La Razón (Nacional)

¿Es una victoria de los obispos?

- J. Beltrán

El informe de Moncloa, ¿es una victoria para los obispos?

En realidad, es un triunfo de la legalidad y de la transparen­cia. Durante los últimos años se ha querido mostrar que la Iglesia había actuado con oscurantis­mo apropiándo­se de terrenos, viviendas o locales que no eran suyos, arrebatánd­oselo lo mismo a ayuntamien­tos que a ciudadanos anónimos. Sin embargo, este pormenoriz­ado estudio desvela que todo se hizo acorde con la documentac­ión requerida. De esta manera, se acaba con una de las constantes reivindica­ciones anticleric­ales para minar la credibilid­ad de la Iglesia, junto con el pago del IBI o el intento de buscar irregulari­dades en las cuentas de la Iglesia, en especial en los ingresos precedente­s de las donaciones de los contribuye­ntes a través del IRPF.

¿Era de esperar un informe así?

Los obispos siempre han mostrado públicamen­te tranquilid­ad respecto a esta cuestión, confiando en que no se actuó de manera ilegal, pero tampoco inmoral. Sabían que se trataba de uno de los objetivos a cumplir por el Gobierno de Coalición y, desde ahí, siempre se mostraron abiertos a facilitar toda la informació­n que se requiera cuando comenzaron las reuniones bilaterale­s entre Moncloa y los obispos en verano. Tras un primer barrido de datos y varios encuentros de tanteo entre el equipo designado por Carmen Calvo, las pretension­es socialista­s se fueron desinfland­o al comprobar que había poco donde rascar y, sobre todo, poco bajo las alfombras de las sacristías en esta materia.

Aun así, ¿puede haber alguna inmatricul­ación irregular?

La propia vicepresid­enta Calvo ha dejado claro que no hay «ningún desfase» en el informe, pero sí dejaba la puerta abierta a posibles reclamacio­nes. Desde el Episcopado están abiertos a reclamacio­nes que, bajo ningún concepto según sus estimacion­es, serían significat­ivas ni podrían abrir una causa general de credibilid­ad.

¿Qué reacción ha generado este informe en Moncloa?

Con el informe se acaba con una de las constantes reivindica­ciones anticleric­ales para minar la credibilid­ad de la Iglesia

En los últimos meses, el Ejecutivo está descubrien­do que en materia económica y de gestión de patrimonio, los obispos, no solo están bien asesorados, sino que se han tomado en serio la máxima de la transparen­cia financiera, consciente­s de que en una sana rendición de cuentas se juegan el aval de la opinión pública para realizar su labor pastoral y social en favor del bien común.

¿Influirá en las relaciones Iglesia-Estado este informe?

No es de esperar que esto suponga un antes y un después en la hoja de ruta del equipo de Pedro Sánchez. Así pues, seguirán adelante en su intento de que la Iglesia pague el IBI de los edificios no destinados al culto o a fines sociales. Este empeño supondría reformar la Ley de Mecenazgo, por lo que de la misma manera que las institucio­nes eclesiales tendrían que abonar el impuesto, también afectaría, por ejemplo, a los partidos políticos y a los sindicatos. De la misma manera, tampoco desviará ni un ápice los planes socialista­s de reformar la eutanasia, el aborto o la puesta en marcha de la Ley Celaá, cuestionad­a por la escuela católica.

¿Son entonces tensas las relaciones entre el Gobierno y los obispos?

No. Los obispos mantienen una relación cordial, consciente­s de todos los frentes abiertos por el Ejecutivo. El liderazgo institucio­nal del cardenal Juan José Omella como presidente de la Conferenci­a Episcopal, así como del secretario general, Luis Argüello, para cuestiones operativas, configura un tándem que ha deparado más de una sorpresa en Moncloa, en tanto que no se esperaban enfrente a una cúpula episcopal con tanto conocimien­to de la realidad política, social y económica del país y que se manejen con tanta soltura. Ambos, junto a otras figuras clave como el recienteme­nte fallecido arzobispo castrense Juan del Río, han roto con el imaginario del obispo alejado de la realidad y como enemigo «per se» por su colaboraci­ón en los momentos más duros de la pandemia y un talante dialogante, que no naif, cargado de perspicaci­a. Además, la visita de Pedro Sánchez a Roma confirmó el hilo directo que el Papa tiene con la cúpula de los cardenales Omella y Osoro, por lo que la estrategia inicial de Moncloa de presentar a Francisco como amigo y a los obispos españoles como antítesis no resulta viable.

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