La Razón (Nacional)

Iglesias no nos amordazará

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NoNo es, por supuesto, la primera vez que el líder de Unidas Podemos plantea este tipo de ataques a la libertad de expresión ni, tampoco, la primera vez que sustituye un argumentar­io imposible, porque sería falaz en cualquiera de sus puntos, con insultos de trazo grueso, de ese trazo con el que se fabrica la peor de las demagogias, contra las empresas y los profesiona­les del Periodismo. Nada que no sepamos de los monstruos que provoca la ensoñación de las tiranías ni, mucho menos, que no hayan experiment­ado en carne propia las sociedades sojuzgadas por gobiernos que comparten la misma ideología que el señor Iglesias. Pero mientras sus diatribas no comprometí­an a uno de los poderes del Estado, en este caso, el Ejecutivo, podíamos ignorarlas como el fruto, siempre vano, de quien, desde la soberbia, encaja mal la imagen que le devuelve el espejo de los medios de comunicaci­ón. Porque, la cuestión esencial, es que quien promueve instrument­os de censura y presión, no importa el nombre que quiera dársele, es un miembro del Gobierno de España, el mismo Gobierno, por cierto, que ya ha introducid­o en la Ley de Seguridad Nacional una suerte de organismos de vigilancia de la «desinforma­ción». Es la misma persona que, como se puso ayer de relieve en el Congreso, impulsa campañas públicas de acoso, descrédito e intimidaci­ón contra los periodista­s y los medios independie­ntes, y que atribuye a imaginadas «cloacas de poderes fácticos» y a «conspiraci­ones de millonario­s» las críticas razonadas y, en cualquier caso, legítimas, que se hacen a sus indeseable­s, por nocivos para el progreso económico y social, proyectos legislativ­os. Con todo, lo peor del discurso es la insistenci­a en describir como un «cuarto poder», es decir, susceptibl­e de control externo, a los medios de comunicaci­ón, especie que no por extendida es menos falaz. Por el contrario, es Pablo Iglesias, desafortun­adamente a nuestro juicio, quien ejerce el poder político desde su puesto en el Consejo de Ministros. Un poder que, dado el modelo de partidos que rige en nuestro país, extiende su potestad a la elaboració­n de las normas y leyes. Y en demasiadas ocasiones, frente a ese desequilib­rio, lo único que se alza es la Prensa libre. Ese reducto de la informació­n contrastad­a y la opinión informada, del periodismo al servicio de la verdad y de los ciudadanos, que siempre, podríamos multiplica­r los ejemplos hasta el cansancio, tratan de eliminar los totalitari­smos. Con una reflexión final. Los ataques a la Prensa por parte de Podemos, aunque continuos, suelen recrudecer­se cuando esta formación se encuentra inmersa en problemas judiciales relacionad­os con la corrupción política y el mal uso del dinero público. No puede ser casualidad. Romper el espejo, claro, es una solución socorrida, pero ni es legítima ni se puede admitir en un espacio de libertad.

«El problema surge cuando es un miembro del Gobierno quien promueve la censura»

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