Trump declara la guerra a McConnell por el asalto
En una carta abierta y durísima contra el líder republicano en el Senado plasma su enfrentamiento con el ala moderada del partido
A Donald Trump no le han gustado las palabras del senador republicano más influyente, Mitch McConnell. «El líder del mundo libre no puede pasar semanas gritando que fuerzas oscuras están robando nuestro país y luego fingir sorpresa cuando la gente le cree y hace cosas imprudentes», había dicho el sábado el líder a los republicanos en la Cámara Alta. Y eso a pesar de que votó en contra del «impeachment» y pidió a los suyos que hicieran lo mismo. Trump le ha respondido exigiendo su cabeza al partido, que por lo visto le debe la victoria de no menos de doce senadores, incluido el propio senador por Kentucky. Para Trump, «el partido Republicano nunca podrá volver a ser respetado o fuerte con “líderes” políticos como el senador Mitch McConnell a la cabeza». Entre otras cosas el expresidente acusa a McConnell de ser reo del status quo y de falta de «perspicacia política, sabiduría, habilidad y personalidad». Sostiene que el hombre al que debe el nombramiento de decenas de jueces, incluidos los del Supremo, será un títere en manos de los demócratas y el líder de estos en el Senado, Chuck Schumer. «He salvado 12 escaños en el Senado, más de ocho solo en el ciclo de 2020», sostiene Trump, «y luego vino el desastre de Georgia, donde deberíamos haber ganado ambos escaños en el Senado de EE UU pero McConnell igualó la oferta demócrata de cheques de estímulo de 2.000 dólares con 600». El aldabonazo alcanza entonces a otros destacados republicanos, a los que responsabiliza de la derrota en Georgia pues «muchos republicanos en Georgia votaron a los demócratas, o simplemente no votaron, debido a la angustia que les provocaba el inepto de su gobernador, Brian Kemp, el secretario de Estado Brad Raffensperger, y el propio partido por no cumplir con sus obligaciones en materia de limpieza electoral durante la carrera presidencial de 2020». «McConnell no hizo nada», zanja, «y nunca hará lo que sea necesario para asegurar un proceso electoral justo y un sistema equitativo en el futuro. No tiene lo que se necesita, nunca lo tuvo y nunca lo tendrá». Sus palabras dan por bueno el mantra de las conspiraciones, nunca sustanciadas sustanciadas ante los tribunales. Las relaciones entre los dos hombres nunca fueron buenas, pero lograron una entente provechosa durante los primeros de Trump en Casa Blanca. El ex presidente ponía la retórica explosiva, los grandes lemas y eslóganes que encantaban a la militancia, la guerra de titulares y los grandes mítines como triunfo definitivo de la nueva política. Entre tanto McConnell, emblema de todo lo tradicional, le aseguraba a Trump las mayorías necesarias para engrasar su gran victoria, que fue, que sigue siendo, la carrera para el nombramiento de un número histórico de magistrados, con todo lo que eso supone en términos políticos. Pero aquello es historia. Hoy, febrero de 2021, sólo cuenta la guerra poco disimulada entre Trump y los dinosaurios republicanos, que vuelven a ejercer como contrapeso a las tentaciones agonísticas del líder. También ha lamentado su apoyo a un McConnell que habría pasado de tener apenas un punto de ventaja en los sondeos a ganar por 20.
En realidad Trump distorsiona el relato histórico. Si bien es cierto que su influencia electoral habría sido decisiva en varias circunscripciones muy disputadas, no es menos cierto que la cuenta que hace, doce senadores, excede con mucho la realidad. Y no, McConnell, que arrasó en su estado y es uno de los republicanos más respetados y poderosos a nivel nacional, nunca ha necesitado de ayudas externas para fortificar sus triunfos. No hay piedad ni perdón en las palabras de Trump, que ha puesto a McConnell en su larga lista de némesis. Lo acusa de destruir a los republicanos en el Senado y de perjudicar los intereses del país. De paso aprovecha que negarle credibilidad respecto a China, «dada la gran cantidad de chinos de su familia con intereses comerciales. No hace nada respecto a esta tremenda amenaza económica y militar», añade. Por supuesto McConnell está casado con Elaine Chao, que fue secretaria de Transportes con Trump y dimitió días antes de concluir su mandato, después de los sucesos del 6 de enero. Chao nació en Taiwán y emigró a EE UU junto a sus padres con 8 años. También fue secretaria de Trabajo y secretaria de Transportes con el ex presidente George W. Bush.