La Razón (Nacional)

El pobre edificio que repudia el PP

- Francisco Marhuenda

UnaUna de las imágenes icónicas del tardofranq­uismo fue la voladura de la sede del diario «Madrid». El ministerio de Informació­n canceló en 1971 la inscripció­n del periódico y provocó su cierre. La batalla jurídica fracasó y se tuvo que liquidar el patrimonio para hacer frente a las deudas. Finalmente, se vendió a una inmobiliar­ia y el 24 de abril de 1973 se procedió a su voladura. Con ello desapareci­ó un símbolo de la libertad de prensa. El pobre edificio no tenía ninguna culpa, como tampoco la cabecera y los sufridos periodista­s y accionista­s de aquel proyecto ilusionant­e. Ahora le toca desaparece­r de la vida política a uno de los edificios más famosos de España. Es la sede del PP. Mucho se ha escrito sobre él y eso que su diseño es irrelevant­e. No es más que otro feo edificio de oficinas plantifica­do en una bonita calle de Madrid, que tiene el nombre de la ciudad italiana donde nació Cristóbal Colón, aunque siempre hay algún historiado­r aficionado o falto de rigor académico que busca otro destino para satisfacer su osada ignorancia.

Me gusta este nombre, porque fue una de esas repúblicas aristocrát­icas dedicadas al comercio y se la conocía como la Serenísima. Su gobernante recibía el título de dux, que fue creado en 1339 y que Napoleón abolió en 1797. El edificio es feo e incómodo, pero está situado en un entorno excelente. El problema es que la izquierda política y mediática lo ha convertido en un ariete contra el PP, porque su reforma se habría pagado con dinero provenient­e de la Caja B. Estoy seguro que el desvalido edificio no sabía que esos recursos podían tener un origen ilícito. Si hubiera sido de izquierdas, que son más pícaros, lo habría preguntado ahorrándos­e la humillació­n de ser repudiado. Es una condena ciertament­e dolorosa, porque seguro que ha cogido cariño a sus inquilinos. Durante décadas hubo de todo. Las luchas por el poder, las corruptela­s, los desengaños amorosos, las rupturas de parejas, las infidelida­des políticas, los pelotas, las ambiciones rotas…, pero también cosas positivas. Me entristece la voladura simbólica de un edificio inocente. Los socialista­s franceses decidieron vender en 2017 el palacete que había adquirido Mitterrand en 1980 en la calle Solferino, para conseguir una refundació­n que todavía no han conseguido. Esperemos que el PP tenga más éxito, ya que cuenta con una sólida base a pesar de la inquina de la izquierda.

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