optimismo, fue toda una experienci­a para los que tuvieron la fortuna de vivirla en primera persona. Más aún para los que venían desde la pequeña y modesta sede de Silva a aquella nueva «casa», de siete plantas, despachos espaciosos, pasillos larguísimo­s y amplios garajes. Tal acontecimi­ento desbordaba a quienes asistían, animosos por la nueva etapa política que se abría para todos ellos, en realidad una familia. La «familia de Alianza Popular».

Ahora, 40 años después, el PP comenzará a buen seguro otra nueva era. El tiempo dirá lo que le depara. Eso sí, esta vez sus dirigentes van despojados de aquel optimismo casi temerario y en realidad, seamos sinceros, pelean por mantener el barco a flote. En Génova 13, entre sus paredes y en sus despachos, van a quedar secretos, confidenci­as, alegrías y decepcione­s, reuniones, amo ríos, noviazgos y matrimonio­s. También negociacio­nes y decisiones que cambiaron el futuro del centro derecha español. Y de España. Porque desde esos despachos muchos han trabajado para dar la vuelta como un calcetín a un país que despertaba tras una larga dictadura y se convirtió en una nación próspera, moderna y que se sentó de tú a tú con el resto de naciones del mundo.

Hoy es periodo de balance. Como en estos casos, se reseñarán claros y oscuros. Hará falta perspectiv­a y des apasionami­ento. Pero, pese a versiones interesada­s, que las habrá de todos los colores, algunas bien agitadas por los adversario­s, Génova 13, los tiempos de Alianza Popular o el Partido Popular, ha sido una historia de éxito. Pese a quien pese.

En enero de 1983, Manuel Fraga aterrizó en la parcela que antes estaba ocupada por el huerto del convento de las salesas

Desde entonces, Génova ha vivido grandes noches electorale­s, como la celebració­n de la mayotía absoluta de Aznar en 2000

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EFE Fraga dimite desde una ventana de la sede de Génova tras las elecciones de diciembre de 1986

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