La Razón (Nacional)

MÚSICA PARA BAILAR ENJAULADOS

- Manuel Calderón

UnUn cantante nunca debería ir a la cárcel. Lola Flores dijo aquello que sólo ella podía decir en español del siglo de oro: «Muchas veces pienso si una peseta diese cada español, pero no a mí, a donde tuvieran que darla… saldaría de la deuda». Se refería a su deuda con Hacienda (28 millones de pesetas; 168.000 euros) que finalmente pagó sin acudir a la casa de empeño, y se libró de la cárcel.

Philip Spector, uno de los músicos y productore­s que más ha influido en la música pop, acaba de morir en la prisión de Stockton (California) por asesinar a la actriz Lana Clarkson. Un artista no debería nunca acabar en la cárcel, como casi nadie, hasta que actúa como una personal, cruel o simplement­e humana. Pero, ¿qué hacer con Pablo Hasél? No nos podemos entrometer en su epiléptica­s actuacione­s, pero otra cosas es cuando después de sus conciertos, cegado de odio, se encierra en el camerino y manda tuits como un loco deseando brindar por todos los asesinatos de ETA o porque el coche de Patxi López vuele por los aires. El arte tiene razones que el Codigo Penal no entiende, pero sí a las personas. Hasél no actuaba como rapero cuando deseaba la muerte de sus enemigos políticos, sino como un humano siervo del peor totalitari­smo de izquierdas. A Hasél le dedicaron el martes unas manifestac­iones en su honor por las calles de Cataluña con todos los ingredient­es que le gustan: fuego, destrozos y gritos absurdos. También en Madrid (en la imagen) tuvo lugar el mismo akelarre primitivo: adoración a que los servicios públicos les recojan las inmundicia­s arrojadas. Todo un manifiesto de ese analfabeti­smo social que cree que, por no dar ni un palo, adquieren la condición de víctima.

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